/ martes 12 de octubre de 2021

Un ciudadano pensó | ¿Existe la matrix?

Antes, me despertaba la alarma del reloj, me levantaba (a fuerzas), iba a tomar agua y después de eso entraba al baño y mientras me daba un regaderazo, iba organizando en mi cabeza todo lo que tenía que hacer en la oficina; mientras hacía eso, me acordaba de pronto de cosas que había olvidado hacer del día anterior y se me venía una extraña sensación incómoda en mi estómago. Me apuraba entonces para llegar más temprano al trabajo para sacar ese pendiente olvidado del día anterior, para ello debía irme sin desayunar.

El día pasaba entre apuros y trabajos que hacía como un autómata, ya que eran trabajos repetitivos y que no requerían de mi creatividad, solo cuando se presentaban problemas era cuando debía ser inventivo para sacar adelante la situación.

En fin, todo el día en la oficina, para después llegar a casa completamente agotado y sin ganas de nada, para ver los pendientes de la familia y la casa. Ver un rato en la televisión cómo al mundo se lo lleva la tiznada, para después irme a dormir y mañana empezar el mismo ciclo de nuevo… Era preso del ritmo que otros me crearon. No hay libertad en esa existencia porque no se le puede llamar vida a cinco días de prisión y dos de “libertad”.

Vivía posponiendo mis deseos reales, dejándolos para un futuro cuando obtuviera mi pensión del retiro… Empecé a cuestionarme si era autónomo, si era libre… No lo era.

Tú, ¿qué piensas? Yo pienso más bien, que vives, pero no como quisieras, es como si alguien te manejara toda tu realidad. ¿Crees que eso pueda ser posible? Ese ímpetu que tienes a diario por obedecer en el trabajo, por hacerle caso a la alarma, por hacer lo que te dicen, no es algo que pase por voluntad propia, esto ocurre porque te estás dejando llevar por promesas, promesas de una mejor vida pero en el futuro, y los años pasan y esas promesas se siguen quedando allá, en el futuro, un futuro que se aleja en vez de acercarse.

Veo a quienes se retiran felices de obtener una parte de su libertad, pero ya sin fuerzas o salud para hacer lo que siempre desearon hacer desde jóvenes… “Yo no me puedo esperar a retirarme pensé” y empecé a buscar maneras para “independizarme”, es decir, poner mi negocio propio y renuncié a mi trabajo “seguro” y nos aventamos a la aventura mi esposa y yo. Es algo en lo que la pareja debe de estar de acuerdo para que no se haga verdad lo que dice el dicho que reza “Cuando la economía sale por la puerta, el amor se va por la ventana”.

Sobre la marcha, fuimos aprendiendo juntos ella y yo que debíamos reestructurar lo que realmente necesitamos para vivir y lo que no, separar lo necesario de lo superfluo y quitarnos gastos que también son parte de esas cadenas. En realidad, descubrimos que la cadena es el dinero (no digo que el dinero sea malo), pero los candados son aquellas cosas en que gastábamos y que no eran realmente indispensables. En estos tiempos donde todos tenemos celulares ¿Para qué queremos una línea telefónica terrestre en casa si ya puedes sólo contratar Internet puro? Se fue la línea terrestre, ¿Es realmente necesario viajar a Estados Unidos a hacer compras? Se fueron esos viajes. ¿Es realmente necesario comprar celular nuevo cada año? Ya no compramos celulares cada año.

Las otras cadenas eran los créditos, fuimos eliminando tarjetas de crédito hasta no dejar ninguna sola, para ello debimos dejar de entrar en los círculos viciosos de las compras de temporada y comprando sólo lo que podíamos comprar en el presente evitando cargar al futuro con deudas e intereses.

Por último, eliminamos el crédito de la casa, para variar, el sistema donde vivimos, el dejar de pagar premia… Se premia al incumplido y se castiga a quien es recto como un láser. Siempre tuve la mejor calificación crediticia que era posible y poco antes de la pandemia se empezó a complicar el escenario económico de nuestra familia y empecé a retrasarme en los pagos de la hipoteca, de inmediato empezaron las llamadas en las que me trataron como si fuese un malnacido ratero, cuando el mes anterior y 20 años hacia atrás fui el deudor más cumplido del mundo… En el primer mes de atraso, 20 años de cumplimiento se fueron al demonio (literalmente).

Pasado un año y seis meses de pandemia, el banco me demanda para quitarme la casa, tenía pagado el 75% del crédito y no iban a por un bien que cubriese la parte adeudada iban por todo y eso, es “legal”. Pero como dije, el sistema premia a los que no cumplen… Contesté la demanda, eso es a fuerzas, si no contesta uno la demanda, le quitan a uno su casa sin piedad. Conseguí parte de la deuda demandada y negocié. Ya no debemos la casa y me salió más barato que si hubiese podido pagar todo el crédito de forma escrupulosa.

Hoy día, si queremos educar hijos libres, debemos enseñarles a no meterse voluntariamente en la matrix, enseñándoles a vivir en el aquí y ahora, dentro de lo que es real, que se preparen para hacer un negocio propio e ir creciendo en base al propio progreso y no de forma ficticia con créditos, que cuya función es terminar acorralando a las personas, para finalmente quedarse con todo su esfuerzo. También debemos enseñarles el verdadero valor de las situaciones y las cosas, para que no tiren dinero en espejismos de marca o que presuman de experiencias en vez de que las compartan como enseñanzas de vida, al tiempo que aprenden a alimentarse para vivir de la naturaleza y no de los laboratorios. No vivir pensando en el mañana, porque el futuro es hoy.

De esta manera educaremos a mujeres y hombres espirituales libres de los espejismos de la educación, las religiones, la política y la economía de la Matrix que nos dicen que no existe.


