/ domingo 29 de octubre de 2017

Panteón Yáñez: conoce sus historias más populares

Un panteón no se consideraría como tal, si no tuviera unaserie de mitos y leyendas que gravitaran en torno a sí ydespertaran tanto la curiosidad como el miedo de quienes van avisitarlo; el Panteón Yáñez no es distinto.

Este camposanto tiene motivos sólidos para ser considerado unafábrica de leyendas populares y no sólo por sus residentes, comocualquier persona podría pensar; partiendo de su fundación, lahistoria del panteón es fascinante.

En un principio, el panteón se creó para darles asilo a losdifuntos del antiguo cementerio ubicado en el Jardín Juárez, asícomo de Villa de Seris y El Ranchito, por lo que esta surte deantología de osamentas alimenta la creencia de que hay algomágico que ocurre en el lugar.

Por casi un siglo, el Panteón Yáñez ha añadido a sus filas apersonajes que no sólo relatan a través de su fallecimientoaspectos de la historia del estado, sino también enriquecen lamitología hermosillense y sus cuentos populares.

He aquí algunas de los relatos más emblemáticos en torno alos habitantes del histórico camposanto, mismos que han persistidohasta la actualidad y han nutrido el imaginario hermosillense.


Niño Carlitos

Afligido por su mala suerte, un hombre decidió al panteón arespirar un poco de tranquilidad y apartarse por un momento de lacreciente pila de problemas cuando vio la tumba de un niño. Seapor desesperación o por genuina fe en que la precipitada muertedel menor le podría ofrecer un vínculo con fuerzas celestiales,el hombre dejó una carta con sus anhelos en la tumba y semarchó.

A los días ese individuo obtuvo la oportunidad que estabaesperando y sus problemas se solucionaron, por lo que se encargóde pregonar aquella proeza que desafiaba toda lógica, pronto laspropiedades sobrenaturales de la sepultura se esparcieron de bocaen boca y así fue como nació la leyenda del niño “Carlitos”,el infante que concede milagros.

De acuerdo al relato popular, “Carlitos” era un niño de 11años ordinario y enérgico que gustaba de jugar en todo lugar quele permitiera correr o usar su patín, sin embargo, sea por unaimprudencia o por descuido familiar, el menor no supuso quecorrería peligro en los pasillos del Mercado Municipal.

El jovencito chocó contra unas cajas de tomates, mismas quecayeron encima de él, aunque las personas se dieron prisa enayudar a “Carlitos”, poco había por hacer, el intenso golpe leprovocó una muerte instantánea. Fue enterrado en el “panteónnuevo”, en las primeras hileras de éste, donde se encontrabantodos los niños. Corría el mes de enero de 1940.

Desde el momento en que se esparció el rumor de un niñomilagroso que residía en el Panteón Yáñez, la gente, motivadapor recibir alguna condonación divina u obtener un favor defuerzas superiores, acuden a la sepultura de “Carlitos” y dejanjuguetes o golosinas junto con su petición, misma que se guarda enun baúl.


Últimos Fusilados

Un par de cruces rojas resaltan entre la multitud de símbolosblancos que se desprenden de las sepulturas del panteón, cerca deellas, en un muro, se puede apreciar la leyenda “Sátiros PUM1957”, misma que se cierne sobre el origen de estas tumbas comoun fúnebre recordatorio de los restos mortales que se encuentranbajo tierra.

Los sepulcros pertenecen a José Rosario Don Juan Zamarripa yFrancisco Ruiz Corrales, los últimos hombres fusilados en Sonorabajo los cargos de la violación y asesinato de dos niñas enhechos distintos, mismos que vieron sus últimos días en laantigua penitenciaría del Estado, hoy Museo Regional deSonora.

El crimen de Ruiz Corrales fue llamado en Sonora como el caso de“La Niña de los Tomates”, al tratarse de una menor de 9 añosde edad quien fuera la víctima del individuo, hecho que serviríade inspiración para el libro homónimo de Sergio ValenzuelaCalderón, publicado en 2007.

Don Juan Zamarripa hurtó a una bebé de apenas tres meses, conla cual consumó el ilícito, sin embargo fue identificado portestigos y, al verse acorralado, no tuvo remedio que asumir laresponsabilidad de su abominable crimen.

Estos hechos tuvieron un profundo impacto en la sociedadsonorense, la cual, perturbada por la sola existencia de individuoscomo ellos, pidió que se les castigara con la pena máxima y, enel patio de la otrora cárcel, la justicia llegó a los dos hombresa manera de balas disparadas por un pelotón.

