/ domingo 19 de diciembre de 2021

Visión económica | Tristeza decembrina de los migrantes

En el feliz entorno del espíritu navideño de México y Estados Unidos, no podemos pecar de negligentes e indolentes dejando de percibir la terrible tragedia que han sufrido, están sufriendo y que durante todo el año nuevo 2022 sufrirán los miles de migrantes, mayormente mexicanos, que pretenden cruzar hacia el Norte sin documentos migratorios, en nuestra frontera entre Sonora y Arizona, aparte de toda la línea fronteriza y el Rio Bravo o Grande, que delimita la geografía política de nuestras naciones vecinas.

No debemos soslayar esta desdichada crisis, y ahora reconfirmamos parámetros de esta tragedia humanitaria, con la información de una exhaustiva investigación periodística de campo, realizada por los magníficos investigadores Curt Prendergast y Alex Devoid, para el prestigiado diario Arizona Daily Star, de Tucson, Arizona; misma que analizamos con otra investigación reciente del periódico estadounidense USA Today y del Arizona Republic. De ambas publicaciones en esta primera semana de diciembre, comprobamos que, como nunca antes, el número de migrantes capturados este año por la Patrulla Fronteriza, y quienes huyen de sus lugares de origen, se ha incrementado peligrosamente, superando el millón de personas en toda la frontera. Esta realidad también es hoy documentada por investigaciones de Clara Migoya y Rafael Carranza, para el Arizona Republic.

En la línea fronteriza entre Sonora y Arizona, estos estudios citan que el número de personas intentando cruzar la frontera había disminuido de 700 mil en el año 2000, hasta los 79 mil, hace un lustro durante el aterrador gobierno amenazante de Trump, y cuando se sufría menor delincuencia y criminalidad en México y Centroamérica.

Sin embargo, al aumentar la actual violencia, los asesinatos y la pobreza masiva, además de la renovada ilusión de reforma migratoria prometida por el presidente Joe Biden, se incrementa el número de mexicanos y centroamericanos que huyen hacia el Norte; y tan sólo en el sector de Tucson, de enero y hasta septiembre 2021, ya se reportan capturas de 285,313 personas indocumentadas mayormente de México y Guatemala. El número de migrantes es mayor en virtud de que hay muchos más que no son capturados o registrados.

Hoy en día, esta crisis humanitaria se agrava terriblemente cuando los migrantes que no son rescatados por la Patrulla Fronteriza, mueren en el desierto Sonora Arizona. Esta es la brutal e infame realidad actual que a la mayoría del pueblo noble y sabio poco les interesa. Esta es la terrible tragedia humanitaria que los políticos y gobernantes de ambos lados de la frontera no atienden debidamente.

Ahora y aquí mismo el problema se agrava con la reciente imposición del Gobierno estadounidense de la estrategia trumpista del procedimiento “quédate en México” para los migrantes, quienes enfrentan el inhumano proceso de la lenta burocracia gringa durante la tramitación de sus solicitudes de asilo. Nada más veamos el grave problema socioeconómico, demográfico, de salud pública y de seguridad que siempre se nos presenta en Nogales al tener que alojar, sin recursos municipales, a los cientos de migrantes que incrementan su población flotante.

Pero la desesperación de los migrantes no les permite esperar en la frontera en condiciones infrahumanas y arriesgan sus vidas intentando cruzar por el peligroso desierto. En consecuencia, miles de personas mueren debido a las inclementes condiciones o peligros del desierto; y, la sociedad y gobernantes permanecen miserablemente indiferentes a esta despiadada realidad. Por ejemplo, los tres últimos presidentes gringos nunca instrumentaron estrategias de política migratoria, in situ, en la frontera, para disminuir estas cifras mortales.

Durante los dos cuatrienios de ambos George Bush, padre e hijo, murieron 1,403 personas en el desierto al Suroeste de Tucson; en los dos periodos de Barack Obama aquí fallecieron 1,547; durante los cuatro años del antiinmigrante aterrador gobierno de Donald Trump (se animaban menos), murieron 648 migrantes; y, ahora con Biden, solo en nueve meses se han muerto 311, en el mismo desierto en Arizona. La triste realidad funesta es que la cantidad de muertos aumenta cada día porque vienen más; y, debido también al cambio climático, y el excesivo calor desértico sería la causa principal de las muertes, al sufrirse temperaturas arriba de los 40 grados centígrados, durante más de 80 días en los veranos.

Así que si bien esta trágica crisis humanitaria presenta algunas de sus causas originales en las regiones del Sur; el Estado, sociedad y Gobierno, deben aplicar mejores estrategias y más recursos para atender a los migrantes aquí mismo, en ambos lados de la frontera, y sobre todo en las zonas mas agrestes y peligrosas del desierto, a fin de evitar tantas muertes inocentes. No podemos ignorar esta tristeza de nuestros hermanos migrantes.


