/ sábado 2 de abril de 2022

Nuestros cerebros se están encogiendo y la ciencia aún no sabe por qué

Hay muchas dudas sobre nuestra evolución como especie; nuestra vida sedentaria y tecnológica ha cambiado las reglas

Si es que no morimos en un apocalipsis climático o el impacto de un asteroide ¿es probable que logremos evolucionar hacia una especie más avanzada de lo que somos en este momento? La humanidad es improbable, pues somos el resultado de 4 mil millones de años de evolución.

Lee también: El experimento del pequeño Albert, la prueba a un bebé de 11 meses que la historia no olvidará

La evolución nos moldeó; desde las moléculas autorreplicantes en los mares del Arcaico, hasta los peces sin ojos en las profundidades del Cámbrico, los mamíferos que huyen de los dinosaurios en la oscuridad y finalmente, de manera improbable, nosotros.

Es difícil predecir el futuro, el mundo probablemente cambiará de maneras que no podemos imaginar, pero sin duda la evolución no se detendrá con nosotros e incluso podríamos estar evolucionando más rápido que nunca.

Ponerle atención al pasado es quizás la mejor manera de mirar al futuro, desentrañar las tendencias que seguirán avanzando. Es probable que vayamos a ser más altos o que vivamos más tiempo, puede ser que tengamos una complexión ligera, menos agresivos, pero lo que parece ser seguro es que vayamos a tener cerebros más pequeños.

Se ha argumentado que la civilización acabó con la selección natural, en parte es cierto que las presiones selectivas que dominaron en el pasado han desaparecido en su mayoría, como depredadores, hambrunas o plagas.

Como la naturaleza no controla nuestra evolución, el entorno antinatural al cual llegamos a llamar nuestro hogar (cultura, tecnología, ciudades, etc.) produce presiones selectivas diferentes a las que enfrentamos en tiempos pasados.

Nuestra dieta cambió, empezamos a consumir granos y lácteos, desarrollamos genes para digerir el almidón y la leche. Las ciudades crearon las condiciones para que se propaguen las enfermedades, de igual manera mutaciones emergieron para la resistencia de enfermedades. Por alguna razón, nuestros cerebros se han vuelto más pequeños.

A partir de aquí utilizaré la especulación, pero es casi seguro que los humanos evolucionarán para vivir más. Los ciclos de vida evolucionan en respuesta a las tasas de mortalidad, es decir, a menos muertes, más lento el proceso.

El sedentarismo cambió las reglas de la evolución / Foto: Cortesía | Pixabay

En los últimos 2 millones de años, nuestros esqueletos se volvieron más livianos porque menos dependíamos de la fuerza bruta y más de herramientas y armas. La agricultura nos obligó a establecernos, nuestras vidas se volvieron más sedentarias, por lo que nuestra densidad ósea disminuyó. A medida que pasemos más tiempo detrás de escritorios, teclados y volantes, es probable que estas tendencias continúen.

Los trabajos modernos requieren cada vez más trabajar con personas, palabras y código: requieren cerebro, no músculo. Incluso para los trabajadores manuales (agricultores, pescadores, leñadores), maquinaria como tractores, sistemas hidráulicos y motosierras ahora soportan gran parte del trabajo. La fuerza física se vuelve menos necesaria, nuestros músculos seguirán encogiéndose.

Los primeros homínidos herbívoros tenían enormes molares y mandíbulas para moler vegetales fibrosos. Conforme cambiamos a la carne, comenzamos a cocinar los alimentos, las mandíbulas y los dientes se encogieron. Los alimentos procesados modernos (nuggets de pollo, Big Macs, helado de masa para galletas) necesitan aún menos esfuerzo.

Por último, nuestros cerebros y mentes, nuestra característica humana más distintiva, evolucionarán, quizás de manera espectacular. Durante los últimos 6 millones de años, el tamaño del cerebro de los homínidos se triplicó.

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No está claro si afecta la pérdida de masa cerebral a la inteligencia general. Tal vez perdimos ciertas habilidades, mientras mejoramos otras que son más relevantes para la vida moderna. Es posible que hayamos mantenido el poder de procesamiento al tener menos neuronas y además más pequeñas.

¿Podrían evolucionar nuevas especies humanas? Para que eso suceda, necesitaríamos poblaciones aisladas sujetas a distintas presiones selectivas. La distancia ya no nos aísla, pero teóricamente el aislamiento reproductivo podría lograrse mediante el apareamiento selectivo. Si las personas estuvieran segregadas culturalmente (casándose en función de la religión, la clase, la casta o incluso la política), podrían evolucionar poblaciones distintas, incluso especies.

Los debates sobre la evolución humana suelen mirar hacia atrás, como si los mayores triunfos y desafíos se encontraran en un pasado lejano. Pero a medida que la tecnología y la cultura entren en un período de cambio acelerado, nuestros genes también lo harán. Podría decirse que las partes más interesantes de la evolución no son los orígenes de la vida, sino lo que está sucediendo ahora mismo, nuestro presente.

