/ miércoles 24 de junio de 2020

Ignacio sobrevive al Covid-19 y comparte su experiencia desde el aislamiento

Una cosa es la desesperación para poder respirar y otra cosa de la que nadie habla es la soledad, narra en su publicación

A estas alturas de la pandemia, la mayoría, si no es que todos tenemos un familiar, un amigo, un vecino, un conocido o una referencia de alguien que se contagió de Covid-19.

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A diario, en los chats, llamadas telefónicas y videollamadas es común enterarnos de alguien que está pasando por lo que se describe una pesadilla; de una u otra forma han caído en las garras del virus, al ir al supermercado para abastecer de alimento a la familia, al recibir una visita, en el trabajo por no tener la posibilidad de hacerlo desde casa o al buscar atención médica por otros motivos, como el de Ignacio Castillo, quien ha compartido su testimonio en redes sociales y detalló para El Sol de Hermosillo.

Este miércoles 24 de junio publicó en Facebook su relato sobre lo que ha vivido desde principios de mes, pero ha comenzado a hilar sus pensamientos desde hace cuatro días pues es cuando ha sentido mejoría.

Él es docente de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora y artista plástico.

Si bien, algunas personas han hecho una relatoría de sus días de confinamiento, si hacen ejercicio, si trabajan, si han desarrollado una nueva habilidad, han probado una nueva receta, pero qué sabemos de las personas que han padecido o experimentan el coronavirus ahora.

Mike Acosta | El Sol de Hermosillo

Después de la introducción, en el segundo párrafo, Ignacio señala que acudió al Hospital Chávez por un fuerte dolor de riñones ocasionado por piedras, “Es muy probable que en ese lugar me haya contagiado de Covid-19. Sabía del riesgo, pero el dolor era intenso”.

Pero fue hasta el miércoles 10 cuando comenzó con los síntomas, que confundió con el padecimiento de los cálculos renales ya que le habían hecho cambio de tratamiento, por uno más fuerte.

Prosigue: “El sábado 13 empezó la tos seca y el infierno. De estar en la mañana con mareo, pasé de inmediato a episodios de tos cada vez más frecuentes, dolor de cuerpo y migraña. Se incrementó la necesidad de dormir por un cansancio terrible, pero sobre todo la pérdida de equilibrio, migraña severa, dolor de cuerpo, fiebre y la falta de capacidad respiratoria, esto último verdaderamente desesperante. Hay que buscar posiciones para respirar, para dormir, para descansar, aunque sea unos minutos. Es un círculo vicioso porque el cuerpo cansado te pide dormir, pero el cerebro en alerta, al no poder respirar, no te permite pegar los ojos. De inmediato informé a un médico cercano a la familia. Empezó la preocupación. Suspendí medicamentos relacionados con piedras para concentrarme en el posible covid-19”.

Acudió a una farmacia similar el día 14 pues los ataques de tos aumentaron hasta por espacio de cinco minutos continuos, mientras trataba de respirar de la manera que le fuera posible, pues el esfuerzo extraordinario, narra, es similar al que se hace después de correr a toda velocidad.

Ignacio detalló que “el lunes informé en mi trabajo. De inmediato me buscaron la posibilidad de una prueba Covid. Manejé con todo el cuidado posible pero por cuestiones administrativas del laboratorio no se pudo realizar. La prueba se realizó hasta el miércoles 17. Para este día había perdido el olfato, pero curiosamente hay cosas que hasta hoy me parecen extremadamente saladas o con sabores extraños, como el caso de los embutidos que ya eliminé de mi dieta”.

El martes 16 de junio, “el médico cercano a la familia trazó una ruta de emergencia para prever la atención hospitalaria pues el deterioro era muy veloz, independientemente de la prueba, se había determinado por protocolo que era positivo por velocidad y síntomas. Todo el control respiratorio lo basé en mantener la calma y animarme que iba a estar bien. Podía durar en ese ejercicio las horas que estuviera despierto. Solo el día 18 pensé que no la iba a librar e intenté despedirme de ciertas personas, que afortunadamente no fue posible el contacto telefónico”.

El miércoles 17 le realizaron la prueba de Covid-19 y le entregaron el resultado el día 22, confirmando sus sospechas, las de su médico y las del personal que tomó la muestra, quienes le sugirieron atención médica urgente.

Su relato continúa: “El jueves 18 me consiguieron atención médica privada. Se sugirió una alternativa urgente a riesgo, es decir, no se tenía la certeza de que el procedimiento funcionara pues se sugiere en atención temprana, mi caso era ya medianamente grave, puede causar daños secundarios peores al mismo virus, además no sirve para todo mundo. Además, ingresar al hospital podría significar ya no regresar vivo por la saturación y la atención que ya no es personalizada. Me apliqué un coctel por tres días (18, 19 y 20). Aprendí a inyectarme. Funcionó casi de inmediato, sin embargo, fue verdaderamente notorio hasta el cuarto día (lunes 21)”.

