/ domingo 30 de enero de 2022

Visión económica | Defender el peso como un perro

La táctica de negar o minimizar la gravedad de las crisis de delincuencia, homicidios e inseguridad, de la creciente pobreza, así como la agravante crisis de salud pública causada por la tozuda pandemia del Covid-19 con sus variantes, que ahora está aplicando el Gobierno de la 4T; nos recuerda la estrategia que han intentado algunos gobernantes de inyectar optimismo y supuestas buenas noticias al pueblo, frente a las situaciones adversas por más difíciles que estas sean.

En este sentido, hace más de cuatro décadas, 17 de agosto de 1981, el presidente de México José López Porpillo, con su elocuente oratoria gritaba la frase: ¡defenderé el peso como un perro!; lo cual en muchos sentidos se asemeja de nuevo al presente. Ante la terrible crisis devaluatoria que se cernía sobre la economía mexicana en aquellos momentos, el presidente López trataba de generar confianza entre los escépticos mexicanos que tenían sus intereses económicos dolarizados en aquellas épocas.

Con peroratas como esa, López también se había peleado con empresarios a quienes acusaba de saqueadores de la economía nacional y sacadólares traidores a la patria. Después de terminado su desastroso sexenio, que después generó toda una década perdida en crecimiento y desarrollo para el país, el ex presidente que termina llorando en su último informe de gobierno frente a todo el pueblo por no haber podido ayudar a los pobres a salir de su pobreza, publica sus memorias en dos tomos voluminosos que título: “Mis Tiempos”, donde narra el porqué dijo que iba a defender el peso como un perro.

Es así que en su libro explica que ante la debacle económica financiera que sufría la nación, el Presidente tenía que expresar de la manera más contundente posible que en México no habría devaluación del peso porque él lo iba a defender, ya que, si acaso decía la verdad de la inminente devaluación, los mexicanos iban a sacar todos sus dólares del país. Además, estatizó los bancos privados y aplicó el control de cambios, pero, aun así, ni como perro evitó que se fugaran del país más de 10 mil millones de dólares en esos días.

Otros presidentes negligentes y omisos también han intentado engañar al pueblo noble y sabio, tratando de ignorar, aminorar y soslayar las crisis, como Luis Echeverría al acusar y señalar a los “emisarios del pasado”, les decía él, al culparlos de provocar los problemas nacionales; otro caso es el de Salinas de Gortari , cuando tratando de esquivar las estadísticas de desempleo y de la pobreza provocados por la crisis de 1993-1995, cínicamente las ignoraba diciendo que eran “mitos geniales”, o ante las manifestaciones de protesta en contra de su gobernanza solía decir: “ni los veo ni los oigo”.

En fin, todo esto nos viene a la mente al ver hoy en día cómo el Gobierno actual intenta hacer lo mismo que anteriores, tratando de aminorar con sus declaraciones los problemas que hoy en día se padecen. Así el presidente López, continúa reiterando que la crisis del Covid y ahora su nueva variante del Ómicron, no es tan grave y que hoy es posible regresar a las escuelas y centros de trabajo sin mayores riesgos de contagios. Confirmando sus ideas, ofreciendo su ejemplo al pobre pueblo, y a pesar de haberse contagiado dos veces, él no usa ni utilizará el cubrebocas que, para evitar contagios, se recomienda en todo el mundo.

Otra crisis que hoy se excusa, elude, omite o se soslaya, es la de inseguridad y creciente delincuencia cuando los crímenes asesinatos y homicidios dolosos se agravan cada día, y cuyas estadísticas superan 100 mil asesinatos desde el inicio de esta administración federal. Asimismo, no se atiende ni se entiende, la presente crisis económica, misma que provoca la fuga de capitales hacia el extranjero por la pérdida de confianza en México, 267 mil millones de pesos, la mayor fuga desde 1991, hace 40 años; así como también la salida de Citibanamex del mercado bancario, que es otra señal de nuestra debilidad económica cuya magnitud el Gobierno no reconoce.

Finalmente, para resolver o amortiguar la gravedad de estas crisis, es necesario que el Gobierno las reconozca y admita su amenaza, con el propósito de instrumentar las mejores soluciones. Para un problema que no se acepta, nunca se encuentra solución.


