En una casa hecha mitad con cartón y mitad con barro, ubicada en el número 188 de la calle Sonora, entre Carbó y Ures de la colonia El Mariachi, vive la señora Carmen Saavedra Espinoza o mejor conocida como “Doña Carmelita”.
La casa almacena cada vez más huecos en las paredes, no tiene instalaciones de drenaje, ni sistema de electricidad, probablemente ni siquiera esté regularizada por el Ayuntamiento, no obstante Carmelita, de 70 años, rechaza la idea de vivir en cualquier otro lugar.
“Yo quiero morirme aquí, no quiero irme a otra parte, quiero que el día que yo me muera que vengan todos mis amigos”, expresó.
Carmelita nació y creció en los muros de esa casa, compartió en más sentidos de los que insinúa tal expresión, ya que su madre no pudo llegar a tenerla en el hospital y dio a luz en uno de los rincones del improvisado, pero no menos sincero hogar.
“Saavedra” por abuelita y “Espinoza” por su padre, el nacimiento de Carmelita no fue dado de alta en el Registro Civil, por este motivo durante la mayor parte de su vida careció de documentos que avalan su existencia, sin embargo esto no se compara con el infierno que vivió durante su niñez.
El perder a su madre y quedarse sola no ayudó en su situación, ya de por si vulnerable, era una condición que la ponía a merced de numerosos hombres que gozaban de hacer toda clase de abusos en la niña de la calle Sonora, quien permanecía desprotegida.
Convertirse en una mujer de la tercera edad no acabó con la pesadilla de esta sombra abandonada a su suerte en las entrañas de la colonia El Mariachi, ya que sufre con frecuencia los ataques sexuales de Rubén, un drogadicto que a veces toma refugio en su hogar.
“Venía a faltarme el respeto, me violaba; me aventaba a la cama y me hacía cosas que yo no quería, me obligaba a hacer cosas que yo no quería, me sacaba videos cuando me estaba haciendo cosas y luego me golpeaba”, relató.
Debido a su condición , producto del reiterado abuso del que ha sido víctima, es difícil descifrar el tipo de relación que Carmelita guarda con Rubén, pues habla también de una vida anterior que tuvo con él, rota por su imposibilidad de tener hijos.
Afortunadamente no todo en la vida de esta mujer han sido desgracias, ya que su amigo Gonzalo Enríquez Guirado vela por su bienestar y procura que nadie le haga daño.
“Yo vivo con mi hija, pero ellas fueron criadas por Carmen cuando mi esposa me dejó y ahora estoy devolviendo el favor”, explicó.
Hasta el día de hoy, Carmelita ve a las hijas de Gonzalo como si fueran suyas.
Acompañada por todos sus gatos, así como “Palomo”, un can de impecable pelaje blanco, Carmen pasa sus días en su hogar, el cual no tiene como mitigar el calor, pero esto no le preocupa porque lo único que pide es seguridad.
Una casa del abuelo instalada en la colonia El Mariachi busca ofrecerle comodidades en la medida de lo posible a la mujer de la tercera edad, quien siempre es agradecida con las muestras de compasión.