/ lunes 10 de febrero de 2020

La agresión de una mujer a un hombre no es graciosa... aunque sea tu esposa

Claudio y Marcela se conocieron desde la infancia, eran niños muy aguerridos y compañeros de juegos. Al entrar a la pubertad, se enamoraron uno del otro

Las historias de amor no siempre son lindas, hay ocasiones que son abusivas. Muchos dicen que eso no es amor. Cuando un hombre abusa de una mujer es lo peor del mundo, pero les da risa cuando los papeles se voltean y es el varón, la víctima.

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Claudio y Marcela se conocieron desde la infancia, eran niños muy aguerridos y compañeros de juegos. Al entrar a la pubertad, se enamoraron uno del otro y parecía el sueño de película romántica que todos quisieran tener, pues llegaron al matrimonio y tuvieron dos hijas.

Él no había tenido muchos estudios, pero sabía trabajar duro en empleos que le llegaban de momento, pero no duraban mucho. Hasta que un día le llegó una oportunidad, que muchos desecharían, por considerarlo un trabajo sucio: decidió ser recolector de basura.

A pesar de lo que muchos pudieran pensar, esto le generó una manera digna de sustento a su familia, mientras que su esposa cada vez encontraba menos deseo sexual en él. Tal vez sería por los olores o porque simplemente el amor se había acabado.

Esta falta de afecto no perjudicó a Claudio en su desempeño laboral, ni en el trato de su familia. Su único escape era reunirse los viernes por la tarde con un pequeño grupo de amigos trabajadores, que había formado en el barrio del Cerro de la Campana, famoso por robos, asaltos y homicidios, pero ellos eran buenas personas.

Marcela, acostumbrada al hogar, porque así se lo inculcaron en la casa de sus padres, se dedicaba completamente al quehacer y a sus dos hijas, mujer de carácter recio siempre.

En un momento de reclamo, por el poco tiempo que Claudio pasaba con sus hijas, a pesar que dedicaba el fin de semana a la familia, ella le exigió más y él trató de corresponder a sus deberes de padre, trató de llegar más temprano, para lo que dejó de bañarse en otros lados y llegaba con fuertes olores a desperdicios.

Sus hijas pequeñas de entre 7 y 9 años no le decían nada, pues sabían que con ese esfuerzo mantenía su hogar. Pero todo cambió un día que ella, que Marcela, lo encaró por llegar con los hedores a su casa y lo golpeó...

Claudio era un hombre que medía más de 1.80, además de ser fornido, había tenido altercados en su juventud por lo que peleó a golpes con hombres en las calles, pero nunca se imaginó vivir que lo maltratan físicamente en su casa.

Después de eso, a pesar de que su historia de amor no era un cuento de hadas, decidió que su tiempo lo dedicaría a sus hijas y cuando no estuvieran ellas, por algún motivo, iría con sus amigos.

Un día de asueto, que además era sábado, Claudio se levantó temprano para llevar a sus hijas al Centro Ecológico, a ese paseo fue su mujer y en el trayecto parecía que el amor entre la pareja se había reencontrado, pero de nueva cuenta las cosas cambiaron cuando él, ya en la noche, le reafirmó que iría con sus amigos, a unas cuantas calles a ver la final del beisbol, cosa que ya le había dicho y por lo que recibió amenazas de golpes.

Regularmente a él le daban risa las amenazas y no las consideraba serias, pues sabía que era un hombre alto y fuerte, acostumbrado al trabajo duro, pero en su mente cruzaba un pequeño miedo porque no quería golpear a su mujer.

Emprendió el camino y al llegar con sus amigos, los cuales se reunían en ocasiones como estas y nunca había mujeres, solamente la esposa del dueño de casa en turno, lo recibieron con una cerveza y le dio un trago, pero más tardó en tragarlo, que en recibir un golpe

Al voltear a ver quién lo había golpeado tan fuerte, vio a su esposa Marcela que arremetió contra él a golpes como si fuera peleador profesional, él sólo se encorvó y resistió. Sus amigos intentaron separarlos, pero fue inútil, tuvieron que llamar a la Policía, por lo que se llevaron esposada su la mujer.

Los vecinos y los amigos se dieron cuenta del suceso, pero él decidió no levantar cargos, aunque admitió que era algo que pasaba casi a diario.

En este punto de su vida estaba en una encrucijada. Sin embargo, el matrimonio resolvió la situación al mudarse de colonia. Claudio no volvió a ver a nadie del barrio del Cerro de la Campana...ni a sus amigos.

