En los últimos años, con el surgimiento de más estudios y análisis a profundidad de la violencia intrafamiliar y sus múltiples ramificaciones, ha surgido un nuevo término, el cual se ha extendido a la par de que surgen más casos: La violencia vicaria.
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Se habla de violencia vicaria cuando una situación de maltrato se desborda de la pareja y afecta a otros integrantes de la familia, quienes pasan a ser víctimas e instrumentos para causar sufrimiento a la otra persona; en la mayoría de los casos se trata de los hijos, a los que se daña como una forma de violencia que, para muchos, es incluso peor que la que se recibe en carne propia.
Según explica el psicólogo Oscar Castillero Mimenza, para el portal Psicología y Mente, el término “vicario” significa sustitución o reemplazo en sus funciones de un individuo por otro. En este caso el victimario daña a los hijos, o a otros terceros cercanos, para causar sufrimiento a la víctima “principal”. Se trata, comúnmente, de un acto vengativo orientado a causar un extremo dolor psicológico en quien lo recibe.
En los niños, las principales víctimas de este fenómeno, las expresiones de la violencia vicaria pueden ir desde presenciar el maltrato de uno de sus padres hacia el otro, hasta ser ellos las víctimas de quien, comúnmente, aprovecha su fragilidad en comparación con la víctima adulta para atentar contra su integridad física o psicológica.
Por su parte, la parte que recibe esta violencia experimenta sensaciones de profundo sufrimiento, dolor psicológico y emocional, además de la culpa de no poder intervenir para detener la agresión sobre sus seres queridos. En muchas ocasiones el miedo de que la violencia hacia los hijos aumente hace más difícil denunciar o buscar ayuda.
En los casos más extremos, que son también los que más atención reciben, se puede terminar con la muerte de los hijos en manos del agresor, ya sea como homicidio o un asesinato premeditado; se trata entonces de la consumación de un daño irreversible para la víctima.
Padre asesinó a sus hijos y se suicidó
El lunes de esta semana trascendió el asesinato de tres menores de edad en Hermosillo en manos de Juan Nepomuceno “N”, su padre. Luego de disparar sobre sus tres hijos de 17, 11 y 4 años de edad, el hombre se quitó la vida en el lugar.
Blanca Esmeralda, la madre, fue quien encontró los cuerpos días después tras perder el contacto con Carlos Daniel, su hijo mayor. Según los testimonios recabados por la Fiscalía como parte de las investigaciones, la mujer nunca denunció las situaciones de maltrato por las que pasaba por temor a las represalias de su expareja.
En este caso, que se presume pudo ser un exponente de violencia vicaria, trascendió y ha causado indignación a nivel nacional, donde no es el primero sino solo el más reciente. Según versiones de los hechos el asesinato pudo, como en otros homicidios similares, tratarse de un acto de venganza.
Ana y Olivia, víctimas de violencia vicaria
Tan solo este año la violencia vicaria se convirtió en un fenómeno de atención mundial tras la desaparición de las hermanas Anna y Olivia en Tenerife, España. Las niñas de uno y seis años de edad, respectivamente, habrían sido secuestradas por su padre, Tomás Antonio Gimeno, quien llamó a la madre para amenazar que no volvería a verlas.
Tras 45 días de búsqueda, a mil metros de profundidad frente a las costas de Santa Cruz de Tenerife, fueron encontradas dos bolsas ancladas en el fondo marino. Una de ellas contenía el cuerpo de Olivia, la otra se encontraba abierta, presumiblemente también contenía los restos de Anna.
Desde entonces la conversación alrededor de este fenómeno continúa, con la legislación todavía detrás de la realidad en muchos países, incluyendo a México, donde solamente tres estados tipifican el filicidio, asesinato de los hijos, como un delito.
En otros estados las penas contemplan el asesinato de un familiar o el infanticidio, pero ninguno hace referencia directa a cuando estos casos, así como el maltrato de cualquier tipo, es utilizado para dañar a la pareja.
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La violencia vicaria en México todavía no cuenta con datos o estadísticas confiables como sucede en otros tipos de violencia intrafamiliar, por lo que es difícil conocer su alcance y prevalencia en el país, mucho menos cuántos de estos casos son castigados apropiadamente, ya que el término o su equivalente no se ve reflejado en la legislación.