La táctica de negar o minimizar la gravedad de las crisis de delincuencia, homicidios e inseguridad, de la creciente pobreza, así como la agravante crisis de salud pública causada por la tozuda pandemia del Covid-19 con sus variantes, que ahora está aplicando el Gobierno de la 4T; nos recuerda la estrategia que han intentado algunos gobernantes de inyectar optimismo y supuestas buenas noticias al pueblo, frente a las situaciones adversas por más difíciles que estas sean.

En este sentido, hace más de cuatro décadas, 17 de agosto de 1981, el presidente de México José López Porpillo, con su elocuente oratoria gritaba la frase: ¡defenderé el peso como un perro!; lo cual en muchos sentidos se asemeja de nuevo al presente. Ante la terrible crisis devaluatoria que se cernía sobre la economía mexicana en aquellos momentos, el presidente López trataba de generar confianza entre los escépticos mexicanos que tenían sus intereses económicos dolarizados en aquellas épocas.

Con peroratas como esa, López también se había peleado con empresarios a quienes acusaba de saqueadores de la economía nacional y sacadólares traidores a la patria. Después de terminado su desastroso sexenio, que después generó toda una década perdida en crecimiento y desarrollo para el país, el ex presidente que termina llorando en su último informe de gobierno frente a todo el pueblo por no haber podido ayudar a los pobres a salir de su pobreza, publica sus memorias en dos tomos voluminosos que título: “Mis Tiempos”, donde narra el porqué dijo que iba a defender el peso como un perro.

Es así que en su libro explica que ante la debacle económica financiera que sufría la nación, el Presidente tenía que expresar de la manera más contundente posible que en México no habría devaluación del peso porque él lo iba a defender, ya que, si acaso decía la verdad de la inminente devaluación, los mexicanos iban a sacar todos sus dólares del país. Además, estatizó los bancos privados y aplicó el control de cambios, pero, aun así, ni como perro evitó que se fugaran del país más de 10 mil millones de dólares en esos días.

Otros presidentes negligentes y omisos también han intentado engañar al pueblo noble y sabio, tratando de ignorar, aminorar y soslayar las crisis, como Luis Echeverría al acusar y señalar a los “emisarios del pasado”, les decía él, al culparlos de provocar los problemas nacionales; otro caso es el de Salinas de Gortari , cuando tratando de esquivar las estadísticas de desempleo y de la pobreza provocados por la crisis de 1993-1995, cínicamente las ignoraba diciendo que eran “mitos geniales”, o ante las manifestaciones de protesta en contra de su gobernanza solía decir: “ni los veo ni los oigo”.

En fin, todo esto nos viene a la mente al ver hoy en día cómo el Gobierno actual intenta hacer lo mismo que anteriores, tratando de aminorar con sus declaraciones los problemas que hoy en día se padecen. Así el presidente López, continúa reiterando que la crisis del Covid y ahora su nueva variante del Ómicron, no es tan grave y que hoy es posible regresar a las escuelas y centros de trabajo sin mayores riesgos de contagios. Confirmando sus ideas, ofreciendo su ejemplo al pobre pueblo, y a pesar de haberse contagiado dos veces, él no usa ni utilizará el cubrebocas que, para evitar contagios, se recomienda en todo el mundo.

Otra crisis que hoy se excusa, elude, omite o se soslaya, es la de inseguridad y creciente delincuencia cuando los crímenes asesinatos y homicidios dolosos se agravan cada día, y cuyas estadísticas superan 100 mil asesinatos desde el inicio de esta administración federal. Asimismo, no se atiende ni se entiende, la presente crisis económica, misma que provoca la fuga de capitales hacia el extranjero por la pérdida de confianza en México, 267 mil millones de pesos, la mayor fuga desde 1991, hace 40 años; así como también la salida de Citibanamex del mercado bancario, que es otra señal de nuestra debilidad económica cuya magnitud el Gobierno no reconoce.

Finalmente, para resolver o amortiguar la gravedad de estas crisis, es necesario que el Gobierno las reconozca y admita su amenaza, con el propósito de instrumentar las mejores soluciones. Para un problema que no se acepta, nunca se encuentra solución.