Al entrar al bello y rico café Taza Madero, ubicado en la zona céntrica de la ciudad, se podía percibir un ambiente tan agradable, además del olor a libros viejos, que por las noches o a cualquier hora, las personas se sentaban a leerlos mientras disfrutaban de su té chai o cualquier otra bebida.
Lamentablemente, cuando Taza Madero cerró por la contingencia sanitaria, estos libros tenían que continuar en algún lugar seguro, por lo que los dueños de esta peculiar cafetería, Lorena Enríquez y Omar Bravo decidieron donarlos.
“Cuando abrimos el café, tanto Omar como yo trabajábamos en el programa de Sala Nacional de Lectura, porque siempre nos ha interesado fomentar el hábito de leer, entonces hacíamos presentaciones, intercambio de libros, siempre tratamos de hacer una librería, aunque se vendían pocos”, contó.
Si bien es cierto, Taza Madero, además de su delicioso café y alimentos, su esencia también radicaba en la gran cantidad de libros que este lugar tenía, que la mayoría de ellos fueron donados o intercambiados en el “trueque” por muchos lectores durante varios años.
“Cuando teníamos la mesa de intercambio de libros, hubo mucha gente solidaria que los donaba, pero muchas veces el intercambio no era muy justo porque había gente que dejaba libros bellísimos y otras veces no dejaban algo tan lindo. Recuerdo que cuando veíamos libros interesantes, Omar y yo se los llevábamos a los niños de El Choyudo, los apartábamos en una caja y también a la Universidad de Benito Juárez”, detalló.
La Universidad de Benito Juárez, al inicio no contaba con una biblioteca, entonces ambos optaron por crear una convocatoria para apoyar con libros a esta institución, y lograron recaudar material académico y literario.
Aunque Taza Madero fungía como una cafetería día y noche, también era reconocida por la gran cantidad de libros con los que contaba, mismos que actualmente están en buenas manos, como en el Albergue Casa Amiga y con la cronista de Nácori Chico, quien tiene una sala de lectura.
“Los libros del intercambio se fueron con una cronista, mediadora de lectura, Cristina Murrieta, porque tiene una sala de lectura allá y en una ocasión que la vi me comentó que ella se los podía llevar y buscarles un lugar adecuado. Pero también nos quedamos con libros, aquí los tenemos guardados, pero, además, se los regalamos a un albergue”, dijo.
Casa Amiga alberga a personas migrantes, por lo general llegan hombres de cualquier edad y son quienes toman los libros o revistas que donaron Lorena y Omar a este lugar, por lo tanto, se encuentran en muy buenas manos y siendo utilizados diariamente.
“Las personas que habitan en Casa Amiga, antes de dormir toman algún libro o revista para leer. Incluso leen por lo general cosas de México, son como el éxito de ellos, les gustan mucho”, mencionó.
Por otra parte, comentó que hasta el momento no tienen una fecha estimada para abrir nuevamente la cafetería, ya que la emergencia sanitaria continúa en la ciudad, pero además será necesario contar con el apoyo de las personas.
“Creo que para poder regresar tendríamos que buscar un apoyo en un socio y que todos dejáramos de tener miedo a contagiarnos en espacios públicos y que todo estuviera en mejores condiciones”, dijo.