/ jueves 4 de febrero de 2021

Tiempos y realidades | Sucedió en Toronto 

Hay frases que en la historia de la humanidad se han vuelto célebres, algunas para bien, otras para mal; algunas fueron atribuidas a personas que nunca las dijeron y otras han sido tergiversadas. Por ejemplo, nadie dudaría que Nicolás Maquiavelo dijo la famosa frase de “El fin justifica los medios”, sin embargo, sus biógrafos concuerdan en afirmar que el estadista italiano jamás pronunció esa frase; otro ejemplo en el mismo sentido es la despectiva frase que se atribuye a la reina María Antonieta de Francia: “Si no tienen pan, que coman pasteles”, frase que se dice pronunció cuando les avisaron al rey Luis XVI y a ella que en París el pueblo sufría hambre por la escasez de pan; estas palabras, según los biógrafos de esta reina, nunca fue pronunciadas por ella.

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En tiempos más recientes, personajes como George W. Bush, Evo Morales, Silvio Berlusconi han pronunciado frases bastante desafortunadas que han quedado para la posteridad. El presidente George Bush dijo en una ocasión que “Es tiempo que la raza humana entre en el sistema solar”, obviamente esta frase no tiene sentido, puesto que los seres humanos ya viven en el sistema solar. “La oposición dice que me vaya a mi casa. ¿Cuál?, tengo veinte” dijo el mandatario italiano Silvio Berlusconi burlándose de las demandas de sus opositores. Evo Morales, presidente de Bolivia, señaló en una desafortunada frase que “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres.” Algunas de estas frases han ocasionado burlas, protestas, risas, e incluso algunas han resistido el paso de los siglos como las enunciadas en el primer párrafo. Desde mi punto de vista estas no han calado tanto como una frase pronunciada hace algunos años en Canadá.

En enero de 2011, en una escuela de bachillerato de la ciudad de Toronto, el policía Michael Sanguinetti dio una conferencia acerca de seguridad civil, y en el transcurso de la misma pronunció la desafortunada y célebre frase de que “Las mujeres no deberían de vestirse como putas si no quieren ser violadas.” Esa frase ofensiva y misógina ocasionó la inmediata protesta de las mujeres canadienses, quienes organizaron una marcha para protestar por esa poca afortunada valoración, llamaron a su marcha, “Marcha de las putas.” De 2011 a la fecha esa marcha se ha replicado año con año en muchos países de Latinoamérica.

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Las mujeres que participan en la Marcha de las putas lo hacen para reivindicar su libertad, y esa libertad implica lo mismo equidad en el trabajo que respeto a su forma de vestir, sea que esta implique escotes y faldas cortas, que blusas abotonadas hasta el cuello y faldas largas, pantalones o pantaloncillos cortos. Implica también una protesta contra la violencia física y psicológica que sufren las mujeres, contra los feminicidios, a favor de los derechos reproductivos y, sobre todo, a favor de que el silencio no se convierta en un muro tras el cual se encierre la que es víctima de cualquier tipo de violencia.

Hay frases que en la historia de la humanidad se han vuelto célebres, algunas para bien, otras para mal; algunas fueron atribuidas a personas que nunca las dijeron y otras han sido tergiversadas. Por ejemplo, nadie dudaría que Nicolás Maquiavelo dijo la famosa frase de “El fin justifica los medios”, sin embargo, sus biógrafos concuerdan en afirmar que el estadista italiano jamás pronunció esa frase; otro ejemplo en el mismo sentido es la despectiva frase que se atribuye a la reina María Antonieta de Francia: “Si no tienen pan, que coman pasteles”, frase que se dice pronunció cuando les avisaron al rey Luis XVI y a ella que en París el pueblo sufría hambre por la escasez de pan; estas palabras, según los biógrafos de esta reina, nunca fue pronunciadas por ella.

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En tiempos más recientes, personajes como George W. Bush, Evo Morales, Silvio Berlusconi han pronunciado frases bastante desafortunadas que han quedado para la posteridad. El presidente George Bush dijo en una ocasión que “Es tiempo que la raza humana entre en el sistema solar”, obviamente esta frase no tiene sentido, puesto que los seres humanos ya viven en el sistema solar. “La oposición dice que me vaya a mi casa. ¿Cuál?, tengo veinte” dijo el mandatario italiano Silvio Berlusconi burlándose de las demandas de sus opositores. Evo Morales, presidente de Bolivia, señaló en una desafortunada frase que “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres.” Algunas de estas frases han ocasionado burlas, protestas, risas, e incluso algunas han resistido el paso de los siglos como las enunciadas en el primer párrafo. Desde mi punto de vista estas no han calado tanto como una frase pronunciada hace algunos años en Canadá.

En enero de 2011, en una escuela de bachillerato de la ciudad de Toronto, el policía Michael Sanguinetti dio una conferencia acerca de seguridad civil, y en el transcurso de la misma pronunció la desafortunada y célebre frase de que “Las mujeres no deberían de vestirse como putas si no quieren ser violadas.” Esa frase ofensiva y misógina ocasionó la inmediata protesta de las mujeres canadienses, quienes organizaron una marcha para protestar por esa poca afortunada valoración, llamaron a su marcha, “Marcha de las putas.” De 2011 a la fecha esa marcha se ha replicado año con año en muchos países de Latinoamérica.

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Las mujeres que participan en la Marcha de las putas lo hacen para reivindicar su libertad, y esa libertad implica lo mismo equidad en el trabajo que respeto a su forma de vestir, sea que esta implique escotes y faldas cortas, que blusas abotonadas hasta el cuello y faldas largas, pantalones o pantaloncillos cortos. Implica también una protesta contra la violencia física y psicológica que sufren las mujeres, contra los feminicidios, a favor de los derechos reproductivos y, sobre todo, a favor de que el silencio no se convierta en un muro tras el cual se encierre la que es víctima de cualquier tipo de violencia.