Para quienes piensan que solo es ir a que le den una receta, una pastilla o le tomen la temperatura en un hospital o consultorio, la idea es imprecisa, Ignacio señala que en su relato y en una comunicación con él para recibir mayor información, que solamente ha podido dormir tres horas por noche, y cuando puede durante el día. ¿Por qué? Porque la tos permanece así como la dificultad respiratoria, ni hablar de las reacciones alérgicas que puede causar una situación de la que tan poco se sabe, solo las cifras mortales, y de los contagios que no la están pasando nada bien.

Sobre las dificultades para respirar y del estado de alerta, y del temor de no poder hacerlo, el testimonio señala que puede durar un periodo de dos o tres semanas más en los que hay que estar monitoreándose y procurar el reposo absoluto, “previendo los coágulos que la enfermedad provoca”.

El maestro sabe que posteriormente hará que someterse a tomografías para saber la condición de varios órganos del cuerpo, y no se refiere a los riñones, que fue por lo que acudió al hospital donde pudo haberse contagiado, sino para saber las condiciones de sus pulmones, con la esperanza de no haber desarrollado fibrosis.

Otros comentarios sobre este nuevo padecimiento han sido que es tal el miedo y la desesperación por no poder respirar que es cuando se puede disparar “el azúcar” y la presión arterial, que complican de por sí la grave situación.

Quizás no todos los que lo padecen tienen la capacidad mental para mantener el control y procurar tranquilizarse, para pensar en que estarán bien y no dejarse llevar por la infodemia, por los resultados de gente cercana que también han enfermado, por los amigos y conocidos que ya no están, por las estadísticas que van en aumento, independientemente de las diferencias entre el estado y la federación. El Covid-19 existe.

Por último argumenta: “El covid-19 no es similar a una gripe ni a nada que te imagines. Es un virus nuevo, diferente y no sabes cómo reaccionará tu cuerpo ante él. En mi caso puedo decir que la libré, sin decir que gané la batalla y sin bajar la guardia, pero esta semana se han ido amigos, familiares y conocidos que ya no podrán contarles lo que pasó por su cabeza, por su corazón y las dificultades físicas que sufrieron, por eso me adelanté a su publicación, quizá haya una reflexión de tu parte. En cuanto a despertar solo y enfrentar el problema aislado de todo mundo, aún con el apoyo de quienes vayan a dejarte a la puerta de tu casa algún medicamento o alimento, la cosa se torna más triste. De esto nadie está escribiendo”.

A estas alturas de la pandemia, la mayoría, si no es que todos tenemos un familiar, un amigo, un vecino, un conocido o una referencia de alguien que se contagió de Covid-19.

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A diario, en los chats, llamadas telefónicas y videollamadas es común enterarnos de alguien que está pasando por lo que se describe una pesadilla; de una u otra forma han caído en las garras del virus, al ir al supermercado para abastecer de alimento a la familia, al recibir una visita, en el trabajo por no tener la posibilidad de hacerlo desde casa o al buscar atención médica por otros motivos, como el de Ignacio Castillo, quien ha compartido su testimonio en redes sociales y detalló para El Sol de Hermosillo.

Este miércoles 24 de junio publicó en Facebook su relato sobre lo que ha vivido desde principios de mes, pero ha comenzado a hilar sus pensamientos desde hace cuatro días pues es cuando ha sentido mejoría.

Él es docente de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora y artista plástico.

Si bien, algunas personas han hecho una relatoría de sus días de confinamiento, si hacen ejercicio, si trabajan, si han desarrollado una nueva habilidad, han probado una nueva receta, pero qué sabemos de las personas que han padecido o experimentan el coronavirus ahora.

Mike Acosta | El Sol de Hermosillo

Después de la introducción, en el segundo párrafo, Ignacio señala que acudió al Hospital Chávez por un fuerte dolor de riñones ocasionado por piedras, “Es muy probable que en ese lugar me haya contagiado de Covid-19. Sabía del riesgo, pero el dolor era intenso”.

Pero fue hasta el miércoles 10 cuando comenzó con los síntomas, que confundió con el padecimiento de los cálculos renales ya que le habían hecho cambio de tratamiento, por uno más fuerte.

Prosigue: “El sábado 13 empezó la tos seca y el infierno. De estar en la mañana con mareo, pasé de inmediato a episodios de tos cada vez más frecuentes, dolor de cuerpo y migraña. Se incrementó la necesidad de dormir por un cansancio terrible, pero sobre todo la pérdida de equilibrio, migraña severa, dolor de cuerpo, fiebre y la falta de capacidad respiratoria, esto último verdaderamente desesperante. Hay que buscar posiciones para respirar, para dormir, para descansar, aunque sea unos minutos. Es un círculo vicioso porque el cuerpo cansado te pide dormir, pero el cerebro en alerta, al no poder respirar, no te permite pegar los ojos. De inmediato informé a un médico cercano a la familia. Empezó la preocupación. Suspendí medicamentos relacionados con piedras para concentrarme en el posible covid-19”.