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Si es que no morimos en un apocalipsis climático o el impacto de un asteroide ¿es probable que logremos evolucionar hacia una especie más avanzada de lo que somos en este momento? La humanidad es improbable, pues somos el resultado de 4 mil millones de años de evolución.

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La evolución nos moldeó; desde las moléculas autorreplicantes en los mares del Arcaico, hasta los peces sin ojos en las profundidades del Cámbrico, los mamíferos que huyen de los dinosaurios en la oscuridad y finalmente, de manera improbable, nosotros.

Es difícil predecir el futuro, el mundo probablemente cambiará de maneras que no podemos imaginar, pero sin duda la evolución no se detendrá con nosotros e incluso podríamos estar evolucionando más rápido que nunca.

Ponerle atención al pasado es quizás la mejor manera de mirar al futuro, desentrañar las tendencias que seguirán avanzando. Es probable que vayamos a ser más altos o que vivamos más tiempo, puede ser que tengamos una complexión ligera, menos agresivos, pero lo que parece ser seguro es que vayamos a tener cerebros más pequeños.

Se ha argumentado que la civilización acabó con la selección natural, en parte es cierto que las presiones selectivas que dominaron en el pasado han desaparecido en su mayoría, como depredadores, hambrunas o plagas.

Como la naturaleza no controla nuestra evolución, el entorno antinatural al cual llegamos a llamar nuestro hogar (cultura, tecnología, ciudades, etc.) produce presiones selectivas diferentes a las que enfrentamos en tiempos pasados.

Nuestra dieta cambió, empezamos a consumir granos y lácteos, desarrollamos genes para digerir el almidón y la leche. Las ciudades crearon las condiciones para que se propaguen las enfermedades, de igual manera mutaciones emergieron para la resistencia de enfermedades. Por alguna razón, nuestros cerebros se han vuelto más pequeños.

A partir de aquí utilizaré la especulación, pero es casi seguro que los humanos evolucionarán para vivir más. Los ciclos de vida evolucionan en respuesta a las tasas de mortalidad, es decir, a menos muertes, más lento el proceso.

El sedentarismo cambió las reglas de la evolución / Foto: Cortesía | Pixabay

En los últimos 2 millones de años, nuestros esqueletos se volvieron más livianos porque menos dependíamos de la fuerza bruta y más de herramientas y armas. La agricultura nos obligó a establecernos, nuestras vidas se volvieron más sedentarias, por lo que nuestra densidad ósea disminuyó. A medida que pasemos más tiempo detrás de escritorios, teclados y volantes, es probable que estas tendencias continúen.

Los trabajos modernos requieren cada vez más trabajar con personas, palabras y código: requieren cerebro, no músculo. Incluso para los trabajadores manuales (agricultores, pescadores, leñadores), maquinaria como tractores, sistemas hidráulicos y motosierras ahora soportan gran parte del trabajo. La fuerza física se vuelve menos necesaria, nuestros músculos seguirán encogiéndose.

Los primeros homínidos herbívoros tenían enormes molares y mandíbulas para moler vegetales fibrosos. Conforme cambiamos a la carne, comenzamos a cocinar los alimentos, las mandíbulas y los dientes se encogieron. Los alimentos procesados modernos (nuggets de pollo, Big Macs, helado de masa para galletas) necesitan aún menos esfuerzo.

Por último, nuestros cerebros y mentes, nuestra característica humana más distintiva, evolucionarán, quizás de manera espectacular. Durante los últimos 6 millones de años, el tamaño del cerebro de los homínidos se triplicó.

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No está claro si afecta la pérdida de masa cerebral a la inteligencia general. Tal vez perdimos ciertas habilidades, mientras mejoramos otras que son más relevantes para la vida moderna. Es posible que hayamos mantenido el poder de procesamiento al tener menos neuronas y además más pequeñas.

¿Podrían evolucionar nuevas especies humanas? Para que eso suceda, necesitaríamos poblaciones aisladas sujetas a distintas presiones selectivas. La distancia ya no nos aísla, pero teóricamente el aislamiento reproductivo podría lograrse mediante el apareamiento selectivo. Si las personas estuvieran segregadas culturalmente (casándose en función de la religión, la clase, la casta o incluso la política), podrían evolucionar poblaciones distintas, incluso especies.

Los debates sobre la evolución humana suelen mirar hacia atrás, como si los mayores triunfos y desafíos se encontraran en un pasado lejano. Pero a medida que la tecnología y la cultura entren en un período de cambio acelerado, nuestros genes también lo harán. Podría decirse que las partes más interesantes de la evolución no son los orígenes de la vida, sino lo que está sucediendo ahora mismo, nuestro presente.

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