Antes, me despertaba la alarma del reloj, me levantaba (a fuerzas), iba a tomar agua y después de eso entraba al baño y mientras me daba un regaderazo, iba organizando en mi cabeza todo lo que tenía que hacer en la oficina; mientras hacía eso, me acordaba de pronto de cosas que había olvidado hacer del día anterior y se me venía una extraña sensación incómoda en mi estómago. Me apuraba entonces para llegar más temprano al trabajo para sacar ese pendiente olvidado del día anterior, para ello debía irme sin desayunar.

El día pasaba entre apuros y trabajos que hacía como un autómata, ya que eran trabajos repetitivos y que no requerían de mi creatividad, solo cuando se presentaban problemas era cuando debía ser inventivo para sacar adelante la situación.

En fin, todo el día en la oficina, para después llegar a casa completamente agotado y sin ganas de nada, para ver los pendientes de la familia y la casa. Ver un rato en la televisión cómo al mundo se lo lleva la tiznada, para después irme a dormir y mañana empezar el mismo ciclo de nuevo… Era preso del ritmo que otros me crearon. No hay libertad en esa existencia porque no se le puede llamar vida a cinco días de prisión y dos de “libertad”.

Vivía posponiendo mis deseos reales, dejándolos para un futuro cuando obtuviera mi pensión del retiro… Empecé a cuestionarme si era autónomo, si era libre… No lo era.

Tú, ¿qué piensas? Yo pienso más bien, que vives, pero no como quisieras, es como si alguien te manejara toda tu realidad. ¿Crees que eso pueda ser posible? Ese ímpetu que tienes a diario por obedecer en el trabajo, por hacerle caso a la alarma, por hacer lo que te dicen, no es algo que pase por voluntad propia, esto ocurre porque te estás dejando llevar por promesas, promesas de una mejor vida pero en el futuro, y los años pasan y esas promesas se siguen quedando allá, en el futuro, un futuro que se aleja en vez de acercarse.

Veo a quienes se retiran felices de obtener una parte de su libertad, pero ya sin fuerzas o salud para hacer lo que siempre desearon hacer desde jóvenes… “Yo no me puedo esperar a retirarme pensé” y empecé a buscar maneras para “independizarme”, es decir, poner mi negocio propio y renuncié a mi trabajo “seguro” y nos aventamos a la aventura mi esposa y yo. Es algo en lo que la pareja debe de estar de acuerdo para que no se haga verdad lo que dice el dicho que reza “Cuando la economía sale por la puerta, el amor se va por la ventana”.

Sobre la marcha, fuimos aprendiendo juntos ella y yo que debíamos reestructurar lo que realmente necesitamos para vivir y lo que no, separar lo necesario de lo superfluo y quitarnos gastos que también son parte de esas cadenas. En realidad, descubrimos que la cadena es el dinero (no digo que el dinero sea malo), pero los candados son aquellas cosas en que gastábamos y que no eran realmente indispensables. En estos tiempos donde todos tenemos celulares ¿Para qué queremos una línea telefónica terrestre en casa si ya puedes sólo contratar Internet puro? Se fue la línea terrestre, ¿Es realmente necesario viajar a Estados Unidos a hacer compras? Se fueron esos viajes. ¿Es realmente necesario comprar celular nuevo cada año? Ya no compramos celulares cada año.

Las otras cadenas eran los créditos, fuimos eliminando tarjetas de crédito hasta no dejar ninguna sola, para ello debimos dejar de entrar en los círculos viciosos de las compras de temporada y comprando sólo lo que podíamos comprar en el presente evitando cargar al futuro con deudas e intereses.

Por último, eliminamos el crédito de la casa, para variar, el sistema donde vivimos, el dejar de pagar premia… Se premia al incumplido y se castiga a quien es recto como un láser. Siempre tuve la mejor calificación crediticia que era posible y poco antes de la pandemia se empezó a complicar el escenario económico de nuestra familia y empecé a retrasarme en los pagos de la hipoteca, de inmediato empezaron las llamadas en las que me trataron como si fuese un malnacido ratero, cuando el mes anterior y 20 años hacia atrás fui el deudor más cumplido del mundo… En el primer mes de atraso, 20 años de cumplimiento se fueron al demonio (literalmente).

Pasado un año y seis meses de pandemia, el banco me demanda para quitarme la casa, tenía pagado el 75% del crédito y no iban a por un bien que cubriese la parte adeudada iban por todo y eso, es “legal”. Pero como dije, el sistema premia a los que no cumplen… Contesté la demanda, eso es a fuerzas, si no contesta uno la demanda, le quitan a uno su casa sin piedad. Conseguí parte de la deuda demandada y negocié. Ya no debemos la casa y me salió más barato que si hubiese podido pagar todo el crédito de forma escrupulosa.

Hoy día, si queremos educar hijos libres, debemos enseñarles a no meterse voluntariamente en la matrix, enseñándoles a vivir en el aquí y ahora, dentro de lo que es real, que se preparen para hacer un negocio propio e ir creciendo en base al propio progreso y no de forma ficticia con créditos, que cuya función es terminar acorralando a las personas, para finalmente quedarse con todo su esfuerzo. También debemos enseñarles el verdadero valor de las situaciones y las cosas, para que no tiren dinero en espejismos de marca o que presuman de experiencias en vez de que las compartan como enseñanzas de vida, al tiempo que aprenden a alimentarse para vivir de la naturaleza y no de los laboratorios. No vivir pensando en el mañana, porque el futuro es hoy.

De esta manera educaremos a mujeres y hombres espirituales libres de los espejismos de la educación, las religiones, la política y la economía de la Matrix que nos dicen que no existe.