Acudió a una farmacia similar el día 14 pues los ataques de tos aumentaron hasta por espacio de cinco minutos continuos, mientras trataba de respirar de la manera que le fuera posible, pues el esfuerzo extraordinario, narra, es similar al que se hace después de correr a toda velocidad.

Ignacio detalló que “el lunes informé en mi trabajo. De inmediato me buscaron la posibilidad de una prueba Covid. Manejé con todo el cuidado posible pero por cuestiones administrativas del laboratorio no se pudo realizar. La prueba se realizó hasta el miércoles 17. Para este día había perdido el olfato, pero curiosamente hay cosas que hasta hoy me parecen extremadamente saladas o con sabores extraños, como el caso de los embutidos que ya eliminé de mi dieta”.

El martes 16 de junio, “el médico cercano a la familia trazó una ruta de emergencia para prever la atención hospitalaria pues el deterioro era muy veloz, independientemente de la prueba, se había determinado por protocolo que era positivo por velocidad y síntomas. Todo el control respiratorio lo basé en mantener la calma y animarme que iba a estar bien. Podía durar en ese ejercicio las horas que estuviera despierto. Solo el día 18 pensé que no la iba a librar e intenté despedirme de ciertas personas, que afortunadamente no fue posible el contacto telefónico”.

El miércoles 17 le realizaron la prueba de Covid-19 y le entregaron el resultado el día 22, confirmando sus sospechas, las de su médico y las del personal que tomó la muestra, quienes le sugirieron atención médica urgente.

Su relato continúa: “El jueves 18 me consiguieron atención médica privada. Se sugirió una alternativa urgente a riesgo, es decir, no se tenía la certeza de que el procedimiento funcionara pues se sugiere en atención temprana, mi caso era ya medianamente grave, puede causar daños secundarios peores al mismo virus, además no sirve para todo mundo. Además, ingresar al hospital podría significar ya no regresar vivo por la saturación y la atención que ya no es personalizada. Me apliqué un coctel por tres días (18, 19 y 20). Aprendí a inyectarme. Funcionó casi de inmediato, sin embargo, fue verdaderamente notorio hasta el cuarto día (lunes 21)”.

Para quienes piensan que solo es ir a que le den una receta, una pastilla o le tomen la temperatura en un hospital o consultorio, la idea es imprecisa, Ignacio señala que en su relato y en una comunicación con él para recibir mayor información, que solamente ha podido dormir tres horas por noche, y cuando puede durante el día. ¿Por qué? Porque la tos permanece así como la dificultad respiratoria, ni hablar de las reacciones alérgicas que puede causar una situación de la que tan poco se sabe, solo las cifras mortales, y de los contagios que no la están pasando nada bien.

Sobre las dificultades para respirar y del estado de alerta, y del temor de no poder hacerlo, el testimonio señala que puede durar un periodo de dos o tres semanas más en los que hay que estar monitoreándose y procurar el reposo absoluto, “previendo los coágulos que la enfermedad provoca”.

El maestro sabe que posteriormente hará que someterse a tomografías para saber la condición de varios órganos del cuerpo, y no se refiere a los riñones, que fue por lo que acudió al hospital donde pudo haberse contagiado, sino para saber las condiciones de sus pulmones, con la esperanza de no haber desarrollado fibrosis.

Otros comentarios sobre este nuevo padecimiento han sido que es tal el miedo y la desesperación por no poder respirar que es cuando se puede disparar “el azúcar” y la presión arterial, que complican de por sí la grave situación.

Quizás no todos los que lo padecen tienen la capacidad mental para mantener el control y procurar tranquilizarse, para pensar en que estarán bien y no dejarse llevar por la infodemia, por los resultados de gente cercana que también han enfermado, por los amigos y conocidos que ya no están, por las estadísticas que van en aumento, independientemente de las diferencias entre el estado y la federación. El Covid-19 existe.

Por último argumenta: “El covid-19 no es similar a una gripe ni a nada que te imagines. Es un virus nuevo, diferente y no sabes cómo reaccionará tu cuerpo ante él. En mi caso puedo decir que la libré, sin decir que gané la batalla y sin bajar la guardia, pero esta semana se han ido amigos, familiares y conocidos que ya no podrán contarles lo que pasó por su cabeza, por su corazón y las dificultades físicas que sufrieron, por eso me adelanté a su publicación, quizá haya una reflexión de tu parte. En cuanto a despertar solo y enfrentar el problema aislado de todo mundo, aún con el apoyo de quienes vayan a dejarte a la puerta de tu casa algún medicamento o alimento, la cosa se torna más triste. De esto nadie está escribiendo”.

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