/ miércoles 3 de noviembre de 2021

Visión económica | Mejorar relación entre México-Estados Unidos

Este miércoles 13, el México Center del Baker Institute, de la Universidad Rice en Houston, Texas, realizó un encuentro entre embajadores y expertos de los dos países vecinos, con las temáticas acerca de lo que se puede, y lo que no se puede hacer, para mejorar las complejas relaciones, las más difíciles del mundo, entre los dos países vecinos.

La próxima semana compartiremos las conclusiones y recomendaciones derivadas del evento, pero por lo pronto, comentamos acerca de la instrumentación de una nueva agenda bilateral, que hoy enfatiza más en los temas de seguridad, en primer lugar, y después los tradicionales, muy importantes tópicos de economía y migración.

Lo bueno de ahora parece ser que desde septiembre se retomaron los diálogos socioeconómicos de alto nivel, que hoy se centran en la reactivación económica y en la canalización de inversiones al Sureste mexicano y a Centroamérica. Hay que recordar que estos diálogos habían sido cancelados durante cuatro años por Donald Trump y ahora se reinician por Joe Biden.

En esto debemos reconocer las novedosas estrategias de la vicepresidente Kamala Harris y el presidente Joe Biden, quienes hoy promueven la construcción de acuerdos en lugar de las amenazas de imponer obstáculos, aranceles o las insensatas exigencias del desquiciado Trump por construir muros absurdos que pretendían la trastornada e imposible idea de dividir a nuestros pueblos.

En congruencia con los nuevos acuerdos y estrategias, esta semana, el gobierno gringo de Biden ya anunció la inversión de 800 millones de dólares en Centroamérica, a fin de coadyuvar en la contención la creciente pobreza y aminorar lo consecuente delincuencia, que obliga a los pobres a huir de sus países.

En el caso de México, una nueva estrategia para contener la violencia y asesinatos impunes, ya debería pasar de abrazos a los delincuentes, para incidir directamente en la severa aplicación del rigor de las leyes, disminución del contrabando y tráfico de sofisticadas armas modernas, la reducción de asesinatos y bloquear las cuentas del narcotráfico con su dinero sucio.

Para mejorar las presentes y futuras relaciones de México con los Estados Unidos de América, además de las reuniones entre funcionarios del más alto nivel, es imperativo que los mismos presidentes de nuestras naciones se reúnan cuanto antes, y de manera semestral en la línea fronteriza. Asimismo, deberemos atender con mayor inteligencia y determinación la grave crisis de delincuencia, crímenes e inseguridad que México sufre desde hace dos sexenios y lo que va de este.

En otro orden de ideas, no es posible dejar de mencionar en esta semana el otorgamiento del Premio Nobel de Economía a tres colegas estadounidenses: David Card, de Berkeley; Joshua D. Angrist, del MIT; y Guido W. Imbens, de Stanford, por sus trabajos para entender de mejor manera el funcionamiento de los mercados del factor trabajo, el factor más importante de la economía.

Qué bien que, en esta ocasión, la temática galardonada con el Nobel de Economía se salió de los virtuales asuntos financieros, para aterrizar mejor en los sectores o factores productivos, o en los temas más pertinentes del mundo real como el trabajo o la conservación de los empleos.

Como desde hace años lo hemos analizado en esta Visión Económica, alguna parte de las aportaciones de los premiados y por ello reconocidos mundialmente, referencian o concluyen con la polémica hipótesis de que: un aumento en los salarios no necesariamente provoca un aumento en la inflación.

Nosotros hemos argumentado que cuando una economía se encuentra muy lejos del pleno empleo o muy adentro de la curva de posibilidades de producción y lejos de su frontera de producción, sí sería posible aumentar los salarios mínimos sin que por este evento se incrementen los precios. Empero el espacio se agotó y en otra entrega abordaremos este importante suceso internacional del Premio Nobel de Economía 2021.

Este miércoles 13, el México Center del Baker Institute, de la Universidad Rice en Houston, Texas, realizó un encuentro entre embajadores y expertos de los dos países vecinos, con las temáticas acerca de lo que se puede, y lo que no se puede hacer, para mejorar las complejas relaciones, las más difíciles del mundo, entre los dos países vecinos.

La próxima semana compartiremos las conclusiones y recomendaciones derivadas del evento, pero por lo pronto, comentamos acerca de la instrumentación de una nueva agenda bilateral, que hoy enfatiza más en los temas de seguridad, en primer lugar, y después los tradicionales, muy importantes tópicos de economía y migración.

Lo bueno de ahora parece ser que desde septiembre se retomaron los diálogos socioeconómicos de alto nivel, que hoy se centran en la reactivación económica y en la canalización de inversiones al Sureste mexicano y a Centroamérica. Hay que recordar que estos diálogos habían sido cancelados durante cuatro años por Donald Trump y ahora se reinician por Joe Biden.

En esto debemos reconocer las novedosas estrategias de la vicepresidente Kamala Harris y el presidente Joe Biden, quienes hoy promueven la construcción de acuerdos en lugar de las amenazas de imponer obstáculos, aranceles o las insensatas exigencias del desquiciado Trump por construir muros absurdos que pretendían la trastornada e imposible idea de dividir a nuestros pueblos.

En congruencia con los nuevos acuerdos y estrategias, esta semana, el gobierno gringo de Biden ya anunció la inversión de 800 millones de dólares en Centroamérica, a fin de coadyuvar en la contención la creciente pobreza y aminorar lo consecuente delincuencia, que obliga a los pobres a huir de sus países.

En el caso de México, una nueva estrategia para contener la violencia y asesinatos impunes, ya debería pasar de abrazos a los delincuentes, para incidir directamente en la severa aplicación del rigor de las leyes, disminución del contrabando y tráfico de sofisticadas armas modernas, la reducción de asesinatos y bloquear las cuentas del narcotráfico con su dinero sucio.

Para mejorar las presentes y futuras relaciones de México con los Estados Unidos de América, además de las reuniones entre funcionarios del más alto nivel, es imperativo que los mismos presidentes de nuestras naciones se reúnan cuanto antes, y de manera semestral en la línea fronteriza. Asimismo, deberemos atender con mayor inteligencia y determinación la grave crisis de delincuencia, crímenes e inseguridad que México sufre desde hace dos sexenios y lo que va de este.

En otro orden de ideas, no es posible dejar de mencionar en esta semana el otorgamiento del Premio Nobel de Economía a tres colegas estadounidenses: David Card, de Berkeley; Joshua D. Angrist, del MIT; y Guido W. Imbens, de Stanford, por sus trabajos para entender de mejor manera el funcionamiento de los mercados del factor trabajo, el factor más importante de la economía.

Qué bien que, en esta ocasión, la temática galardonada con el Nobel de Economía se salió de los virtuales asuntos financieros, para aterrizar mejor en los sectores o factores productivos, o en los temas más pertinentes del mundo real como el trabajo o la conservación de los empleos.

Como desde hace años lo hemos analizado en esta Visión Económica, alguna parte de las aportaciones de los premiados y por ello reconocidos mundialmente, referencian o concluyen con la polémica hipótesis de que: un aumento en los salarios no necesariamente provoca un aumento en la inflación.

Nosotros hemos argumentado que cuando una economía se encuentra muy lejos del pleno empleo o muy adentro de la curva de posibilidades de producción y lejos de su frontera de producción, sí sería posible aumentar los salarios mínimos sin que por este evento se incrementen los precios. Empero el espacio se agotó y en otra entrega abordaremos este importante suceso internacional del Premio Nobel de Economía 2021.