/ miércoles 5 de octubre de 2016

Un profesor con 40 años en la docencia

La diferencia entre “maestro” y “docente” radica en quelos maestros dedican su vida a desarrollar la habilidad deenseñanza, mientras que los docentes son especialistas queimparten clases, indica el profesor Antonio Jiménez Tapia.

A días de retirarse, después de más de 40 años dedicados ala educación, el también director del Área de Vinculación,Difusión y Extensión Educativa de la Escuela Normal del Estado,habla sobre los momentos más significativos que le dejó suformación y carrera como maestro.

Jiménez Tapia tiene muy presente en su memoria al maestroArsenio Espinoza, en el pequeño pueblo de Carbó, aquel hombre quelo inspiró en sexto año de primaria a encaminar su vida aimpartir clases, gracias a la pulcritud en su imagen.

El perfecto uso del lenguaje del profesor Espinoza tenía unefecto filmográfico en la mente de sus jóvenes pupilos, quienescon frecuencia dibujaban en su imaginación una especie depelícula a través de las narraciones que les contaba.

El padre del maestro Jiménez Tapia deseaba que su hijo fuesemilitar, mientras que su madre ansiaba que ofreciera su vidaprofesional a la Medicina, pero en contra todo pronóstico elmuchacho probó suerte en la Escuela Normal del Estado con laintención de convertirse en profesor.

Sin embargo llegó tarde a los exámenes de ingreso y, frente atales circunstancias, optó por estudiar la Licenciatura de Letrasen la Universidad de Sonora, donde pasó sus primeros añostranquilamente hasta que llegó el turbulento año de 1967 y conél las rebeliones estudiantiles.

Cambia botas por chanclas

En un principio el joven pueblerino se sintió abrumado por lasviolentas protestas generadas por los grupos estudiantiles, sinembargo, contagiado por el espíritu hippie, el profesorTapia Jiménez cambió sus botas por chanclas y dejó crecer subarba, uniéndose al contingente.

A pesar de todo, cuando cursaba en quinto semestre de Letras,decidió hacer el último intento para convertirse en normalistaaunque sin muchas ilusiones acudió a la tabla de resultados delexamen de ingreso, pero ¡cuál sería su sorpresa cuando vio sunombre figurar entre las 60 personas que habían entrado a lainstitución académica!

Al explicarles a sus padres su logro, ellos desacreditaronaquella suerte de hazaña argumentando que alguien con su aspectojamás lograría ser maestro, juicio justificado por CarmelitaBernal, la prefecta, quien el día de inscripciones lo corrió enel acto, pues no quería gente con su aspecto desaliñadoestudiando ahí.

Al llegar a casa, sus padres lo bañaron con una manguera y fuesu mismo progenitor quien se encargó de rasurarlo con navaja. Alrecordar esos momentos el veterano profesor confesó que inclusotuvo que pedir los zapatos de su vecino para inscribirse.

“¿Ya ve? Así tiene que ser el maestro, pulcro”, dijo laprofesora Carmelita al verlo de nuevo, comentario que lo resonó enlas memorias sobre Arsenio Espinoza y sus zapatos impecablementeboleados, así como aquel pantalón en el que ninguna arruga podíaencontrar hogar.

Reencuentro con alumnos

Entre los recuerdos más entrañables que le ha dejado suprofesión se encuentra el de febrero de 1973, en la primaria de uncampo agrícola en la Costa de Hermosillo, donde fungía comodirector, conserje, maestro de 4 grupos y, para no aburrirse, unoquinto en la tarde.

En ese entonces Jiménez Tapia les contó a sus alumnos que eranovio con una muchacha llamada “Vicky”, ante lo cual Cecilia,una de sus alumnas, le entregó una carta presumiendo sus dotesprecoces en el idioma, la cual se trataba de un corazón con laleyenda “Toño y Vicy”.

Aunque corrigió aquella falta ortográfica en el nombre de suquerida, el profesor se enterneció ante el gesto de la jovencitaque apenas daba sus primeros pasos en la escritura.

“Lo más grato es que te encuentras en la calle alumnos queconociste en primaria y secundaria” añade el maestro.

Durante las Fiestas del Pitic, el profesor iba caminando juntocon su esposa cerca de Palacio de Gobierno cuando un carro debomberos se aparcó del cual bajó el director de ProtecciónCivil, Guillermo Moreno, quien lo saludó efusivamente.

La trayectoria como educador de Antonio Tapia Jiménez llegaráa su fin el próximo 17 de octubre, cuando se retire paraconcentrarse en otros proyectos, aunque con pesar, manifestósentirse satisfecho de que sus enseñanzas llegaran a múltiplesgeneraciones de alumnos.