Él decidió dedicarse de lleno a su familia y a su matrimonio, por lo que Claudio y Marcela aún siguen casados.

Ishus | El Sol de Hermosillo

Las historias de amor no siempre son lindas, hay ocasiones que son abusivas. Muchos dicen que eso no es amor. Cuando un hombre abusa de una mujer es lo peor del mundo, pero les da risa cuando los papeles se voltean y es el varón, la víctima.

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Claudio y Marcela se conocieron desde la infancia, eran niños muy aguerridos y compañeros de juegos. Al entrar a la pubertad, se enamoraron uno del otro y parecía el sueño de película romántica que todos quisieran tener, pues llegaron al matrimonio y tuvieron dos hijas.

Él no había tenido muchos estudios, pero sabía trabajar duro en empleos que le llegaban de momento, pero no duraban mucho. Hasta que un día le llegó una oportunidad, que muchos desecharían, por considerarlo un trabajo sucio: decidió ser recolector de basura.

A pesar de lo que muchos pudieran pensar, esto le generó una manera digna de sustento a su familia, mientras que su esposa cada vez encontraba menos deseo sexual en él. Tal vez sería por los olores o porque simplemente el amor se había acabado.

Esta falta de afecto no perjudicó a Claudio en su desempeño laboral, ni en el trato de su familia. Su único escape era reunirse los viernes por la tarde con un pequeño grupo de amigos trabajadores, que había formado en el barrio del Cerro de la Campana, famoso por robos, asaltos y homicidios, pero ellos eran buenas personas.

Marcela, acostumbrada al hogar, porque así se lo inculcaron en la casa de sus padres, se dedicaba completamente al quehacer y a sus dos hijas, mujer de carácter recio siempre.

En un momento de reclamo, por el poco tiempo que Claudio pasaba con sus hijas, a pesar que dedicaba el fin de semana a la familia, ella le exigió más y él trató de corresponder a sus deberes de padre, trató de llegar más temprano, para lo que dejó de bañarse en otros lados y llegaba con fuertes olores a desperdicios.

Sus hijas pequeñas de entre 7 y 9 años no le decían nada, pues sabían que con ese esfuerzo mantenía su hogar. Pero todo cambió un día que ella, que Marcela, lo encaró por llegar con los hedores a su casa y lo golpeó...

Claudio era un hombre que medía más de 1.80, además de ser fornido, había tenido altercados en su juventud por lo que peleó a golpes con hombres en las calles, pero nunca se imaginó vivir que lo maltratan físicamente en su casa.

Después de eso, a pesar de que su historia de amor no era un cuento de hadas, decidió que su tiempo lo dedicaría a sus hijas y cuando no estuvieran ellas, por algún motivo, iría con sus amigos.

Un día de asueto, que además era sábado, Claudio se levantó temprano para llevar a sus hijas al Centro Ecológico, a ese paseo fue su mujer y en el trayecto parecía que el amor entre la pareja se había reencontrado, pero de nueva cuenta las cosas cambiaron cuando él, ya en la noche, le reafirmó que iría con sus amigos, a unas cuantas calles a ver la final del beisbol, cosa que ya le había dicho y por lo que recibió amenazas de golpes.

Regularmente a él le daban risa las amenazas y no las consideraba serias, pues sabía que era un hombre alto y fuerte, acostumbrado al trabajo duro, pero en su mente cruzaba un pequeño miedo porque no quería golpear a su mujer.

Emprendió el camino y al llegar con sus amigos, los cuales se reunían en ocasiones como estas y nunca había mujeres, solamente la esposa del dueño de casa en turno, lo recibieron con una cerveza y le dio un trago, pero más tardó en tragarlo, que en recibir un golpe

Al voltear a ver quién lo había golpeado tan fuerte, vio a su esposa Marcela que arremetió contra él a golpes como si fuera peleador profesional, él sólo se encorvó y resistió. Sus amigos intentaron separarlos, pero fue inútil, tuvieron que llamar a la Policía, por lo que se llevaron esposada su la mujer.

Los vecinos y los amigos se dieron cuenta del suceso, pero él decidió no levantar cargos, aunque admitió que era algo que pasaba casi a diario.

En este punto de su vida estaba en una encrucijada. Sin embargo, el matrimonio resolvió la situación al mudarse de colonia. Claudio no volvió a ver a nadie del barrio del Cerro de la Campana...ni a sus amigos.

Él decidió dedicarse de lleno a su familia y a su matrimonio, por lo que Claudio y Marcela aún siguen casados.

Ishus | El Sol de Hermosillo

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