/ viernes 10 de septiembre de 2021

"Domingo de fraternidad en el barrio", un escrito de Carlos Sánchez

El escritor Carlos Sánchez relata cómo es un domingo en el barrio donde vive y creció; un domingo cualquiera con los vecinos del lugar

Y qué si los años pasan. La historia que se construye al lado de los hijos. En las arterias del barrio.

Se funda la familia y a la par se construye el entorno, el espacio en el cual han de crecer los retoños que brotan de la entraña.

Un día de pronto volteamos a los lados y vemos que nuestros hijos nos rebasan. Sus proyectos que son nuestros, idéntico el porvenir del barrio que habitamos.

También te puede interesar: Lengua seri recibe su norma de escritura oficial; buscan conservar su cultura

Lo dimos todo, lo que es más preciso, ellas, nuestras madres, lo dieron todo. Ahora el otoño llama a la puerta de cada una de ellas, en su edad de caminar despacio, desocupadas del andar a la carrera en esa búsqueda de pan para sus críos. Y las tenemos aquí. Las sabemos con la nostalgia en la mirada, en la ternura de sus manos.

Urden entonces. En ese tiempo claustrofóbico que puede contener los domingos. En esas mañanas en la cual la necesidad de diálogo se hace presente.

Por eso es que coinciden y se organizan, acuerdan y de pronto se ven reunidas en el comedor de la casa de doña Trinidad Núñez, legendaria ama de casa, ícono del barrio el Jito, la señora de las manos benditas en la cocina de ese también legendario Café Nely.

Y están allí, dando curso de los acontecimientos de la semana, acudiendo con puntualidad a los proyectos de vida, compartiendo lo que son, sus obsesiones, sus incertidumbres, el deseo del porvenir.

Desayunan temprano, hay chivichangas, tacos dorados, gorditas. El menú tradicional de lo que bien se aprende y se ejerce en la cultura culinaria que les han legado sus ancestros.

Dice doña Guadalupe Noriega que las reuniones dominicales le sirven de terapia, que allí las conversaciones le ayudan sacar lo que trae dentro. Guadalupe es una mujer que respeta el viento en su caminar, y que su historia toda se concentra en el barrio, porque aquí nació, porque aquí nacieron sus hijos.

En estas reuniones priva la fraternidad, el abrazo colectivo desde la mirada. La comprensión implícita entre ellas, la solidaridad que es la prestancia de los oídos. Decir y reaccionar con un abrazo.

Celebrar los cumpleaños, abanicar el alma con ese objeto de billetes, porque el regalo es un aliciente. Aportar la cuota mensual, para que al llegar el fin de año el ahorro se convierta en regalo, la búsqueda de dulces para los nietos.

Por aquí se van las mañanas de domingo, en el transcurrir de la vida y la celebración de los que están, en las desolaciones de los ausentes. El menú más exquisito que es la compañía, porque fraternizar se ha vuelto el proyecto más urgente cuando los años dan pie a la reflexión, a esas demasiadas horas de ocio cuando ya los pendientes laborales pasaron a la historia.

Enedina Búsani trasciende los imposibles desde la mirada. Habla con los ojos y sus manos son la prueba fehaciente del amor por los hijos, a los que sacó adelante. No duda en decir una de sus frases célebres y prende la mecha de la risa. ‘Ándale tú, loquito’. Y luego agarra el paso junto a doña Guadalupe Noriega, en ese retorno hacia las puertas de su hogar.

Pero antes ya Siria Coronado ha expuesto sobre la importancia de las reuniones. La tan anhelada llegada del domingo para coincidir. Lo ha dicho y los ojos de María Elena y la Nelly Grijalva, se conectan con el tema tan lleno de verdad. Porque los domingos abren sus alas en el hogar de doña Trini, donde las novedades, fortunas e infortunios, son tema para la sobremesa, entre sorbos de café.

Así los domingos de fraternidad en el barrio. Dando cuenta de las novedades, con la añoranza de quienes se adelantaron en el camino, como es el caso de Isela Coronado, hermana de Siria.

Y a la espera de coincidir con esas otras voces que de pronto se ausentan, pero han de regresar: Loly Coronado, Alicia Ochoa, Magy Urías, Adelita Yepiz.