La tumba Nazi

La llamada “tumba nazi” que se encuentra en el PanteónYáñez ha sido motivo de todo tipo de rumores y teorías deconspiración desde el primer avistamiento de las esvásticas,mismas que utilizaban los militantes del Tercer Reich, lo cuallevantan la sospecha de la identidad y afiliación política de laspersonas enterradas bajo semejante monumento.

La historia en torno a este sepulcro gira en torno al personajede Julián Jacob, un migrante judío que desembarcó en Nayaritjunto a su bella esposa alemana, quien adoptó la identidad alllegar al país por la de “Severiana Álvarez de Jacob”, nombreque aparece en la tumba.

La pareja llegó a Sonora y Jacob decidió emplearse comopeluquero y comerciante, sin embargo, de acuerdo con el testimoniode familiares de este personaje, el hombre albergaba un profundosentimiento anti-yankee en su interior y, aunque el fervor por elpaís anglosajón común entre la población mexicana, Jacobdespreciaba la idealización estadounidense.

Por ello, el comerciante se reunía secretamente con personasafines a esta forma de pensar que adoptaron la esvástica comosímbolo, pues en diversas religiones, particularmente hindúes, lacual es un símbolo de paz, prosperidad y continuidad.

Cuando Severiana murió, en agradecimiento por el amor y loshijos que le dio a Jacob, éste se dio a la tarea de decorar elpequeño mausoleo con dichos símbolos que había usado como señalde rebeldía, sin relación alguna con la ideologíanacionalsocialista germánica.

No obstante, la tumba y su difunta han sido motivo de numerosasespeculaciones, entre ellas que Severiana se trataba de una espíaprófuga nazi que escapó al final de la Segunda Guerra Mundial unavez que las fuerzas aliadas ocuparon Berlín.

Los nuevos mitos

Por su naturaleza, los panteones son una fábrica ilimitada dehistorias que sólo aumentan conforme pasa el tiempo, algunas deellas trascienden y perduran en la mitología de la comunidad,otras quedan dispersas, desvaneciéndose en el tiempo.

El Sol de Hermosillo se dio a la tarea de encontrar uno de losmitos prácticamente desconocidos que se han generado en épocasrecientes sobre este recinto sagrado.

La belleza calcinada

El joven Apolo, quien decidió ser nombrado así por pena a servinculado con supersticiones, relató la historia que le contó supadre una vez sobre su encuentro sobrenatural con una mujer en lasentrañas del Panteón Yáñez durante los ochenta.

Eran minutos después de la media noche y el padre de Apolotenía que llegar a su casa. Había bebido con unos amigos en unacasa de la colonia Modelo y, para cortar camino, decidió pasar porel panteón de noche.

“A mi papá no le espantaban los panteones, de hecho me decía‘¿A qué le voy a tener miedo si todos ya están muertos? ¡Amí me dan miedo los vivos!’, pero esa noche había salido abeber con unos amigos y eso siempre lo ponía más sensible”,comentó.

Al llegar a la mitad del recinto, el padre de Apolo vio aalguien deambular por el lugar, por la tenue iluminación pudoreconocer el cuerpo de una mujer; al acercarse más pudo constatarque en efecto se trataba de una, por su aspecto parecía de 25 a 30años.

El hombre se quedó pasmado mirándola, pues aquella mujer eraparticularmente guapa: su tez era pálida, pero en sus mejillas sealcanzaba a ver un rubor tierno, además su cabello azabache eracorto con puntas onduladas. Usaba un vestido casual liso y unaszapatillas.

Sin poder contener el impulso de hablarle, el padre de Apolo sele acercó con curiosidad, pues no era frecuente ver una mujer comoella a deshoras en un cementerio. De pronto su olfato quedóembriagado con el olor dulzón a quemado y, mientras más seacercaba a la mujer, el olor se volvía más penetrante yodioso.

En cierto momento, la fémina, quien hasta ese momento habíapermanecido de perfil, mirando hacia la nada, volteó a ver alpadre de Apolo y el terror se apoderó inmediatamente de él.Mientras la mitad de la mujer deslumbraba por su belleza, la otraera una un montón de carne derretida que aún parecía estar enlas brasas.

“Entonces esa cosa se acercó a mi papá, quien estaba alborde de un ataque, y le dijo con una voz tan clara y dulce que lerevolvió el estómago ‘¿Soy bonita?’, después de eso mipapá corrió hasta la entrada de donde entró sin mirar atrás”,contó Apolo.

El padre del narrador prefirió no volver a buscar informaciónsobre aquella mujer, pues temía que con buscar su identidadaquella mujer o monstruo o fantasma, volviera salir paraatormentarlo. Esa fue la última vez que el hombre puso un pie soloen el Panteón Yáñez.

