“¡Ahorita es ahorita!”, “era suyo de él”, “no seas malhechote”, “¿lo molesto con su salsita?”, “cámara, ahí nos vidrios”, son algunas de las expresiones que identificamos como muy mexicanas. Pero, ¿cómo es que llegaron acá? ¿Cómo las explicamos? ¿Qué nos diferencia del español que se habla en otros territorios? ¿Qué lugar tiene nuestro español hoy en el mundo?
Sobre estas preguntas versó la última sesión del ciclo Los claroscuros de América. Lengua, e historia, organizado por el Colegio Nacional, la cual fue impartida por la lingüista Concepción Company, bajo el título El español de México hoy.
Como punto de partida, la investigadora, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, explicó que actualmente de los 497 millones de hispanohablantes nativos en el mundo ―último número registrado por el Instituto Cervantes― uno de cada cuatro es mexicano; mientras que 125 millones de mexicanos usan el español como única lengua.
Sin embargo, a pesar de estos datos, la académica afirmó que es una sorpresa que la mayoría de los mexicanos vean en la lengua que hablan un “carácter de imposición, de conquista, de lo que hemos llamado postcolonialismo”, condición que le resulta paradójica, pues los mismos valores del postcolonialismo son enriquecedores en el sentido de multiculturalidad y multilingüismo.
“Con la lengua española se ha construido este país a lo largo de 500 años, en convivencias muy complejas y muy desiguales con numerosas lenguas originarias. Sin duda, un profundo contacto del cual sale enriquecido el español, con cientos de indigenismos, y también salen enriquecidas las lenguas indígenas, con centenas de construcciones lingüísticas, léxico y sonidos”, resaltó la especialista.
Company, afirmó que cualquier “lengua es un soporte y reflejo de la identidad” y es “un patrimonio esencial inherente de cualquier ser humano, porque con ella construimos nuestra visión del mundo y porque es nuestra herramienta de interacción social y la adscripción de sentirnos mexicanos”.
Aclaró que los mexicanismos se pueden encontrar “en todos los registros y niveles de lengua” y que estos pueden ser “cultos, no marcados o coloquiales”; además de los indigenismos que ya forman parte del léxico mexicano.
Mencionó que gran parte de la identidad gramatical de México se define por la “atenuación”, una intención de poner distancia con el oyente, y la “afectación”, que busca el acercamiento; además de un descompromiso gramatical, como en la expresión “se me perdieron las llaves”, que bien podría ser “perdí las llaves”.
Sobre esta atenuación, refirió, entre otros, “el abuso de diminutivos” y el uso de fórmulas de peticiones muy largas y corteses (¿podría usted ser tan amable de…?); así como la pérdida del “no” como adverbio.
Como parte de los usos afectivos, Company identificó el “abuso de posesivos sin poseedor'', como en la expresión “¿Me da su hora?”, algo que es imposible porque el tiempo no se puede poseer.
NUESTROS ANTECEDENTES
Para el análisis, Company, aclaró que se entiende como “español mexicano” al español que se habla, desde un sentido muy amplió, en el altiplano de territorio nacional, pues tanto en el norte como en sur tienen particularidades muy específicas en su forma de hablar.
La académica reconoció que los estereotipos que definen al mexicano tienen gran parte de verdad: “Hay una idea de que los mexicanos son corteses, y sí lo son, es una lengua de muchas florituras”, características, que según Company se pueden confirmar “desde el germen de la nación”.
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Para ello, refirió el Corpus diacŕonico y diatópico del español de América (CORDIA), donde encontró documentos que confirman la forma de hablar cortés y hasta rebuscada de los mexicanos, por ejemplo en solicitudes de embarque del siglo XVI, o en el poema La grandeza mexicana, de Bernardo de Balbuena, escrito en 1604.
Tras hacer un listado de momentos claves para entender la evolución histórica del español hasta el que se habla hoy en día en México, Company mencionó que el antecedente directo de la lengua mexicana actual es el Siglo XVIII, producto de las Leyes de Reforma Borbónica que buscaban restringir el poder del clero y que provocaron, entre otras cosas, el desarrollo del barroco americano y grandes migraciones indígenas a las ciudades.