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Así las mañanas de domingo, aspirando a la ilusión de esas mañanas en que las aves alumbran los callejones del barrio el Jito con su canto, y donde los árboles son callados vigías de las esperanzas que se fraguan en el interior del recinto sagrado que es la cocina de doña Trini. Porque es domingo y la fraternidad espera.

Y qué si los años pasan. La historia que se construye al lado de los hijos. En las arterias del barrio.

Se funda la familia y a la par se construye el entorno, el espacio en el cual han de crecer los retoños que brotan de la entraña.

Un día de pronto volteamos a los lados y vemos que nuestros hijos nos rebasan. Sus proyectos que son nuestros, idéntico el porvenir del barrio que habitamos.

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Lo dimos todo, lo que es más preciso, ellas, nuestras madres, lo dieron todo. Ahora el otoño llama a la puerta de cada una de ellas, en su edad de caminar despacio, desocupadas del andar a la carrera en esa búsqueda de pan para sus críos. Y las tenemos aquí. Las sabemos con la nostalgia en la mirada, en la ternura de sus manos.

Urden entonces. En ese tiempo claustrofóbico que puede contener los domingos. En esas mañanas en la cual la necesidad de diálogo se hace presente.

Por eso es que coinciden y se organizan, acuerdan y de pronto se ven reunidas en el comedor de la casa de doña Trinidad Núñez, legendaria ama de casa, ícono del barrio el Jito, la señora de las manos benditas en la cocina de ese también legendario Café Nely.

Y están allí, dando curso de los acontecimientos de la semana, acudiendo con puntualidad a los proyectos de vida, compartiendo lo que son, sus obsesiones, sus incertidumbres, el deseo del porvenir.

Desayunan temprano, hay chivichangas, tacos dorados, gorditas. El menú tradicional de lo que bien se aprende y se ejerce en la cultura culinaria que les han legado sus ancestros.

Dice doña Guadalupe Noriega que las reuniones dominicales le sirven de terapia, que allí las conversaciones le ayudan sacar lo que trae dentro. Guadalupe es una mujer que respeta el viento en su caminar, y que su historia toda se concentra en el barrio, porque aquí nació, porque aquí nacieron sus hijos.

En estas reuniones priva la fraternidad, el abrazo colectivo desde la mirada. La comprensión implícita entre ellas, la solidaridad que es la prestancia de los oídos. Decir y reaccionar con un abrazo.

Celebrar los cumpleaños, abanicar el alma con ese objeto de billetes, porque el regalo es un aliciente. Aportar la cuota mensual, para que al llegar el fin de año el ahorro se convierta en regalo, la búsqueda de dulces para los nietos.

Por aquí se van las mañanas de domingo, en el transcurrir de la vida y la celebración de los que están, en las desolaciones de los ausentes. El menú más exquisito que es la compañía, porque fraternizar se ha vuelto el proyecto más urgente cuando los años dan pie a la reflexión, a esas demasiadas horas de ocio cuando ya los pendientes laborales pasaron a la historia.

Enedina Búsani trasciende los imposibles desde la mirada. Habla con los ojos y sus manos son la prueba fehaciente del amor por los hijos, a los que sacó adelante. No duda en decir una de sus frases célebres y prende la mecha de la risa. ‘Ándale tú, loquito’. Y luego agarra el paso junto a doña Guadalupe Noriega, en ese retorno hacia las puertas de su hogar.

Pero antes ya Siria Coronado ha expuesto sobre la importancia de las reuniones. La tan anhelada llegada del domingo para coincidir. Lo ha dicho y los ojos de María Elena y la Nelly Grijalva, se conectan con el tema tan lleno de verdad. Porque los domingos abren sus alas en el hogar de doña Trini, donde las novedades, fortunas e infortunios, son tema para la sobremesa, entre sorbos de café.

Así los domingos de fraternidad en el barrio. Dando cuenta de las novedades, con la añoranza de quienes se adelantaron en el camino, como es el caso de Isela Coronado, hermana de Siria.

Y a la espera de coincidir con esas otras voces que de pronto se ausentan, pero han de regresar: Loly Coronado, Alicia Ochoa, Magy Urías, Adelita Yepiz.

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Así las mañanas de domingo, aspirando a la ilusión de esas mañanas en que las aves alumbran los callejones del barrio el Jito con su canto, y donde los árboles son callados vigías de las esperanzas que se fraguan en el interior del recinto sagrado que es la cocina de doña Trini. Porque es domingo y la fraternidad espera.

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