Con la inminente llegada de las votaciones el próximo 6 de junio, los partidos políticos apresuran sus esfuerzos para hacerse de los codiciados votos de los electores indecisos, aquellos quienes aún a este punto no tienen definido a quién elegirán para los distintos puestos que se disputan este año.
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Aunque es probable que logren convencer en el último momento a una parte importante de esta población, como en cada proceso electoral quedarán quienes deciden no ir a votar, o incluso los que prefieren acudir a las urnas para anular su voto.
Pero, ¿cuáles son las consecuencias de la abstención del voto y el voto nulo? Para entender las causas y repercusiones de ambos fenómenos es importante empezar por definirlos, ya que, aunque parecen ser similares, no son exactamente lo mismo.
No ir a votar o abstencionismo
El no presentarse a votar, conocido como abstencionismo electoral, sucede cuando sin una causa justificada, descuido o apatía, las personas deciden no participar en las elecciones.
Se trata de un fenómeno con alta prevalencia en el país, de acuerdo con expertos es “una voluntad de rechazo del sistema político, de la convocatoria electoral o de no identificación con ninguno de los líderes o los programas políticos en competencia”.
Incluso, en 2019 se intentó la aprobación de una ley para sancionar a las personas que se abstuvieran de ejercer sus derechos electorales, como ir a votar, pero no fue aprobada.
¿Qué efecto tiene el no ir a votar? La ausencia de los votantes en las casillas disminuye la legitimidad de las elecciones, pues el total de los votos se vuelve un porcentaje más bajo de la población total, creando una distorsión entre los resultados y el verdadero sentir de los electores. Además, aumenta el escepticismo de la población hacia el proceso electoral y su propio papel en el mismo.
El voto nulo
Otra de las opciones que se presentan para aquellos que, quizá inconformes con los candidatos de todos los partidos, quizá escépticos de su papel en la elección, buscan manifestarse de alguna manera: anular el voto.
Un voto puede ser nulo por dos razones: cuando por error una persona marque la boleta electoral de forma incorrecta, como cuando se señalan dos partidos que no están en coalición para un mismo puesto, o cuando por decisión propia se marca o altera la boleta de una forma que no exprese ninguna preferencia, como tachando toda la hoja, rompiéndola o dejándola en blanco.
Fuera de su función como protesta, ya que son registrados para propósitos de estadística, anular el propio voto no tiene mayor impacto en las elecciones, pues éstas se deciden por el conteo resultante entre los votos válidos.
En un caso excepcional, como de resultar el porcentaje de votos nulos superior a la diferencia entre los dos primeros candidatos, esto causaría un reconteo de los votos más no una invalidación de las elecciones.
Leonardo Duque Roquero, académico de la Facultad de Derecho de la UNAM y experto en temas electorales, señaló para el portal de divulgación de la institución que el voto nulo no tiene peso en las elecciones, anulando solamente al votante que lo emite. Mientras en otros países una cantidad significativa de votos nulos o “de protesta” puede llevar a que se realicen de nuevo las elecciones, incluso con otros candidatos, en nuestro país esto no está contemplado en la legislación.
Incluso de pensarse que un candidato de tu preferencia no tiene posibilidad de ganar en las elecciones, o si no se tiene una preferencia por ninguno, el voto por el partido que mejor representa tus preferencias permite que éste pueda acceder al financiamiento que se reparte a los partidos en función de cuántos votos recibieron durante la jornada electoral, por lo que se recomienda emitir un voto informado antes de optar por la anulación.
A pesar de no tener un peso real en el desenlace de las elecciones, el voto nulo en México se ha incrementado entre las dos últimas elecciones presidenciales, pasando de 1.2 millones en 2012 a 1.6 millones en 2018, según cifras del Instituto Nacional Electoral (INE).