Hablar sobre asesinos en serie, no es cosa sencilla. El adentrarte en sus pensamientos, conocer sus acciones y los motivos que los llevaron a cometerlas, siempre dará diversas opiniones y debates, sobre todo, cuando se trata de pederastas como lo fue Westley Dodd.
El Asesino de Niños
Westley Allan Dodd, nació en Richland, Washington un 3 de julio de 1961 y aunque a diferencia de muchos otros asesinos en serie, no sufrió algún tipo de abuso o carencias, si admitió tras su arresto que sus padres nunca le dieron una sola muestra de afecto.
Desde muy temprana edad, Westley destacó en la escuela como un chico sumamente inteligente y meticuloso, pero al mismo tiempo, era tachado por sus compañeros como alguien frío, raro y solitario.
Según palabras de varios de ellos, raramente se podía verlo sonreí, además de tratar todo su entorno con mucha apatía.
Con tan sólo 13 años de edad, ya mostraba conductas exhibicionistas, enseñaba sus genitales a través de la ventana en su casa o paseaba en su bicicleta estando completamente desnudo.
Aunque no es necesariamente vinculado con violencia, varios asesinos primero fueron exhibicionistas antes de dar su primer golpe.
En algunos reportes, también señalaban que Dodd, incluso cometía actos masoquistas. A pesar de que su familia estaba al tanto de su exhibicionismo, para ellos era algo molesto, pero pasajero, una situación a la cual le restaron importancia.
A sus cortos 13 años, Dodd toma la decisión de comenzar a violar a menores de edad, quienes lo atraían demasiado.
Por esos años, abusó de algunos primos suyos, así como de chicos del mismo vecindario y los hijos de una mujer que salía con su padre, el apetito sexual de Westley iba en aumento junto a sus fantasías cada vez más violentas.
A la edad de 15 años, Westley ya era un violador de menores consumado y su padre comenzaba a sospechar de las conductas de su hijo y aunque trato de hablar con él varias veces, nunca supo abordar correctamente la situación.
Dodd se unió como guía de los niños exploradores a la edad de 17 años con la intensión de estar más cerca de ellos y violarlos, de igual manera, solía visitar cines a funciones para niños. Se sentaba a esperar que algún niño se levantaba para ir al baño, lo seguía, abusaba de él y se iba.
Nunca uso la violencia, era metódico y calculador, se aprovechaba de niños de entre 2 y 8 años de edad, les ofrecía dinero, dulces o hasta juguetes.
Westley Dodd fue detenido un par de ocasiones y aunque no se pueda comprender, en ambas, fue dejado en libertad.
La primera ocasión, había tratado de llevarse a dos niñas pequeñas para abusar de ellas, pero fue detenido y dejado en libertad a las pocas horas.
Su segunda detención, se dio cuando trato de ofrecerle 50 dólares a dos menores para llevarlos a un motel. Incluso el mismo Dodd, reconoció a los oficiales que tenía la intensión de violarlos, pero volvió a ser dejado en libertad.
Conforme crecía, sus fantasías eran cada vez más macabras, incluyendo ya la tortura y hasta el asesinato.
Algo que caracterizo a Dodd, fueron los números diarios con los que contaba, mismos en los que descría sus deseos y en su momento, relataba de manera sumamente detallada todos sus crímenes. Posteriormente, estos diarios fueron usados como evidencias en el juicio.
Terror en Vancouver
A sus 20 años de edad, Dodd se mudó a Vancouver, Washington, merodeando el “David Douglas Park”, lugar que se convirtió en su “zona de caza”.
El 4 de septiembre de 1989, engaña a dos hermanos, Cole y William Neer de 11 y 10 años, respectivamente.
Los llevó a un lugar apartado dentro del parque, los ata y violaba reiteradas veces para finalmente asesinarlos a puñaladas.
El 29 de octubre, Dodd manejó hasta Portland, Oregón y se encontró con Lee Iseli, un pequeño niño de 4 años de edad en un patio de juegos de una escuela.
Lo raptó y violó en su departamento, buscando tranquilizarlo, lo sacó para comprarle un juguete, pero el niño se soltó a llorar y ante la pregunta de un empleado, mintió diciendo que era su sobrino, lo llevó a comer para regresar al departamento.