En el feliz entorno del espíritu navideño de México y Estados Unidos, no podemos pecar de negligentes e indolentes dejando de percibir la terrible tragedia que han sufrido, están sufriendo y que durante todo el año nuevo 2022 sufrirán los miles de migrantes, mayormente mexicanos, que pretenden cruzar hacia el Norte sin documentos migratorios, en nuestra frontera entre Sonora y Arizona, aparte de toda la línea fronteriza y el Rio Bravo o Grande, que delimita la geografía política de nuestras naciones vecinas.

No debemos soslayar esta desdichada crisis, y ahora reconfirmamos parámetros de esta tragedia humanitaria, con la información de una exhaustiva investigación periodística de campo, realizada por los magníficos investigadores Curt Prendergast y Alex Devoid, para el prestigiado diario Arizona Daily Star, de Tucson, Arizona; misma que analizamos con otra investigación reciente del periódico estadounidense USA Today y del Arizona Republic. De ambas publicaciones en esta primera semana de diciembre, comprobamos que, como nunca antes, el número de migrantes capturados este año por la Patrulla Fronteriza, y quienes huyen de sus lugares de origen, se ha incrementado peligrosamente, superando el millón de personas en toda la frontera. Esta realidad también es hoy documentada por investigaciones de Clara Migoya y Rafael Carranza, para el Arizona Republic.

En la línea fronteriza entre Sonora y Arizona, estos estudios citan que el número de personas intentando cruzar la frontera había disminuido de 700 mil en el año 2000, hasta los 79 mil, hace un lustro durante el aterrador gobierno amenazante de Trump, y cuando se sufría menor delincuencia y criminalidad en México y Centroamérica.

Sin embargo, al aumentar la actual violencia, los asesinatos y la pobreza masiva, además de la renovada ilusión de reforma migratoria prometida por el presidente Joe Biden, se incrementa el número de mexicanos y centroamericanos que huyen hacia el Norte; y tan sólo en el sector de Tucson, de enero y hasta septiembre 2021, ya se reportan capturas de 285,313 personas indocumentadas mayormente de México y Guatemala. El número de migrantes es mayor en virtud de que hay muchos más que no son capturados o registrados.

Hoy en día, esta crisis humanitaria se agrava terriblemente cuando los migrantes que no son rescatados por la Patrulla Fronteriza, mueren en el desierto Sonora Arizona. Esta es la brutal e infame realidad actual que a la mayoría del pueblo noble y sabio poco les interesa. Esta es la terrible tragedia humanitaria que los políticos y gobernantes de ambos lados de la frontera no atienden debidamente.

Ahora y aquí mismo el problema se agrava con la reciente imposición del Gobierno estadounidense de la estrategia trumpista del procedimiento “quédate en México” para los migrantes, quienes enfrentan el inhumano proceso de la lenta burocracia gringa durante la tramitación de sus solicitudes de asilo. Nada más veamos el grave problema socioeconómico, demográfico, de salud pública y de seguridad que siempre se nos presenta en Nogales al tener que alojar, sin recursos municipales, a los cientos de migrantes que incrementan su población flotante.

Pero la desesperación de los migrantes no les permite esperar en la frontera en condiciones infrahumanas y arriesgan sus vidas intentando cruzar por el peligroso desierto. En consecuencia, miles de personas mueren debido a las inclementes condiciones o peligros del desierto; y, la sociedad y gobernantes permanecen miserablemente indiferentes a esta despiadada realidad. Por ejemplo, los tres últimos presidentes gringos nunca instrumentaron estrategias de política migratoria, in situ, en la frontera, para disminuir estas cifras mortales.

Durante los dos cuatrienios de ambos George Bush, padre e hijo, murieron 1,403 personas en el desierto al Suroeste de Tucson; en los dos periodos de Barack Obama aquí fallecieron 1,547; durante los cuatro años del antiinmigrante aterrador gobierno de Donald Trump (se animaban menos), murieron 648 migrantes; y, ahora con Biden, solo en nueve meses se han muerto 311, en el mismo desierto en Arizona. La triste realidad funesta es que la cantidad de muertos aumenta cada día porque vienen más; y, debido también al cambio climático, y el excesivo calor desértico sería la causa principal de las muertes, al sufrirse temperaturas arriba de los 40 grados centígrados, durante más de 80 días en los veranos.

Así que si bien esta trágica crisis humanitaria presenta algunas de sus causas originales en las regiones del Sur; el Estado, sociedad y Gobierno, deben aplicar mejores estrategias y más recursos para atender a los migrantes aquí mismo, en ambos lados de la frontera, y sobre todo en las zonas mas agrestes y peligrosas del desierto, a fin de evitar tantas muertes inocentes. No podemos ignorar esta tristeza de nuestros hermanos migrantes.