La diferencia entre “maestro” y “docente” radica en quelos maestros dedican su vida a desarrollar la habilidad deenseñanza, mientras que los docentes son especialistas queimparten clases, indica el profesor Antonio Jiménez Tapia.

A días de retirarse, después de más de 40 años dedicados ala educación, el también director del Área de Vinculación,Difusión y Extensión Educativa de la Escuela Normal del Estado,habla sobre los momentos más significativos que le dejó suformación y carrera como maestro.

Jiménez Tapia tiene muy presente en su memoria al maestroArsenio Espinoza, en el pequeño pueblo de Carbó, aquel hombre quelo inspiró en sexto año de primaria a encaminar su vida aimpartir clases, gracias a la pulcritud en su imagen.

El perfecto uso del lenguaje del profesor Espinoza tenía unefecto filmográfico en la mente de sus jóvenes pupilos, quienescon frecuencia dibujaban en su imaginación una especie depelícula a través de las narraciones que les contaba.

El padre del maestro Jiménez Tapia deseaba que su hijo fuesemilitar, mientras que su madre ansiaba que ofreciera su vidaprofesional a la Medicina, pero en contra todo pronóstico elmuchacho probó suerte en la Escuela Normal del Estado con laintención de convertirse en profesor.

Sin embargo llegó tarde a los exámenes de ingreso y, frente atales circunstancias, optó por estudiar la Licenciatura de Letrasen la Universidad de Sonora, donde pasó sus primeros añostranquilamente hasta que llegó el turbulento año de 1967 y conél las rebeliones estudiantiles.

Cambia botas por chanclas

En un principio el joven pueblerino se sintió abrumado por lasviolentas protestas generadas por los grupos estudiantiles, sinembargo, contagiado por el espíritu hippie, el profesorTapia Jiménez cambió sus botas por chanclas y dejó crecer subarba, uniéndose al contingente.

A pesar de todo, cuando cursaba en quinto semestre de Letras,decidió hacer el último intento para convertirse en normalistaaunque sin muchas ilusiones acudió a la tabla de resultados delexamen de ingreso, pero ¡cuál sería su sorpresa cuando vio sunombre figurar entre las 60 personas que habían entrado a lainstitución académica!

Al explicarles a sus padres su logro, ellos desacreditaronaquella suerte de hazaña argumentando que alguien con su aspectojamás lograría ser maestro, juicio justificado por CarmelitaBernal, la prefecta, quien el día de inscripciones lo corrió enel acto, pues no quería gente con su aspecto desaliñadoestudiando ahí.

Al llegar a casa, sus padres lo bañaron con una manguera y fuesu mismo progenitor quien se encargó de rasurarlo con navaja. Alrecordar esos momentos el veterano profesor confesó que inclusotuvo que pedir los zapatos de su vecino para inscribirse.

“¿Ya ve? Así tiene que ser el maestro, pulcro”, dijo laprofesora Carmelita al verlo de nuevo, comentario que lo resonó enlas memorias sobre Arsenio Espinoza y sus zapatos impecablementeboleados, así como aquel pantalón en el que ninguna arruga podíaencontrar hogar.

Reencuentro con alumnos

Entre los recuerdos más entrañables que le ha dejado suprofesión se encuentra el de febrero de 1973, en la primaria de uncampo agrícola en la Costa de Hermosillo, donde fungía comodirector, conserje, maestro de 4 grupos y, para no aburrirse, unoquinto en la tarde.

En ese entonces Jiménez Tapia les contó a sus alumnos que eranovio con una muchacha llamada “Vicky”, ante lo cual Cecilia,una de sus alumnas, le entregó una carta presumiendo sus dotesprecoces en el idioma, la cual se trataba de un corazón con laleyenda “Toño y Vicy”.

Aunque corrigió aquella falta ortográfica en el nombre de suquerida, el profesor se enterneció ante el gesto de la jovencitaque apenas daba sus primeros pasos en la escritura.

“Lo más grato es que te encuentras en la calle alumnos queconociste en primaria y secundaria” añade el maestro.

Durante las Fiestas del Pitic, el profesor iba caminando juntocon su esposa cerca de Palacio de Gobierno cuando un carro debomberos se aparcó del cual bajó el director de ProtecciónCivil, Guillermo Moreno, quien lo saludó efusivamente.

La trayectoria como educador de Antonio Tapia Jiménez llegaráa su fin el próximo 17 de octubre, cuando se retire paraconcentrarse en otros proyectos, aunque con pesar, manifestósentirse satisfecho de que sus enseñanzas llegaran a múltiplesgeneraciones de alumnos.

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