Un panteón no se consideraría como tal, si no tuviera unaserie de mitos y leyendas que gravitaran en torno a sí ydespertaran tanto la curiosidad como el miedo de quienes van avisitarlo; el Panteón Yáñez no es distinto.

Este camposanto tiene motivos sólidos para ser considerado unafábrica de leyendas populares y no sólo por sus residentes, comocualquier persona podría pensar; partiendo de su fundación, lahistoria del panteón es fascinante.

En un principio, el panteón se creó para darles asilo a losdifuntos del antiguo cementerio ubicado en el Jardín Juárez, asícomo de Villa de Seris y El Ranchito, por lo que esta surte deantología de osamentas alimenta la creencia de que hay algomágico que ocurre en el lugar.

Por casi un siglo, el Panteón Yáñez ha añadido a sus filas apersonajes que no sólo relatan a través de su fallecimientoaspectos de la historia del estado, sino también enriquecen lamitología hermosillense y sus cuentos populares.

He aquí algunas de los relatos más emblemáticos en torno alos habitantes del histórico camposanto, mismos que han persistidohasta la actualidad y han nutrido el imaginario hermosillense.


Niño Carlitos

Afligido por su mala suerte, un hombre decidió al panteón arespirar un poco de tranquilidad y apartarse por un momento de lacreciente pila de problemas cuando vio la tumba de un niño. Seapor desesperación o por genuina fe en que la precipitada muertedel menor le podría ofrecer un vínculo con fuerzas celestiales,el hombre dejó una carta con sus anhelos en la tumba y semarchó.

A los días ese individuo obtuvo la oportunidad que estabaesperando y sus problemas se solucionaron, por lo que se encargóde pregonar aquella proeza que desafiaba toda lógica, pronto laspropiedades sobrenaturales de la sepultura se esparcieron de bocaen boca y así fue como nació la leyenda del niño “Carlitos”,el infante que concede milagros.

De acuerdo al relato popular, “Carlitos” era un niño de 11años ordinario y enérgico que gustaba de jugar en todo lugar quele permitiera correr o usar su patín, sin embargo, sea por unaimprudencia o por descuido familiar, el menor no supuso quecorrería peligro en los pasillos del Mercado Municipal.

El jovencito chocó contra unas cajas de tomates, mismas quecayeron encima de él, aunque las personas se dieron prisa enayudar a “Carlitos”, poco había por hacer, el intenso golpe leprovocó una muerte instantánea. Fue enterrado en el “panteónnuevo”, en las primeras hileras de éste, donde se encontrabantodos los niños. Corría el mes de enero de 1940.

Desde el momento en que se esparció el rumor de un niñomilagroso que residía en el Panteón Yáñez, la gente, motivadapor recibir alguna condonación divina u obtener un favor defuerzas superiores, acuden a la sepultura de “Carlitos” y dejanjuguetes o golosinas junto con su petición, misma que se guarda enun baúl.


Últimos Fusilados

Un par de cruces rojas resaltan entre la multitud de símbolosblancos que se desprenden de las sepulturas del panteón, cerca deellas, en un muro, se puede apreciar la leyenda “Sátiros PUM1957”, misma que se cierne sobre el origen de estas tumbas comoun fúnebre recordatorio de los restos mortales que se encuentranbajo tierra.

Los sepulcros pertenecen a José Rosario Don Juan Zamarripa yFrancisco Ruiz Corrales, los últimos hombres fusilados en Sonorabajo los cargos de la violación y asesinato de dos niñas enhechos distintos, mismos que vieron sus últimos días en laantigua penitenciaría del Estado, hoy Museo Regional deSonora.

El crimen de Ruiz Corrales fue llamado en Sonora como el caso de“La Niña de los Tomates”, al tratarse de una menor de 9 añosde edad quien fuera la víctima del individuo, hecho que serviríade inspiración para el libro homónimo de Sergio ValenzuelaCalderón, publicado en 2007.

Don Juan Zamarripa hurtó a una bebé de apenas tres meses, conla cual consumó el ilícito, sin embargo fue identificado portestigos y, al verse acorralado, no tuvo remedio que asumir laresponsabilidad de su abominable crimen.

Estos hechos tuvieron un profundo impacto en la sociedadsonorense, la cual, perturbada por la sola existencia de individuoscomo ellos, pidió que se les castigara con la pena máxima y, enel patio de la otrora cárcel, la justicia llegó a los dos hombresa manera de balas disparadas por un pelotón.

