El trabajo de los misioneros jesuitas, pertenecientes a la Compañía de Jesús, ha recorrido todo el mundo y también tiene historia en Sonora. Quien ha tenido más representación en este apostolado ha sido Eusebio Francisco Kino, un sacerdote italiano que llegó a la región conocida como Pimería Alta en el noroeste de México.
La Pimería Alta comprende lo que ahora es el norte de Sonora y el sur de Arizona, en Estados Unidos, y su presencia tiene registro a partir de 1687, cuando llegó a la edad de 42 años.
El trabajo de los misioneros en esta región del país y de Estados Unidos no solo fue la evangelización. Según el sitio explore-sonora.com, Kino y los jesuitas que tuvieron presencia en las que hoy conocemos como misiones, hicieron una actividad de inmersión; es decir, aprendieron el idioma de los distintos grupos étnicos con los que coincidieron, entre ellos los tohono o’odham y los pimas.
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¿En qué consistió el trabajo de los jesuitas en Sonora?
Los 24 años que trabajó el padre Kino en la Pimería Alta (murió en 1711) no solo se hizo el trabajo de conversión religiosa, también se establecieron formas de trabajo que perduran a través de los siglos como el ganadero y el del campo, labrando y haciendo florecer el desierto.
Si bien, los jesuitas fueron expulsados de territorio español en distintas épocas de la historia, su trabajo en México y en el desierto sonorense dejó huella. En particular, en el tema de la arquitectura, Sonora conserva algunas de las misiones creadas por esta compañía religiosa.
Una de las primeras misiones se construyó en 1687, cerca de Cucurpe, se llamó Nuestra Señora de los Dolores, que ahora está en ruinas; de ese año también se tiene registro de la creación de la Misión de Nuestra Señora de los Remedios, de la que también quedan algunas ruinas.
Misiones que aún se conservan
Un templo se mantiene activo, y que forma parte de una ruta turística conocida como “Ruta de las misiones” se encuentra en el municipio de Oquitoa, está dedicado a San Antonio de Padua, se construyó en 1690 y fue renovado en 1959. La particularidad de esta misión es que tiene un camposanto en el mismo predio. A un lado y en la parte posterior.
La Misión de San Pedro y San Pablo de Tubutama se construyó en 1791, es una edificación de color blanco que tiene un museo con reliquias a un lado de la iglesia, frente a una plaza pública, y, como dato curioso: para su conservación no se permite que se tomen fotografías con flash.
En uno de los municipios más grandes donde las misiones se mantienen de pie, se encuentra el templo de la Purísima Concepción de Nuestra Señora de Caborca, construido en 1693 y que ha sido, además, un sitio desde el que hubo una defensa de filibusteros estadounidenses en 1857, cuya fachada conserva impactos de este hecho histórico, aunque haya tenido una restauración en 1957.
La misión de Santa Teresa de Átil tiene el registro de tres construcciones, de una, construida en 1692, solo se conservan ruinas de adobe, protegidas como parte de la historia del municipio, y dos iglesias más que han ido aumentando su tamaño, pero siempre en referencia a esta misión jesuita.
La misión de San Diego del Pitiquín, hoy Pitiquito, construida por los franciscanos ha recibido restauración por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH, en Sonora; donde se trabaja para restaurar no solo el altar, sino las pinturas que hay a los extremos del lugar.
La joya de la corona
Sin duda, la que podría considerarse como ‘la joya de la corona’ es la misión de Santa María de Magdalena, construida en 1690 en Magdalena de Kino, que ha recibido algunas reestructuraciones a partir de los trabajos que se hicieron para encontrar los restos mortales del Padre Kino, que yacen en un mausoleo en su memoria, y que tienen a un lado también, una capilla dedicada a San Francisco Javier.
Finalmente, las misiones de los franciscanos en el norte de Sonora, tienen también las ruinas del templo de Nuestra Señora del Pilar y Santiago de Cocóspera, construido de adobe en 1691, cuyas ruinas se conservan.
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Otras misiones creadas en la incursión en la Pimería Alta, fueron San Ignacio de Caborica; San José de Ímuris; Santa Gertrudis del Sáric; San Luis Bacoancos -que fue fundada y abandonada por ataques apaches-; Nuestra Señora de Loreto de San Marcelo, en Sonoyta; y San Valentín de Bizani, cerca de Caborca y donde aún quedan montículos de lo que fue, junto a un cementerio de la tribu tohono o’odham.
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