Seguramente todos tienen en el vecindario a la famosa vecina chismosa, esa que todo quiere saber y que todo cuenta.
Pero esto no es lo único, a pesar de que sí hay personas que viven del chisme y para el chisme, todos los humanos cuentan con esta capacidad de “interés” por algo.
Se pudiera pensar que un chisme no tiene nada de malo, o que comenzar a difundir información que no es completamente verídica no va generar problemas a corto o largo plazo.
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La realidad es que el “chisme” es aquello que se cuenta con intenciones de difamar o dañar a alguien, y esta práctica ha existido desde que la humanidad vive en sociedades.
Eduardo Calixto, neurólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), comparte que antropológicamente existen dos tipos de chisme: el Funcionalista y el Interaccionista
Hablar de chisme funcionalista, significa generar una divulgación que sirva para obtener un beneficio.
Por otro lado, el chisme interaccionista es el que sirve para interactuar socialmente en un grupo pequeño por lo que su impacto será de igual forma limitado.
¿Por qué nos gusta tanto el chisme?
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El neurólogo Eduardo Calixto explica que el cerebro goza de escuchar un chisme, pues se estimula al crear e imaginar historias.
Esto provoca una liberación de neurotransmisores de placer, como la dopamina, betaendorfina y cortisol.
Al liberarlas, logra que el proceso de estrés causado por la historia que se comunica termine en un disfrute total para las personas.
Además, el chisme es considerado un mensaje que rompe las reglas, ya que comparte información prohibida o confidencial de una persona.
Claro que todo lo prohibido resulta ser más atractivo, ¿has contado algo que no debías de otra persona?, seguramente la respuesta es “sí”, al menos en una ocasión.
Ahora sabes que no sólo es por que eres una persona chismosa, si no que está comprobado que al cerebro le gusta recibir tal información.
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