La amplia variedad de la gastronomía sonorense ofrece a propios y extraños preparaciones con la diversidad y los nombres de cada región, de cada familia y de cada cocinero.
Cocinar es un acto de amor y este último es un ingrediente básico como la sazón de quien elabora un platillo; no solo basta la receta, la intención que le pones a tus suministros es fundamental.
Es por ello que los platillos, bebidas y postres hechos en Sonora llevan como ingrediente esencial cómo somos, la calidez, la bonhomía y la generosidad.
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Ya hemos escrito sobre cómo hacer tortillas, tamales, calditos -para quitarnos el calor en verano-; atoles y tesgüín, pero ¿qué tal te caería en este momento una coyota, un jamoncillo, o una nieve de pitaya?
Los postres hechos con recetas sonorenses son elaborados con productos naturales como leche, cacahuates y frutas o vegetales; siempre resistentes al tiempo, es decir, de larga duración, como muchas comidas, confeccionadas para “soportar” el calor y que no “se descompongan”. ¿Compartimos algunos?
Coyotas del pueblo
Se preparan en toda la entidad, son producto de exportación, y en toda mesa son siempre bien recibidas. Se trata de las famosas coyotas del pueblo, elaboradas con harina de trigo, manteca vegetal y relleno de piloncillo, cuando se habla de las tradicionales.
Otros rellenos que se le ponen, y que se consideran “más modernos” son: jamoncillo, dátil, coco, dulce de guayaba, mermelada higo y hasta nieve, ¿cuál es tu preferida? Puedes acompañarlas con café, leche y también solitas son buenas, en platito o en la mano.
Empanadas de calabaza
Elaboradas con harina de trigo, manteca vegetal, unas pizcas de sal y otras de carbonato, y con un relleno de pulpa de calabaza endulzada con miel de panocha o piloncillo (en algunos países también le llaman panela), las empanadas de calabaza, también son un excelente acompañante para tu cafecito.
El postre ideal para el sonorense de tradiciones bien arraigadas; puedes comerla recién hecha, tomándola de la hoja que sale del horno (con precaución porque puedes quemarte la boca), o compararlas en el mercado o en la tienda en paquetes de cuatro o cinco.
Un buen empanadón (porque son de gran tamaño) te devuelve el alma al cuerpo, te da sentido de pertenencia, te hace sonreír.
Pipitoria o pepitoria
Con este postrecito hay algunas polémicas respecto al nombre, pipitoria o pepitoria, lo determina el lugar donde te encuentres; depende de la persona que la prepara, la empaca, la vende y la consume.
Con e o con i, los insumos básicos son piloncillo fundido, cacahuate pelado y tostado, unas pizcas de sal para potenciar el sabor y un poco de carbonato para que no resulte indigesto… No olvides las pizcas de amor en cada receta.
También puedes ponerles otro tipo de semillas, como las de girasol, ajonjolí o de calabaza. También hay quien les llama palanquetas.
Nieve de pitaya
De sencilla preparación, gran color encendido y sabor inigualable, la nieve de pitaya es un postre de temporada. Del verano, antes de que llueva.
La fruta del desierto cuyo nombre también se disputa entre quienes la consumen y lo escriben, pitaya o pitahaya; verde por fuera, roja por dentro; obtenida en el monte, durante la madrugada y con espinas.
Este fruto del desierto llega a tus manos, y a tu paladar, luego de que alguien despertó antes de salir el sol, se cubrió manos, brazos y pies para que satisfagas tu antojo ante el anuncio “¡ya llegaron las pitayas!”.
Preparada girando en hielo con un poco de sal, conocida como “de garrafa”, o congelada sobre algún bizcochuelo o en una taza generosa, la nieve de pitaya (o de pitahaya) es un postre de verano que no puedes perderte.
Jamoncillos
Leche, azúcar, un poco de vainilla y bicarbonato, y muchas horas de cocimiento dándole vueltas para que la mezcla no se pegue a la olla, o la cazuela, el jamoncillo o dulce de leche hace su aparición entre los tradicionales postres sonorenses.
Esa solidificación cremosa y dorada, de forma redonda (para una persona) o en barra, para compartir, el jamoncillo es un postre del gusto de la mayoría que, con gusto permitirá que se derrita en su boca al tiempo que cierra los ojos para disfrutarlo.
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Otros postres sonorenses, que han estado presentes por generaciones en muchas casas y familias son también las obleas, los cubiertos de calabaza, los coricos o tacuarines, las melcochas y los ponteduros. ¿Qué otros recuerdas?
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