/ domingo 28 de febrero de 2021

Visión económica | La posible guerra mundial de las vacunas

Ya se ha pronosticado que las futuras guerras serán por el agua o la comida, pero actualmente, amenazado por la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, y por el control de la geopolítica mundial entre estas dos potencias militares junto con Rusia, nuestro planeta continúa sufriendo por el recrudecimiento de la segunda, la tercera ola o rebrote de la pandemia del Covid 19.

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Ahora, enfrentaremos el desvanecimiento de la esperanza en las vacunas, que hasta la fecha son insuficientes para contener con eficiencia y eficacia, el monumental problema multifacético y multidimensional, que provoca la pandemia y muchos de sus efectos de mayor pobreza, peor salud pública, atonía económica, y graves secuelas físicas, económicas, sanitarias, psicológicas y sociales, que en muchos casos serán permanentes. Esta “guerra” ya no sería con bombas, rifles o armas; no, esta vez sería con vacunas y medicinas.

Las tres grandes potencias económicas y militares, ahora se encuentran en una nueva pugna por liderar la producción de vacunas contra la pandemia, y venderla o distribuirla en la mayoría de los 193 países del mundo, con el principal propósito de obtener mayor influencia política, mayormente sobre las naciones más pobres y necesitadas de vacunas.

Sin embargo, el problema mayúsculo de la vacunación universal es que será muy necesario no sólo su producción masiva, sino sobre todo la distribución efectiva, cuidadoso manejo, la compleja logística y correcta aplicación de cuando menos diez mil millones de vacunas, en dos dosis, para una población objetivo de cinco mil millones de personas en todo el mundo.

Se debe vacunar entre el 75% y el 85% de la población total, para que la inmunidad colectiva o de rebaño sea efectiva; y, la población mundial rebasa los 7,500 millones de habitantes.

En esta difícil situación de compleja prospectiva están todas las naciones sin excepción, donde los países más ricos como los de la Comunidad Económica Europea, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y los Estados Unidos, a los que se unen los grandes e importantes productores de vacunas como la India y China; probablemente generen y si apliquen durante este mismo año 2021, las suficientes vacunas que ellos mismos necesitan.

La gran tragedia se cierne sobre los pobres países subdesarrollados, que infructuosamente imploran ante la Organización de las Naciones Unidas, ONU, y la Organización Mundial de la Salud, OMS, por una justa distribución humanitaria de las insuficientes vacunas producidas, para que no las acaparen los poderosos países más ricos, que ahora pugnan por el antiguo nacionalismo anacrónico.

Ahora bien, como en todas las guerras, el espíritu solidario o caritativo no prevalece nunca. No existe solidaridad universal. En los países ricos predomina la apatía, la indiferencia, no la simpatía por los pobres. Nunca han demostrado una auténtica actitud solidaria por los países y regiones más atrasadas, como África. Ahí el Gobierno de Tanzania está declarando que no cree ni aceptará las vacunas. Los ricos deben entender que, si no ayudan a los pobres, se volverán a contagiar y la pandemia nunca terminará. Hoy deben aplicar la filantropía en su propio interés.

Empero, los grandes países productores de las vacunas están forzados a priorizar en sus propias necesidades, sus urgencias sanitarias también son extremas, y políticamente deben vacunar obligadamente, primero a su gente, hasta lograr la inmunidad de rebaño en su misma población, antes de vender por negocio, o donar como ayuda humanitaria sus vacunas hacia otras naciones pobres subdesarrolladas.

El papel de la ONU y la OMS, mediante la iniciativa Covax, que implora, y ruega a los siete países más ricos y poderosos del orbe para que compartan algunas de sus vacunas, es meramente simbólico. Entonces, aquí no nos hagamos muchas ilusiones este año, con las vacunas que no llegan en cantidad suficiente; esto es, nos urgen cuando menos 200 millones, para vacunar a 100 millones de mexicanos y alcanzar la inmunidad de rebaño, lo antes posible.

