/ martes 15 de septiembre de 2020

Un ciudadano pensó | Y que el mundo ruede...

En estos días mucho he reflexionado, básicamente… (Trato de sintetizarlo) en lo que vale la pena o no poner mi atención. Me refiero como persona individual, no como integrante de la comunidad. Claro que, como todos, tengo pendientes como pagar esto o aquello, deudas que se atrasan, la educación de mi hijo, comprar comida donde mejor me alcance con nuestro dinero, reparar nuestro carrito que se desconchinfló y, o lo arreglo o pagamos la luz, etc.

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Claro, además de no olvidar llevarme el tapabocas cuando llego a salir para tranquilidad de mis prójimos que les mortifica el bicho que han puesto de moda los manipuladores del mundo, ya que sus empleados locales se encargan de esparcir miedos que hacen ciegos esclavos a muchos conocidos y otros a quienes no he tenido el gusto.

Dejé desde hace tiempo de seguir las noticias porque poco o nada tienen que aportar positivo y menos de realidad por la escalera de intereses que van desde la “fuente” de la noticia hasta el medio y el comunicador de ese medio. Si quiero saber sobre algo, busco sobre tal tema en Internet, todas las redes sociales y opiniones o información que otras personas tienen, de ahí considero que cuento con un 30% de realidad y el resto lo construyo con deducciones personales atando los cabos con mi propia “lógica” que no todo el tiempo me es del todo confiable y por fin creo llegar a un 40 ó 50% de realidad, claro, pensando muy positivamente.

El caso es que llegué a la conclusión de que no vale la pena poner mi atención al 100% en todos los acontecimientos que suceden cada día. No soy yo quien está en posición de solucionarlos, por lo tanto, no vale la pena que me preocupe por ellos. La mayoría son de índole mundial. Ni siquiera puedo solucionar (de momento) los adeudos que debo hacerles frente, porque la economía casi la paralizaron quienes dicen que se preocupan por nosotros, mientras sólo demuestran en realidad, que sólo les interesa mi voto en las elecciones que están en puerta.

Por eso y por toda la convulsión que existe a mi alrededor, creo que mi atención la debo poner únicamente, en mí y en mi familia. Por ello, me estoy ocupando en leer más para nutrir mi cultura, ejercitarme (leve porque no soy fan del ejercicio), tomar acciones que beneficien a mi comunidad, por ejemplo, estoy germinando árboles mezquite, de los que les llaman chilenos y que carecen de espinas. En este momento tengo cinco plantados en el parque junto a mi casa y que se suman a tres que tengo ya maduros. Los cuido diariamente con la esperanza de aportarles a mis vecinos de sombra adicional para sus caminatas y la convivencia con sus hijos, cuando los llevan a jugar en este parque.

Ayudarles me llena de satisfacción y he leído que esta sensación provoca en nuestro cuerpo mayor salud y bienestar. Es un círculo virtuoso. Además, me ha servido como método para educar a mi hijo, enseñándole sobre la naturaleza porque él me ha ayudado a sembrar y cuidar de estos árboles que tanto nos sirven con su sombra y con su belleza.

Mi hijo, al principio, no entendía por qué estaba yo sembrando esas plantas fuera de nuestra casa. ¿Para qué sembramos estos árboles en el parque que luego regamos cada cierto tiempo? Me preguntó. Le pasé mi brazo por sus hombros y le dije:

“Mira, en un tiempo, estos árboles van a crecer como los que tenemos en casa y van a dar fresca sombra. Imagínate, por ejemplo, una mamá sentada con su bebé en esa banca con el árbol que tú y yo sembramos, ya crecido y ella y su bebé disfrutando del día bajo el cobijo de la sombra. Imagina la gente que viene a caminar a la pista sin sufrir el calorón gracias a la sombra de los árboles que tú y yo sembramos. Un día ya no estaré en este mundo, pero esos árboles seguirán aquí brindando bienestar a muchas personas y animalitos, incluso cuando tú no estés, ellos, los árboles seguirán formando parte de la comunidad mientras silenciosamente promueven convivencia y bienestar a las familias que vivan cerca de este parque. Formar parte del bienestar de otros, es un honor y me llena de orgullo formar parte de ello. Por eso los sembramos hijo. De hecho, estos árboles que aún son retoños, ya funcionaron como maestros en tu formación y serán parte de ti, toda la vida”.

Hay muchas formas de ver la vida que tenemos… Yo veo como maestros a todas las personas sin importar sus edades, a los animalitos, incluso a plantas e insectos. Con el tiempo, he retomado ideas y pensamientos de mi infancia y que los maestros me habían obligado a dejar de lado. Yo los guardé y de nuevo los saqué y desempolvé.

Estoy en este encarcelamiento disfrazado de cuarentena, desaprendiendo idioteces y miedos que me estuvieron metiendo toda mi vida en la cabeza, queriéndome convencer de que tanto tengo, tanto valgo. De que el Gobierno es más poderoso que todas las personas, De que Dios está solamente en los templos y no en mí, De que necesitamos de salvadores o nuevos candidatos para salir adelante, en vez de cooperar entre todos para bien común.

En este tiempo de convulsión global, voy a poner mi atención en mí y en mi crecimiento mental y espiritual, el mundo que ruede… Ese es problema del mundo no mío.



