/ lunes 18 de febrero de 2019

Sin medias tintas | Vamos pa´trás

A raíz de los acontecimientos que se han presentado a nivel nacional con respecto a la forma de gobernar este gran país, poco a poco se va perdiendo la esperanza de que nuestra sociedad cambie y de que se creen verdaderas oportunidades de bienestar para todos.

No cabe duda de que cada gobierno ha tenido recetas diferentes para enfrentar no sólo la solución de los problemas cotidianos de su población, sino para hacer valer su presencia en un mundo globalizado en donde la economía tiene particular importancia.

Está claro que en la historia de México se han vivido momentos difíciles, y muchos de ellos se han resuelto a través de métodos poco convencionales y en donde por lo regular se logra una negociación mediante la cesión de posturas, aunque éstas sean contrarias a la Ley.

Esa forma de hacer política por parte del gobierno dista mucho de ser el método más apropiado para garantizar la tranquilidad y la paz social; sin embargo, tampoco se puede negar su conveniencia como mecanismo de respuesta rápida. Lamentablemente, la técnica ha sido socorrida por distintos tipos de grupos para hacerse notar o para intentar encontrar respuestas a sus demandas.

El mejor ejemplo de lo anterior lo podemos encontrar en los sindicatos y en las llamadas confederaciones.

Por ejemplo, como representantes de los intereses laborales de los trabajadores, los sindicatos en México lograron imponer orden ante los abusos y la desmedida ambición del poder económico o del gubernamental. Sería ocioso poner en duda el papel que jugaron los sindicatos el mejoramiento de las condiciones del trabajo de las entidades productivas del país.

Sin embargo, han sido los esquemas de negociación del gobierno y el valor político que se les ha otorgado, los factores que terminaron por desvirtuar la función social del sindicalismo y de la protección a sus trabajadores. Las amenazas de huelga, los paros y demás mecanismos previstos por la ley para manifestarse o protestar, terminaron por generar un valor político, en donde, por lo general, el líder sindical se ve más beneficiado que sus agremiados.

Es fácil demostrar lo anterior con solo ver el estilo de vida de los familiares y líderes del Sindicato de Petróleos Mexicanos, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, del Sindicato Nacional de Mineros de México, del Sindicato Nacional de Trabajadores al Servicio del Estado, de los dirigentes sindicales estatales de servicios de salud y educación, de la Confederación de Trabajadores de México, de la Confederación Nacional Campesina y un largo etcétera.

Y, al mismo nivel que su estilo de vida se encuentran sus condiciones laborales. Son intocables. ¿Cuáles son sus privilegios? ¿Qué valor político tienen realmente? ¿Se conservan porque representan algún valor electoral?

Hoy vemos al Congreso del Estado de Sonora tomado por un grupo de 50 maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, con la exigencia de que sean reinstalados en sus puestos por no obedecer las leyes de la Reforma Educativa, tal como se los prometiera el presidente López Obrador, y así como lo hicieron en Michoacán, tienen la intención de hacer un largo plantón hasta que les resuelvan sus demandas.

Si la ley ya se aplicó, ¿se violentarán las leyes para satisfacerlos? ¿Triunfará el sindicalismo en este caso? De seguro, ninguna posible respuesta positiva a las preguntas ayudará al país. Así, iremos pa´trás mientras el futuro nos espera.

A raíz de los acontecimientos que se han presentado a nivel nacional con respecto a la forma de gobernar este gran país, poco a poco se va perdiendo la esperanza de que nuestra sociedad cambie y de que se creen verdaderas oportunidades de bienestar para todos.

No cabe duda de que cada gobierno ha tenido recetas diferentes para enfrentar no sólo la solución de los problemas cotidianos de su población, sino para hacer valer su presencia en un mundo globalizado en donde la economía tiene particular importancia.

Está claro que en la historia de México se han vivido momentos difíciles, y muchos de ellos se han resuelto a través de métodos poco convencionales y en donde por lo regular se logra una negociación mediante la cesión de posturas, aunque éstas sean contrarias a la Ley.

Esa forma de hacer política por parte del gobierno dista mucho de ser el método más apropiado para garantizar la tranquilidad y la paz social; sin embargo, tampoco se puede negar su conveniencia como mecanismo de respuesta rápida. Lamentablemente, la técnica ha sido socorrida por distintos tipos de grupos para hacerse notar o para intentar encontrar respuestas a sus demandas.

El mejor ejemplo de lo anterior lo podemos encontrar en los sindicatos y en las llamadas confederaciones.

Por ejemplo, como representantes de los intereses laborales de los trabajadores, los sindicatos en México lograron imponer orden ante los abusos y la desmedida ambición del poder económico o del gubernamental. Sería ocioso poner en duda el papel que jugaron los sindicatos el mejoramiento de las condiciones del trabajo de las entidades productivas del país.

Sin embargo, han sido los esquemas de negociación del gobierno y el valor político que se les ha otorgado, los factores que terminaron por desvirtuar la función social del sindicalismo y de la protección a sus trabajadores. Las amenazas de huelga, los paros y demás mecanismos previstos por la ley para manifestarse o protestar, terminaron por generar un valor político, en donde, por lo general, el líder sindical se ve más beneficiado que sus agremiados.

Es fácil demostrar lo anterior con solo ver el estilo de vida de los familiares y líderes del Sindicato de Petróleos Mexicanos, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, del Sindicato Nacional de Mineros de México, del Sindicato Nacional de Trabajadores al Servicio del Estado, de los dirigentes sindicales estatales de servicios de salud y educación, de la Confederación de Trabajadores de México, de la Confederación Nacional Campesina y un largo etcétera.

Y, al mismo nivel que su estilo de vida se encuentran sus condiciones laborales. Son intocables. ¿Cuáles son sus privilegios? ¿Qué valor político tienen realmente? ¿Se conservan porque representan algún valor electoral?

Hoy vemos al Congreso del Estado de Sonora tomado por un grupo de 50 maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, con la exigencia de que sean reinstalados en sus puestos por no obedecer las leyes de la Reforma Educativa, tal como se los prometiera el presidente López Obrador, y así como lo hicieron en Michoacán, tienen la intención de hacer un largo plantón hasta que les resuelvan sus demandas.

Si la ley ya se aplicó, ¿se violentarán las leyes para satisfacerlos? ¿Triunfará el sindicalismo en este caso? De seguro, ninguna posible respuesta positiva a las preguntas ayudará al país. Así, iremos pa´trás mientras el futuro nos espera.