La tumba Nazi

La llamada “tumba nazi” que se encuentra en el PanteónYáñez ha sido motivo de todo tipo de rumores y teorías deconspiración desde el primer avistamiento de las esvásticas,mismas que utilizaban los militantes del Tercer Reich, lo cuallevantan la sospecha de la identidad y afiliación política de laspersonas enterradas bajo semejante monumento.

La historia en torno a este sepulcro gira en torno al personajede Julián Jacob, un migrante judío que desembarcó en Nayaritjunto a su bella esposa alemana, quien adoptó la identidad alllegar al país por la de “Severiana Álvarez de Jacob”, nombreque aparece en la tumba.

La pareja llegó a Sonora y Jacob decidió emplearse comopeluquero y comerciante, sin embargo, de acuerdo con el testimoniode familiares de este personaje, el hombre albergaba un profundosentimiento anti-yankee en su interior y, aunque el fervor por elpaís anglosajón común entre la población mexicana, Jacobdespreciaba la idealización estadounidense.

Por ello, el comerciante se reunía secretamente con personasafines a esta forma de pensar que adoptaron la esvástica comosímbolo, pues en diversas religiones, particularmente hindúes, lacual es un símbolo de paz, prosperidad y continuidad.

Cuando Severiana murió, en agradecimiento por el amor y loshijos que le dio a Jacob, éste se dio a la tarea de decorar elpequeño mausoleo con dichos símbolos que había usado como señalde rebeldía, sin relación alguna con la ideologíanacionalsocialista germánica.

No obstante, la tumba y su difunta han sido motivo de numerosasespeculaciones, entre ellas que Severiana se trataba de una espíaprófuga nazi que escapó al final de la Segunda Guerra Mundial unavez que las fuerzas aliadas ocuparon Berlín.

Los nuevos mitos

Por su naturaleza, los panteones son una fábrica ilimitada dehistorias que sólo aumentan conforme pasa el tiempo, algunas deellas trascienden y perduran en la mitología de la comunidad,otras quedan dispersas, desvaneciéndose en el tiempo.

El Sol de Hermosillo se dio a la tarea de encontrar uno de losmitos prácticamente desconocidos que se han generado en épocasrecientes sobre este recinto sagrado.

La belleza calcinada

El joven Apolo, quien decidió ser nombrado así por pena a servinculado con supersticiones, relató la historia que le contó supadre una vez sobre su encuentro sobrenatural con una mujer en lasentrañas del Panteón Yáñez durante los ochenta.

Eran minutos después de la media noche y el padre de Apolotenía que llegar a su casa. Había bebido con unos amigos en unacasa de la colonia Modelo y, para cortar camino, decidió pasar porel panteón de noche.

“A mi papá no le espantaban los panteones, de hecho me decía‘¿A qué le voy a tener miedo si todos ya están muertos? ¡Amí me dan miedo los vivos!’, pero esa noche había salido abeber con unos amigos y eso siempre lo ponía más sensible”,comentó.

Al llegar a la mitad del recinto, el padre de Apolo vio aalguien deambular por el lugar, por la tenue iluminación pudoreconocer el cuerpo de una mujer; al acercarse más pudo constatarque en efecto se trataba de una, por su aspecto parecía de 25 a 30años.

El hombre se quedó pasmado mirándola, pues aquella mujer eraparticularmente guapa: su tez era pálida, pero en sus mejillas sealcanzaba a ver un rubor tierno, además su cabello azabache eracorto con puntas onduladas. Usaba un vestido casual liso y unaszapatillas.

Sin poder contener el impulso de hablarle, el padre de Apolo sele acercó con curiosidad, pues no era frecuente ver una mujer comoella a deshoras en un cementerio. De pronto su olfato quedóembriagado con el olor dulzón a quemado y, mientras más seacercaba a la mujer, el olor se volvía más penetrante yodioso.

En cierto momento, la fémina, quien hasta ese momento habíapermanecido de perfil, mirando hacia la nada, volteó a ver alpadre de Apolo y el terror se apoderó inmediatamente de él.Mientras la mitad de la mujer deslumbraba por su belleza, la otraera una un montón de carne derretida que aún parecía estar enlas brasas.

“Entonces esa cosa se acercó a mi papá, quien estaba alborde de un ataque, y le dijo con una voz tan clara y dulce que lerevolvió el estómago ‘¿Soy bonita?’, después de eso mipapá corrió hasta la entrada de donde entró sin mirar atrás”,contó Apolo.

El padre del narrador prefirió no volver a buscar informaciónsobre aquella mujer, pues temía que con buscar su identidadaquella mujer o monstruo o fantasma, volviera salir paraatormentarlo. Esa fue la última vez que el hombre puso un pie soloen el Panteón Yáñez.

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