Escucha sobre el maíz mexicano en nuestro podcast ⬇️

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En estos días mucho he reflexionado, básicamente… (Trato de sintetizarlo) en lo que vale la pena o no poner mi atención. Me refiero como persona individual, no como integrante de la comunidad. Claro que, como todos, tengo pendientes como pagar esto o aquello, deudas que se atrasan, la educación de mi hijo, comprar comida donde mejor me alcance con nuestro dinero, reparar nuestro carrito que se desconchinfló y, o lo arreglo o pagamos la luz, etc.

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Claro, además de no olvidar llevarme el tapabocas cuando llego a salir para tranquilidad de mis prójimos que les mortifica el bicho que han puesto de moda los manipuladores del mundo, ya que sus empleados locales se encargan de esparcir miedos que hacen ciegos esclavos a muchos conocidos y otros a quienes no he tenido el gusto.

Dejé desde hace tiempo de seguir las noticias porque poco o nada tienen que aportar positivo y menos de realidad por la escalera de intereses que van desde la “fuente” de la noticia hasta el medio y el comunicador de ese medio. Si quiero saber sobre algo, busco sobre tal tema en Internet, todas las redes sociales y opiniones o información que otras personas tienen, de ahí considero que cuento con un 30% de realidad y el resto lo construyo con deducciones personales atando los cabos con mi propia “lógica” que no todo el tiempo me es del todo confiable y por fin creo llegar a un 40 ó 50% de realidad, claro, pensando muy positivamente.

El caso es que llegué a la conclusión de que no vale la pena poner mi atención al 100% en todos los acontecimientos que suceden cada día. No soy yo quien está en posición de solucionarlos, por lo tanto, no vale la pena que me preocupe por ellos. La mayoría son de índole mundial. Ni siquiera puedo solucionar (de momento) los adeudos que debo hacerles frente, porque la economía casi la paralizaron quienes dicen que se preocupan por nosotros, mientras sólo demuestran en realidad, que sólo les interesa mi voto en las elecciones que están en puerta.

Por eso y por toda la convulsión que existe a mi alrededor, creo que mi atención la debo poner únicamente, en mí y en mi familia. Por ello, me estoy ocupando en leer más para nutrir mi cultura, ejercitarme (leve porque no soy fan del ejercicio), tomar acciones que beneficien a mi comunidad, por ejemplo, estoy germinando árboles mezquite, de los que les llaman chilenos y que carecen de espinas. En este momento tengo cinco plantados en el parque junto a mi casa y que se suman a tres que tengo ya maduros. Los cuido diariamente con la esperanza de aportarles a mis vecinos de sombra adicional para sus caminatas y la convivencia con sus hijos, cuando los llevan a jugar en este parque.

Ayudarles me llena de satisfacción y he leído que esta sensación provoca en nuestro cuerpo mayor salud y bienestar. Es un círculo virtuoso. Además, me ha servido como método para educar a mi hijo, enseñándole sobre la naturaleza porque él me ha ayudado a sembrar y cuidar de estos árboles que tanto nos sirven con su sombra y con su belleza.

Mi hijo, al principio, no entendía por qué estaba yo sembrando esas plantas fuera de nuestra casa. ¿Para qué sembramos estos árboles en el parque que luego regamos cada cierto tiempo? Me preguntó. Le pasé mi brazo por sus hombros y le dije:

“Mira, en un tiempo, estos árboles van a crecer como los que tenemos en casa y van a dar fresca sombra. Imagínate, por ejemplo, una mamá sentada con su bebé en esa banca con el árbol que tú y yo sembramos, ya crecido y ella y su bebé disfrutando del día bajo el cobijo de la sombra. Imagina la gente que viene a caminar a la pista sin sufrir el calorón gracias a la sombra de los árboles que tú y yo sembramos. Un día ya no estaré en este mundo, pero esos árboles seguirán aquí brindando bienestar a muchas personas y animalitos, incluso cuando tú no estés, ellos, los árboles seguirán formando parte de la comunidad mientras silenciosamente promueven convivencia y bienestar a las familias que vivan cerca de este parque. Formar parte del bienestar de otros, es un honor y me llena de orgullo formar parte de ello. Por eso los sembramos hijo. De hecho, estos árboles que aún son retoños, ya funcionaron como maestros en tu formación y serán parte de ti, toda la vida”.

Hay muchas formas de ver la vida que tenemos… Yo veo como maestros a todas las personas sin importar sus edades, a los animalitos, incluso a plantas e insectos. Con el tiempo, he retomado ideas y pensamientos de mi infancia y que los maestros me habían obligado a dejar de lado. Yo los guardé y de nuevo los saqué y desempolvé.

Estoy en este encarcelamiento disfrazado de cuarentena, desaprendiendo idioteces y miedos que me estuvieron metiendo toda mi vida en la cabeza, queriéndome convencer de que tanto tengo, tanto valgo. De que el Gobierno es más poderoso que todas las personas, De que Dios está solamente en los templos y no en mí, De que necesitamos de salvadores o nuevos candidatos para salir adelante, en vez de cooperar entre todos para bien común.

En este tiempo de convulsión global, voy a poner mi atención en mí y en mi crecimiento mental y espiritual, el mundo que ruede… Ese es problema del mundo no mío.



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