Contrario a las apariencias, las caravanas migrantes son distintas en principio al flujo cotidiano de individuos de otro país que cruza México con la consigna de encontrar un trabajo.
El padre de la capilla de San Luis Gonzaga y encargado de la Pastoral de la Movilidad Humana, Gilberto Lezama Rodríguez, ha trabajado con migrantes durante mucho tiempo y entiende las diferencias entre ambos fenómenos sociales.
Para el párroco, las caravanas migrantes y el flujo normal de estos son realidades distintas que deben ser abordadas y atendidas de acuerdo a su propio contexto, por ello es frecuente que las personas hagan juicios incorrectos sobre cada una.
“Uno es el movimiento normal de gente que se da por la vías del tren o por camión, ellos, resumidos en dos palabra buscan ‘bienestar’ y ‘economía’, salen de sus hogares para mandarles dinero a sus familias, sean del país o extranjeros”, explicó.
De acuerdo con la experiencia del padre, estos individuos, con el solo propósito de mandar dinero a sus hogares, se quedan sin nada, a veces ni siquiera pueden enviar dinero y comienzan a vivir de la caridad, por lo que aceptan lo que instituciones como la iglesia les puedan dar.
No obstante, para Lezama Rodríguez las palabras que definen a la caravana migrante son “seguridad” y “vida”, pues estas familias salen de manera tempestiva y rápida de sus sitios de origen porque su vida e integridad corren riesgo debido a factores externos.
La persona que está en esas circunstancias por lo general tiene una familia que le manda dinero, lo cual, pese a que no implica una situación de solvencia económica, habla de una seguridad al continuar su viaje.
Por ello, mientras los miembros de la caravana se establecen, pueden vivir con sus propios medios bajo la convicción de dejar de ser una carga para sus familias en casa, a raíz de esto es frecuente que los migrantes del convoy compren refrescos y sándwiches para alimentarse.
Aquí es cuando ocurre uno de los errores más frecuentes de las personas sobre las caravanas, relató el padre Lezama Rodríguez, pues se asume la idea de que son personas con muchas necesidades y por ende deben aprovechar la caridad de la población.
No obstante, debido a cuestiones de seguridad, los migrantes deben permanecer en un territorio fijo, a veces por semanas, sin posibilidades de salir de su grupo, lo cual crea fricción con las personas que tienen los medios para comprar cosas distintas a las que se les ofrece.
El padre de la capilla de la colonia San Luis, indicó que hasta el momento se han recibido poco menos de 200 migrantes pertenecientes a la caravana, lo cual es mayor que el flujo ordinario de estos individuos, mismos que también son atendidos en un comedor ubicado en el Ejido La Victoria.