Según la secretaría de Salud en Sonora, la depresión es uno de los principales factores que llevan a las personas a cometer suicidio; durante los primeros meses de la pandemia, en junio y julio del año pasado, junto con el también difícil mes de enero, la entidad reportó una alta tasa de estos casos, 85 en total.
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La lucha contra la depresión es una de las prioridades en salud mental en todo el mundo, y un nuevo avance tecnológico podría abrir una nueva puerta para las personas que viven con este padecimiento.
“Mi vida diaria se había vuelto tan restrictiva. Me sentía torturada. Apenas me movía o hacia algo”, recuerda Sarah, una paciente con depresión que se ha convertido en la primera persona en recibir un implante cerebral para tratar este padecimiento, y los resultados son prometedores.
Como parte de una investigación por la Universidad de California, en San Francisco, el implante para la estimulación profunda del cerebro fue instalado en el hemisferio derecho del cerebro de Sarah, desde ahí el llamado “marcapasos para el cerebro” puede detectar los impulsos eléctricos relacionados con sus emociones y actuar en consecuencia, aplicando una ligera corriente que puede reducir los sentimientos de depresión y tristeza cuando es necesario.
Para Sarah estos estímulos eléctricos son imperceptibles, pero asegura saber cuándo uno de ellos está ocurriendo por sus propias reacciones emocionales, se siente más despierta y alerta.
Desde que ha recibido este implante asegura que su vida ha mejorado considerablemente, pasando de no poder trabajar o vivir sola a controlar sus pensamientos negativos de forma más eficiente.
Para el correcto funcionamiento del implante este tuvo que ser personalizado a la actividad cerebral de Sarah, por lo que se espera que opere de manera diferente para cada paciente en el que sea utilizado este dispositivo. En su caso este se concentra en un área relacionada con el sentido de recompensa llamado núcleo estriado.
Esta tecnología, que había sido utilizada antes para tratar a pacientes con epilepsia, abre nuevas oportunidades en la lucha contra la depresión, una de las grandes enfermedades mentales de la era moderna.
Según la doctora Katherine Scangos, en entrevista con la BBC, todavía se necesita investigación para determinar si esta misma tecnología podría traducirse a otras personas con depresión severa, o incluso algunas otras enfermedades.
Le secunda el doctor Edward Chang, neurocirujano responsable de implantar el dispositivo: “Todavía queda mucho trabajo para validar estos resultados para ver si esto es ciertamente algo que pueda ser considerado como una opción de tratamiento duradera”.
Hasta el momento la investigación incluye a otros dos pacientes y se espera la inclusión de otros nueve próximamente. Mientras tanto, Sarah ha tenido que reaprender muchos aspectos de su vida, ya que de nuevo señala ser capaz de tomar decisiones y racionalizar sus emociones.
“Este aparato ha mantenido mi depresión a raya, me ha permitido regresar a ser mi mejor versión y reconstruir una vida que valga la pena vivir”, celebra. Como parte de su tratamiento continúa acudiendo a terapia y tomando medicación.
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A un año después de implantarse el dispositivo, la primera paciente en su tipo no ha reportado efectos secundarios relacionados con el implante.