/ sábado 17 de octubre de 2020

Sin medias tintas | Nos preocupa

La incertidumbre campea en todos lares. Nadie sabe cómo y cuándo terminará todo esto que estamos viviendo hoy, y eso nos preocupa.

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Ni la ciencia tiene respuestas por el momento ni los expertos se aventuran a hacer pronósticos… y eso también nos preocupa.

Disminuyen las perspectivas de contar en el 2021 con una vacuna para combatir al virus de la Covid-19, a medida que se dan a conocer algunos efectos secundarios negativos. Y al mismo tiempo, las entidades financieras del mundo incrementan las proyecciones negativas del comportamiento de la economía… y eso nos preocupa más.

Mientras tanto, cada quien hace su vida como mejor le acomoda, y en consecuencia vivimos una terrible batalla social —con piquetes de ojos y sacadas de lengua incluidas— entre “los inmortales”, seres de luz que se creen inmunes a las enfermedades; “los ansiosos”, ciudadanos desesperados por regresar a su ritmo de vida habitual; “los necesitados”, personas que requieren de trabajar para vivir; “los obedientes”, que atienden las recomendaciones hechas por los expertos; “los indiferentes”, que les da igual si sí o si no, pero a conveniencia; y “los incrédulos”, gente que sigue creyendo que la pandemia es un complot.

Y para redondear el panorama, tenemos también a “los polarizadores”, aquellos con capacidad de decisión que cuando dicen “sí” significa “no”, y cuando dicen “no” puede ser que “sí”, “quién sabe”, o “probablemente”, y que no abonan mucho a combatir la incertidumbre con sus malas decisiones.

Pero quizá los más peligrosos para la vida social sean “los gandallas”, seres de sangre fría, sin consciencia, audaces y temerarios, que aprovechan las circunstancias alrededor de la pandemia para obtener algún beneficio para sí mismos. Y los encontramos en todas partes: Entre los vecinos de la colonia donde vivimos y hasta en los servidores públicos que nos gobiernan.

Muchas de las acciones de “los gandallas” se han dado a conocer a través de los medios de comunicación, y otras tantas no se conocen porque “los indiferentes” deciden no exponerlos o porque no quieren pasarse al lado de “los polarizadores”.

Al final, si no prestamos atención como sociedad, toda esta lucha estéril conducirá a la indolencia. Nos faltará voluntad para cuidarnos entre todos, dialogar y buscar el bienestar común. Entre todos creamos la sociedad para los que vienen.

No hay nada peor que cercenar el espíritu de los niños. Y si hoy ese espíritu lo estamos llenando con indolencia y banalidad, las proyecciones no son halagüeñas… y eso debería preocuparnos mucho más.

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Aún hay tiempo para corregir, porque los ejemplos trágicos de la indolencia ya están aquí. Si no me cree, entonces no ha visto el video de tres personas que son rostizadas, en vuelta y vuelta, como un mensaje para los rivales.

La incertidumbre campea en todos lares. Nadie sabe cómo y cuándo terminará todo esto que estamos viviendo hoy, y eso nos preocupa.

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Mientras tanto, cada quien hace su vida como mejor le acomoda, y en consecuencia vivimos una terrible batalla social —con piquetes de ojos y sacadas de lengua incluidas— entre “los inmortales”, seres de luz que se creen inmunes a las enfermedades; “los ansiosos”, ciudadanos desesperados por regresar a su ritmo de vida habitual; “los necesitados”, personas que requieren de trabajar para vivir; “los obedientes”, que atienden las recomendaciones hechas por los expertos; “los indiferentes”, que les da igual si sí o si no, pero a conveniencia; y “los incrédulos”, gente que sigue creyendo que la pandemia es un complot.

Y para redondear el panorama, tenemos también a “los polarizadores”, aquellos con capacidad de decisión que cuando dicen “sí” significa “no”, y cuando dicen “no” puede ser que “sí”, “quién sabe”, o “probablemente”, y que no abonan mucho a combatir la incertidumbre con sus malas decisiones.

Pero quizá los más peligrosos para la vida social sean “los gandallas”, seres de sangre fría, sin consciencia, audaces y temerarios, que aprovechan las circunstancias alrededor de la pandemia para obtener algún beneficio para sí mismos. Y los encontramos en todas partes: Entre los vecinos de la colonia donde vivimos y hasta en los servidores públicos que nos gobiernan.

Muchas de las acciones de “los gandallas” se han dado a conocer a través de los medios de comunicación, y otras tantas no se conocen porque “los indiferentes” deciden no exponerlos o porque no quieren pasarse al lado de “los polarizadores”.

Al final, si no prestamos atención como sociedad, toda esta lucha estéril conducirá a la indolencia. Nos faltará voluntad para cuidarnos entre todos, dialogar y buscar el bienestar común. Entre todos creamos la sociedad para los que vienen.

No hay nada peor que cercenar el espíritu de los niños. Y si hoy ese espíritu lo estamos llenando con indolencia y banalidad, las proyecciones no son halagüeñas… y eso debería preocuparnos mucho más.

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