Dejó al niño viendo dibujos animados y tanto las violaciones como sus actos, los fue registrando en su diario, haciendo alusión de que lo mataría al día siguiente.
Violó al chico durante casi toda la noche, cuando amaneció, estranguló al niño y lo dejó colgando de un perchero en su closet en forma de trofeo, tomó fotografías, lo colocó en una bolsa de basura y lo abandonó cerca del lago Vancouver.
Al día siguiente, la policía encontró el cadáver del pequeño, por lo que, con ya tres asesinatos en la zona, comenzaron a buscar al culpable con más intensidad.
Debido al accionar de la policía, Dodd se mantuvo al margen de todo, paso más tiempo en su departamento y comenzó a desarrollar incluso un potro de torturas con el fin de usarlo con sus próximas víctimas, algo que afortunadamente, nunca ocurrió.
Detención y juicio
El 13 de noviembre de 1989, trató de secuestrar a James Kirk II de 6 años de edad en el baño del New Liberty Theatre en Camas, Washington, sin embargo, cuando este salía con él en los brazos, comenzó a llorar y patalear, alertando a los empleados.
Al salir del lugar, bajo al niño y se alejó en su auto, pero este se averió a los pocos metros. Para entonces, el novio de la madre del chico, había salido en su búsqueda, sometiendo a Dodd y llevándolo de regreso al cine de donde llamaron a la policía.
Las autoridades, consientes de los últimos asesinatos y de la razón por la cual arrestaron a Dodd, registraron su departamento y encontraron para su sorpresa el diario y todas las fotografías que había tomado a sus víctimas.
También fueron registrados el potro de torturas y manchas de sangre, así como objetos sexuales. Westley Dodd fue enjuiciado y encontrado culpable por abuso sexual a menores, violación y tres cargos de asesinato en primer grado, condenado a muerte.
Durante el juicio, Dodd no hizo nada por defenderse, aseguró siempre que era culpable y que incluso volvería a violar y matar menores si lo dejaban en libertad, afirmando que estaba dispuesto a morir si eso traía paz a las familias de las víctimas.
En otra declaración polémica, solicitó ser ejecutado por la horca, algo que no ocurría en Estados Unidos desde 1965.
En su estancia en el corredor de la muerte, se acercó a la religión y escribió “Cuando conoces a un extraño”, un panfleto de nueve páginas en el que Dodd explicaba con detalles las maneras en que un niño pequeño puede ahuyentar a un pederasta como él y salvar su vida, el cual fue difundido por un periódico local.
Este escrito, fue sumamente bien recibido por las comunidades, incluso llegando a exponerse en escuelas primarias. Muchos padres de familia, agradecieron con cartas a Dodd el poner ese tipo de conocimiento para ayudar a evitar nuevos casos similares al de él.
Muchos especialistas, aseguran que hubo mucha suerte al poder detener a Dodd cuando apenas comenzaba su carrera como asesino serial, pues podría haberse convertido en una tragedia aún mucho más grande.
Cuando su ejecución cada vez estaba más cerca, llegó a mandarse cartas con una madre soltera, incluso, su hijo le mando varias cartas, incluyendo una en el día del padre, pues se había convertido en una figura para él.
Sin embargo, Dodd nunca apeló su sentencia y en una entrevista dejo en claro sus pensamientos, “Terminar con todo será un alivio. Nunca tuve ninguna razón para vivir. Cuando me miro al espejo, veo a alguien que destruyó muchos niños y muchas familias y me destruí a mí mismo”.
“Pienso en Noah, amo a ese niño, tiene la misma edad que Lee tendría ahora… sólo quiero que el dolor desaparezca.”, señaló y después soltó a llorar.
Fue ejecutado el 5 de enero de 1993 en la horca y dejo sus últimas palabras ante un grupo de 12 personas que incluían a familiares de sus víctimas:
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“Una vez me preguntó alguien, no recuerdo quién, si existía una forma de detener a los delincuentes sexuales. Le dije que no, evidentemente me equivoqué… si hay esperanza. He encontrado tanto en el Señor Jesucristo… puedes buscar al Señor y encontrarás la paz”.
Aunque Dodd mostró indicios de culpa detrás de las rejas, es un hecho comprobado que los asesinos en serie, residen en un 100% en sus actos, situación que quizá él mismo sabía y por eso nunca optó por apelar a su sentencia.