/ lunes 8 de marzo de 2021

Las pintas feministas, una protesta que vale la pena conservar tras el 8M

A pesar de su percepción como un acto vandálico por gran parte de la población, el grafiti tiene una importancia histórica y social

El grafiti o las “pintas” se han vuelto un sinónimo de las protestas feministas que han tomado fuerza en los últimos años con el reclamo de una sociedad más justa y segura para las mujeres, siendo a la vez una de sus características más importantes y también de las más criticadas.

A pesar de generar opiniones encontradas en la sociedad, el grafiti podría también ser una de las herramientas más importantes para entender la situación de las mujeres en el país, tanto en el presente inmediato como de forma histórica.

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En el marco de este 8 de marzo la pandemia de Covid-19 hará que los colectivos de mujeres en México no puedan salir en protesta masiva como en años pasados lo habían hecho, en marchas hacia las sedes del gobierno. Aún así, las pintas han aparecido nuevamente en todo el país, iniciando por las vallas metálicas que resguardan el Palacio Nacional de las ya esperadas intervenciones, de nuevo aparece un mensaje tan repetido anteriormente como desafortunado en su significado: Justicia y libertad, ya.

Legitimando la protesta

En 2019, luego de que el monumento al Ángel de la independencia fuera intervenido durante las protestas de ese año, el colectivo “Restauradoras con Glitter”, conformado por mujeres especializadas en la restauración y preservación de monumentos históricos, emitió un comunicado conjunto en el que señalaban las “descalificaciones” emitidas por medios de comunicación nacionales hacia las manifestaciones y las mujeres involucradas.

“Consideramos que, por su alta relevancia social, histórica y simbólica, las pintas deben ser documentadas minuciosamente por profesionales con el objetivo de enfatizar y mantener viva la memoria colectiva sobre este acontecimiento y sus causas, así como promover una toma de conciencia para plantear y gestionar soluciones al problema de fondo.”

Además de abogar por una documentación completa de las intervenciones realizadas al Ángel de la Independencia, el colectivo hizo un llamado a los profesionales de la conservación para no limpiar las pintas hasta que el gobierno Federal tomara acciones concretas para garantizar la seguridad de las mujeres.

A pesar de que “de ninguna forma” las especialistas promueven la realización de pintas, concuerdan en que el borrado de estas sin la realización de una documentación extensiva de sus causas y contexto contribuiría a callar de nuevo las voces que históricamente solo han levantado la atención de la sociedad cuando transgreden los regímenes establecidos, como lo son especialmente las mujeres en el país.

En marzo del año pasado la manifestación por el día Internacional de la Mujer en Hermosillo terminó con pintas en la Catedral Metropolitana, que al igual que en la mayoría de los casos fueron prontamente borradas por la comunidad católica de la ciudad con materiales y equipo proporcionadas por el Gobierno del Estado, externando su rechazo a estos actos.

No creen en la justicia mexicana

Al igual que otras formas de protesta, el grafiti genera una reacción adversa en la sociedad cuando se usa para cuestionar la raíz de los problemas sociales; es cuando el ojo público es confrontado con la realidad del problema fuera de los espacios “permitidos” para expresarlo, donde usualmente no reciben una fracción de la atención.

Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), solamente el 56% de las mujeres confiaba en instituciones como el ministerio público, repercutiendo en que solamente un 6.3% de los delitos sobre mujeres sean denunciados.

A través del grafiti es que el espacio público ve su propósito apropiado para la visibilizarían de problemas que son percibidos como ignorados o no afrontados propiamente por las autoridades, como los son los más de diez feminicidios ocurridos al día en el país según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH).

La documentación extensiva de las pintas y grafitis, así como un esfuerzo más grande para comprender las circunstancias que los llevaron a las paredes del país es una práctica que se mantiene en otros países para legitimar las luchas sociales en lugar de criminalizarlas, como ocurre cuando estas expresiones son borradas antes de poder ser comprendidas.

Como señala Fernando Tapia Grijalva, docente de la facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sonora, ha sido en no pocas ocasiones que los métodos de protesta que mayor revuelo causan anteceden a los cambios sociales más importantes de la sociedad, y por ello su preservación, comprensión y estudio adquiere mayor importancia.

Por otro lado, existe la natural reacción adversa de una parte importante de la población hacia este tipo de manifestaciones, que generalmente rechaza la afectación al espacio público como una forma legítima de protesta en lugar de verlo como una extensión natural de un movimiento. Es así que se genera una polémica materializada en murallas metálicas alrededor del palacio nacional.

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¿Es este un intento de controlar formas de protesta que por concepción son incontrolables? En un giro de acontecimientos, este muro instalado a principios de mes anteponiéndose a las protestas se ha convertido en una representación casi artística de la indisposición del Gobierno Federal a proponer soluciones reales al problema de la violencia contra las mujeres, como acusan colectivos nacionales.

