/ miércoles 12 de diciembre de 2018

Feligreses visitan el Cerrito de la Virgen

El Cerrito de la Virgen se engalana cada 12 de diciembre para conmemorar el día de su patrona, la “Morenita del Tepeyac”.

Ubicado a 15 kilómetros de la salida Sur de Hermosillo, el Cerrito de la Virgen se engalana cada 12 de diciembre para conmemorar el día de su patrona, la “Morenita del Tepeyac”.

Desde un día antes los creyentes inician con peregrinaciones para pedir milagros y agradecer por favores concedidos.

El olor a churros con azúcar y a elotes cocidos te recibe en las faldas del cerro, donde decenas de vendedores ofrecen productos con imágenes de la Virgen de Guadalupe.

Las veladoras y los dijes son los más solicitados por los feligreses quienes aprovechan que casualmente, casi todos los años, está nublado y su recorrido es más placentero.


RECORRIDO PARA LLEGAR A LA MORENITA

Son las once de la mañana, corre un poco de aire frío y estamos a 19 grados centígrados, estoy parada frente al primer escalón, un mensaje de “Bienvenidos al Cerro de la Virgen” me recibe y empiezo a subir escalones, cada uno pintado de verde, blanco y colorado.

A unos cuantos metros de iniciar el recorrido se escucha de fondo a un grupo de mujeres quienes cantan “La Guadalupana, La Guadalupana, La Guadalupana bajó del Tepeyac”, mientras que otras hincadas veneran una imagen de la Virgen que se encuentra sobre un nicho.

El recorrido continúa, van 88 peldaños y en una esquina hay una pequeña banca, donde una señora de la tercera edad aprovecha para descansar y explicarle a su nieto qué significan todos los letreros que se encuentran colocados en las orillas del cerro.

“Gracias virgencita por los favores concedidos”, “Gracias virgencita por atender mis súplicas, por hacer mi vida mejor y por interceder por mí”, “Gracias por el milagro recibido”, “Mil gracias por tus bendiciones”, son algunas de las frases que se leen.

Foto: Carlos Villalba

Continúo el trayecto y conforme me acerco a la cima, el calor llega a mi cuerpo y me arrepiento de haberme puesto tanta ropa, el día parecía que iba a estar muy frío y tal vez lo está, pero al subir 157 escalones hace que a cualquiera le dé calor.

Los peldaños son cada vez más estrechos y empinados, por lo que tomarte del barandal de un costado es una buena opción.

¡Por fin! Llegué a la cima, 173 escalones y el esfuerzo valió la pena; de inmediato el ambiente cambia, seas creyente o no, te inmerges en una paz interior.

Alrededor de 50 personas, entre niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, se encuentran contemplando la imagen de la Virgen de Guadalupe que fue pintada en 1957, sí, hace 61 años. Mide 12 metros de altura y está localizada a casi 40 metros del nivel del suelo.

El rosario es guiado por una señora que cubre su rostro con una tela de encaje negro y un “ruega por nosotros” se escucha de manera unísona una y otra vez.

El fuego de las veladoras y las flores, en su mayoría en tonos rojos, engalanan la cima del cerro y un grupo de personas arrojan globos al cielo, mientras agradecen por su salud, otros de los presentes solo están sentados, con la mirada perdida en sus oraciones.

Foto: Carlos Villalba

Más tarde, después de descansar unos minutos, el descenso empieza, en esta ocasión es más rápido pues la misma inclinación hace que los pasos sean más continuos y veloces.

Fueron 594 pasos, pero ya me encuentro de nuevo donde empecé, en las faldas del cerro; el frío se siente de nuevo y una paz recorre mi cuerpo, por lo que acto seguido fue disfrutar de un rico chocolatito caliente, preparado ahí mismo por uno de los vendedores que desde hace más de 20 temporadas, año con año ofrece sus servicios en el lugar.


Ubicado a 15 kilómetros de la salida Sur de Hermosillo, el Cerrito de la Virgen se engalana cada 12 de diciembre para conmemorar el día de su patrona, la “Morenita del Tepeyac”.

Desde un día antes los creyentes inician con peregrinaciones para pedir milagros y agradecer por favores concedidos.

El olor a churros con azúcar y a elotes cocidos te recibe en las faldas del cerro, donde decenas de vendedores ofrecen productos con imágenes de la Virgen de Guadalupe.

Las veladoras y los dijes son los más solicitados por los feligreses quienes aprovechan que casualmente, casi todos los años, está nublado y su recorrido es más placentero.


RECORRIDO PARA LLEGAR A LA MORENITA

Son las once de la mañana, corre un poco de aire frío y estamos a 19 grados centígrados, estoy parada frente al primer escalón, un mensaje de “Bienvenidos al Cerro de la Virgen” me recibe y empiezo a subir escalones, cada uno pintado de verde, blanco y colorado.

A unos cuantos metros de iniciar el recorrido se escucha de fondo a un grupo de mujeres quienes cantan “La Guadalupana, La Guadalupana, La Guadalupana bajó del Tepeyac”, mientras que otras hincadas veneran una imagen de la Virgen que se encuentra sobre un nicho.

El recorrido continúa, van 88 peldaños y en una esquina hay una pequeña banca, donde una señora de la tercera edad aprovecha para descansar y explicarle a su nieto qué significan todos los letreros que se encuentran colocados en las orillas del cerro.

“Gracias virgencita por los favores concedidos”, “Gracias virgencita por atender mis súplicas, por hacer mi vida mejor y por interceder por mí”, “Gracias por el milagro recibido”, “Mil gracias por tus bendiciones”, son algunas de las frases que se leen.

Foto: Carlos Villalba

Continúo el trayecto y conforme me acerco a la cima, el calor llega a mi cuerpo y me arrepiento de haberme puesto tanta ropa, el día parecía que iba a estar muy frío y tal vez lo está, pero al subir 157 escalones hace que a cualquiera le dé calor.

Los peldaños son cada vez más estrechos y empinados, por lo que tomarte del barandal de un costado es una buena opción.

¡Por fin! Llegué a la cima, 173 escalones y el esfuerzo valió la pena; de inmediato el ambiente cambia, seas creyente o no, te inmerges en una paz interior.

Alrededor de 50 personas, entre niños, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, se encuentran contemplando la imagen de la Virgen de Guadalupe que fue pintada en 1957, sí, hace 61 años. Mide 12 metros de altura y está localizada a casi 40 metros del nivel del suelo.

El rosario es guiado por una señora que cubre su rostro con una tela de encaje negro y un “ruega por nosotros” se escucha de manera unísona una y otra vez.

El fuego de las veladoras y las flores, en su mayoría en tonos rojos, engalanan la cima del cerro y un grupo de personas arrojan globos al cielo, mientras agradecen por su salud, otros de los presentes solo están sentados, con la mirada perdida en sus oraciones.

Foto: Carlos Villalba

Más tarde, después de descansar unos minutos, el descenso empieza, en esta ocasión es más rápido pues la misma inclinación hace que los pasos sean más continuos y veloces.

Fueron 594 pasos, pero ya me encuentro de nuevo donde empecé, en las faldas del cerro; el frío se siente de nuevo y una paz recorre mi cuerpo, por lo que acto seguido fue disfrutar de un rico chocolatito caliente, preparado ahí mismo por uno de los vendedores que desde hace más de 20 temporadas, año con año ofrece sus servicios en el lugar.


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