/ lunes 23 de septiembre de 2019

Sin medias tintas | Y lo ciudadano, ¿para cuándo?

¿Cuándo seremos ciudadanos de México?

La mayoría de nosotros habitamos este país porque aquí nos tocó la suerte de nacer, y sólo por eso deberíamos tener cierto sentido de pertenencia; pero a veces, al hablar de nación, las cuentas no salen muy bien que digamos.

Las naciones son creadas por las sociedades que viven en determinados territorios considerados propios, porque el concepto de nación implica en sí un sentido de pertenencia y orgullo de compartir no sólo la geografía, sino también la historia, la cultura, las tradiciones, la lengua y otras características.

Una nación va más allá de corear o desear un gol de la selección nacional, o la solidaridad hacia otros mexicanos en los desastres o tragedias, como se demostró en la Guardería ABC, los terremotos de 1985 y 2017, y durante el paso de violentos huracanes e inundaciones.

La multiculturalidad de nuestro país así como la falta de tolerancia hacia las ideas y opiniones de los demás son una desventaja para conformar una nación, y si esa mezcla la aderezamos con corrupción gubernamental, ya sabrá usted.

Ya hemos comentado en otros escritos del enojo de la sociedad con sus gobiernos; pero hoy quisiera abordar la parte ciudadana, es decir la parte cívica de ser sociedad.

Si usted es buen(a) hijo(a), tenga por sentado de que es buen ciudadano. Lo que somos en casa lo reflejamos en la sociedad.

Cuando asumimos como práctica cotidiana el cumplir con las normas y el respeto a la autoridad en la familia, con certeza le aseguro que lo reflejaremos hacia fuera. La familia es como un espejo social en mínima escala y es la base fundamental de los principios cívicos, porque el civismo se practica en sociedad pero se aprende al interior de la familia, ya que éste se sustenta en el sentido de pertenencia y el respeto. Los hijos no respetarán ninguna autoridad social si no respetan la familiar, y nunca se sentirán parte de una sociedad si no se sienten parte de la familia.

Ese sentido de pertenencia también se ha impulsado a través de los llamados comités vecinales, en un intento por que éstos se convirtieran en las voces de las y los ciudadanos dentro de las ciudades. Pero lamentablemente, sólo han servido para responderle a intereses políticos de los gobiernos en turno, y muy pocos —si son afines políticamente— han sido beneficiados con la colaboración de los ayuntamientos.

¿Cómo desarrollamos el sentido de pertenencia, entonces?

Definitivamente tenemos que comenzar en nuestra familia con lo ya mencionado, pero también hacer lo mismo en nuestros espacios más próximos. Si se trata de nuestra comunidad, por ejemplo, respetar a los demás y ayudar a limpiar el entorno, apoyando siempre las iniciativas de la mayoría de los vecinos para mejorarlo. En otras palabras, de nada sirve podar las ramas del árbol frente a mi casa si las tiraré a la vuelta de la esquina.

Y aunque las filas para ayudar siempre son mucho más cortas que las filas para criticar, no debemos cejar en nuestro empeño, si es que deseamos dejarle un futuro a nuestros hijos, ¿o es que llegamos al colmo del egoísmo para decirles “ahí se la echan ellos”?

Aprenderemos a ser mejores ciudadanos cuando seamos mejores personas, y aprenderemos a cuidar mejor nuestro entorno cuando seamos mejores seres humanos. Aún estamos a tiempo.

¿Cuándo seremos ciudadanos de México?

La mayoría de nosotros habitamos este país porque aquí nos tocó la suerte de nacer, y sólo por eso deberíamos tener cierto sentido de pertenencia; pero a veces, al hablar de nación, las cuentas no salen muy bien que digamos.

Las naciones son creadas por las sociedades que viven en determinados territorios considerados propios, porque el concepto de nación implica en sí un sentido de pertenencia y orgullo de compartir no sólo la geografía, sino también la historia, la cultura, las tradiciones, la lengua y otras características.

Una nación va más allá de corear o desear un gol de la selección nacional, o la solidaridad hacia otros mexicanos en los desastres o tragedias, como se demostró en la Guardería ABC, los terremotos de 1985 y 2017, y durante el paso de violentos huracanes e inundaciones.

La multiculturalidad de nuestro país así como la falta de tolerancia hacia las ideas y opiniones de los demás son una desventaja para conformar una nación, y si esa mezcla la aderezamos con corrupción gubernamental, ya sabrá usted.

Ya hemos comentado en otros escritos del enojo de la sociedad con sus gobiernos; pero hoy quisiera abordar la parte ciudadana, es decir la parte cívica de ser sociedad.

Si usted es buen(a) hijo(a), tenga por sentado de que es buen ciudadano. Lo que somos en casa lo reflejamos en la sociedad.

Cuando asumimos como práctica cotidiana el cumplir con las normas y el respeto a la autoridad en la familia, con certeza le aseguro que lo reflejaremos hacia fuera. La familia es como un espejo social en mínima escala y es la base fundamental de los principios cívicos, porque el civismo se practica en sociedad pero se aprende al interior de la familia, ya que éste se sustenta en el sentido de pertenencia y el respeto. Los hijos no respetarán ninguna autoridad social si no respetan la familiar, y nunca se sentirán parte de una sociedad si no se sienten parte de la familia.

Ese sentido de pertenencia también se ha impulsado a través de los llamados comités vecinales, en un intento por que éstos se convirtieran en las voces de las y los ciudadanos dentro de las ciudades. Pero lamentablemente, sólo han servido para responderle a intereses políticos de los gobiernos en turno, y muy pocos —si son afines políticamente— han sido beneficiados con la colaboración de los ayuntamientos.

¿Cómo desarrollamos el sentido de pertenencia, entonces?

Definitivamente tenemos que comenzar en nuestra familia con lo ya mencionado, pero también hacer lo mismo en nuestros espacios más próximos. Si se trata de nuestra comunidad, por ejemplo, respetar a los demás y ayudar a limpiar el entorno, apoyando siempre las iniciativas de la mayoría de los vecinos para mejorarlo. En otras palabras, de nada sirve podar las ramas del árbol frente a mi casa si las tiraré a la vuelta de la esquina.

Y aunque las filas para ayudar siempre son mucho más cortas que las filas para criticar, no debemos cejar en nuestro empeño, si es que deseamos dejarle un futuro a nuestros hijos, ¿o es que llegamos al colmo del egoísmo para decirles “ahí se la echan ellos”?

Aprenderemos a ser mejores ciudadanos cuando seamos mejores personas, y aprenderemos a cuidar mejor nuestro entorno cuando seamos mejores seres humanos. Aún estamos a tiempo.