Como concluye Restauradoras con Glitter: “El patrimonio cultural puede ser restaurado, sin embargo, las mujeres violentadas, abusadas sexualmente y torturadas nunca volverán a ser las mismas; las desaparecidas seguirán siendo esperadas por sus dolientes y las asesinadas jamás regresarán a su casa. Las vidas perdidas no pueden restaurarse, el tejido social sí”



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El grafiti o las “pintas” se han vuelto un sinónimo de las protestas feministas que han tomado fuerza en los últimos años con el reclamo de una sociedad más justa y segura para las mujeres, siendo a la vez una de sus características más importantes y también de las más criticadas.

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En el marco de este 8 de marzo la pandemia de Covid-19 hará que los colectivos de mujeres en México no puedan salir en protesta masiva como en años pasados lo habían hecho, en marchas hacia las sedes del gobierno. Aún así, las pintas han aparecido nuevamente en todo el país, iniciando por las vallas metálicas que resguardan el Palacio Nacional de las ya esperadas intervenciones, de nuevo aparece un mensaje tan repetido anteriormente como desafortunado en su significado: Justicia y libertad, ya.

Legitimando la protesta

En 2019, luego de que el monumento al Ángel de la independencia fuera intervenido durante las protestas de ese año, el colectivo “Restauradoras con Glitter”, conformado por mujeres especializadas en la restauración y preservación de monumentos históricos, emitió un comunicado conjunto en el que señalaban las “descalificaciones” emitidas por medios de comunicación nacionales hacia las manifestaciones y las mujeres involucradas.

“Consideramos que, por su alta relevancia social, histórica y simbólica, las pintas deben ser documentadas minuciosamente por profesionales con el objetivo de enfatizar y mantener viva la memoria colectiva sobre este acontecimiento y sus causas, así como promover una toma de conciencia para plantear y gestionar soluciones al problema de fondo.”

Además de abogar por una documentación completa de las intervenciones realizadas al Ángel de la Independencia, el colectivo hizo un llamado a los profesionales de la conservación para no limpiar las pintas hasta que el gobierno Federal tomara acciones concretas para garantizar la seguridad de las mujeres.

A pesar de que “de ninguna forma” las especialistas promueven la realización de pintas, concuerdan en que el borrado de estas sin la realización de una documentación extensiva de sus causas y contexto contribuiría a callar de nuevo las voces que históricamente solo han levantado la atención de la sociedad cuando transgreden los regímenes establecidos, como lo son especialmente las mujeres en el país.

En marzo del año pasado la manifestación por el día Internacional de la Mujer en Hermosillo terminó con pintas en la Catedral Metropolitana, que al igual que en la mayoría de los casos fueron prontamente borradas por la comunidad católica de la ciudad con materiales y equipo proporcionadas por el Gobierno del Estado, externando su rechazo a estos actos.

No creen en la justicia mexicana

Al igual que otras formas de protesta, el grafiti genera una reacción adversa en la sociedad cuando se usa para cuestionar la raíz de los problemas sociales; es cuando el ojo público es confrontado con la realidad del problema fuera de los espacios “permitidos” para expresarlo, donde usualmente no reciben una fracción de la atención.

Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), solamente el 56% de las mujeres confiaba en instituciones como el ministerio público, repercutiendo en que solamente un 6.3% de los delitos sobre mujeres sean denunciados.

A través del grafiti es que el espacio público ve su propósito apropiado para la visibilizarían de problemas que son percibidos como ignorados o no afrontados propiamente por las autoridades, como los son los más de diez feminicidios ocurridos al día en el país según datos del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH).

La documentación extensiva de las pintas y grafitis, así como un esfuerzo más grande para comprender las circunstancias que los llevaron a las paredes del país es una práctica que se mantiene en otros países para legitimar las luchas sociales en lugar de criminalizarlas, como ocurre cuando estas expresiones son borradas antes de poder ser comprendidas.

Como señala Fernando Tapia Grijalva, docente de la facultad de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sonora, ha sido en no pocas ocasiones que los métodos de protesta que mayor revuelo causan anteceden a los cambios sociales más importantes de la sociedad, y por ello su preservación, comprensión y estudio adquiere mayor importancia.

Por otro lado, existe la natural reacción adversa de una parte importante de la población hacia este tipo de manifestaciones, que generalmente rechaza la afectación al espacio público como una forma legítima de protesta en lugar de verlo como una extensión natural de un movimiento. Es así que se genera una polémica materializada en murallas metálicas alrededor del palacio nacional.

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Como concluye Restauradoras con Glitter: “El patrimonio cultural puede ser restaurado, sin embargo, las mujeres violentadas, abusadas sexualmente y torturadas nunca volverán a ser las mismas; las desaparecidas seguirán siendo esperadas por sus dolientes y las asesinadas jamás regresarán a su casa. Las vidas perdidas no pueden restaurarse, el tejido social sí”



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