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Para lograrlo, intensifiquemos más nuestras precauciones y protocolos de tapabocas, sana distancia y quédate en casa. Esta es una crisis de dolor, miedo, angustia. Hay que combatir el individualismo y el egoísmo. Estimulemos la armonía, simpatía, empatía y compasión hacia los demás. Impulsemos la cultura del bien común porque la salubridad pública es un bien común, un derecho humano universal. Por lo tanto, todos debemos usar siempre el tapabocas por respeto, solidaridad y fraternidad con el pobre pueblo.

Ya se ha pronosticado que las futuras guerras serán por el agua o la comida, pero actualmente, amenazado por la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, y por el control de la geopolítica mundial entre estas dos potencias militares junto con Rusia, nuestro planeta continúa sufriendo por el recrudecimiento de la segunda, la tercera ola o rebrote de la pandemia del Covid 19.

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Ahora, enfrentaremos el desvanecimiento de la esperanza en las vacunas, que hasta la fecha son insuficientes para contener con eficiencia y eficacia, el monumental problema multifacético y multidimensional, que provoca la pandemia y muchos de sus efectos de mayor pobreza, peor salud pública, atonía económica, y graves secuelas físicas, económicas, sanitarias, psicológicas y sociales, que en muchos casos serán permanentes. Esta “guerra” ya no sería con bombas, rifles o armas; no, esta vez sería con vacunas y medicinas.

Las tres grandes potencias económicas y militares, ahora se encuentran en una nueva pugna por liderar la producción de vacunas contra la pandemia, y venderla o distribuirla en la mayoría de los 193 países del mundo, con el principal propósito de obtener mayor influencia política, mayormente sobre las naciones más pobres y necesitadas de vacunas.

Sin embargo, el problema mayúsculo de la vacunación universal es que será muy necesario no sólo su producción masiva, sino sobre todo la distribución efectiva, cuidadoso manejo, la compleja logística y correcta aplicación de cuando menos diez mil millones de vacunas, en dos dosis, para una población objetivo de cinco mil millones de personas en todo el mundo.

Se debe vacunar entre el 75% y el 85% de la población total, para que la inmunidad colectiva o de rebaño sea efectiva; y, la población mundial rebasa los 7,500 millones de habitantes.

En esta difícil situación de compleja prospectiva están todas las naciones sin excepción, donde los países más ricos como los de la Comunidad Económica Europea, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y los Estados Unidos, a los que se unen los grandes e importantes productores de vacunas como la India y China; probablemente generen y si apliquen durante este mismo año 2021, las suficientes vacunas que ellos mismos necesitan.

La gran tragedia se cierne sobre los pobres países subdesarrollados, que infructuosamente imploran ante la Organización de las Naciones Unidas, ONU, y la Organización Mundial de la Salud, OMS, por una justa distribución humanitaria de las insuficientes vacunas producidas, para que no las acaparen los poderosos países más ricos, que ahora pugnan por el antiguo nacionalismo anacrónico.

Ahora bien, como en todas las guerras, el espíritu solidario o caritativo no prevalece nunca. No existe solidaridad universal. En los países ricos predomina la apatía, la indiferencia, no la simpatía por los pobres. Nunca han demostrado una auténtica actitud solidaria por los países y regiones más atrasadas, como África. Ahí el Gobierno de Tanzania está declarando que no cree ni aceptará las vacunas. Los ricos deben entender que, si no ayudan a los pobres, se volverán a contagiar y la pandemia nunca terminará. Hoy deben aplicar la filantropía en su propio interés.

Empero, los grandes países productores de las vacunas están forzados a priorizar en sus propias necesidades, sus urgencias sanitarias también son extremas, y políticamente deben vacunar obligadamente, primero a su gente, hasta lograr la inmunidad de rebaño en su misma población, antes de vender por negocio, o donar como ayuda humanitaria sus vacunas hacia otras naciones pobres subdesarrolladas.

El papel de la ONU y la OMS, mediante la iniciativa Covax, que implora, y ruega a los siete países más ricos y poderosos del orbe para que compartan algunas de sus vacunas, es meramente simbólico. Entonces, aquí no nos hagamos muchas ilusiones este año, con las vacunas que no llegan en cantidad suficiente; esto es, nos urgen cuando menos 200 millones, para vacunar a 100 millones de mexicanos y alcanzar la inmunidad de rebaño, lo antes posible.

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