/ martes 11 de junio de 2024

Arqueología del desencanto | De Spotify y de cuando el valor del arte se reduce a cero

“Hoy en día, con el costo de crear contenido cercano a cero, las personas pueden compartir una cantidad increíble de contenido”, publicó hace unos días Daniel Ek en la plataforma de X.

Las declaraciones del CEO de Spotify tuvieron un eco instantáneo en la industria musical y resonó especialmente en los millones de artistas que diariamente comparten sus obras a través del servicio de streaming que recientemente reportó ganancias por alrededor de un billón de dólares, en medio de un recorte del 17% de su fuerza laboral a nivel global y con una nueva política de regalías que afecta directamente a los artistas con menos reproducciones.

Ante ello, distintas personalidades, entre músicos, mánagers, fans y productores de todo el mundo alzaron la voz haciendo una apología del esfuerzo que implica realizar música, con una entrega emocional, intelectual y económica que dista mucho de ser “cercana a cero”.

Y aunque posteriormente Ek aclaró que su intención nunca fue demeritar el tiempo y los recursos en la creación de obras “significativas”, sino explorar “cómo, en este ambiente de creación constante, podemos identificar y garantizar que las ideas y obras de arte audaces, emocionantes y que cambian el mundo no se pierdan en el ruido”, el daño ya estaba hecho.

¿Mi modesta, simple y definitivamente insuficiente propuesta de rebelión? Compra discos, consume arte local y elige por ti mismo.

“En una señal del Apocalipsis, los robots escogen nuestra música por nosotros. Pero no tiene por qué ser de esa manera”, se lee en el texto “Venganza de los humanos”, que el actor y escritor estadounidense Dave Holmes escribió para Esquire.

El también editor general de la icónica revista norteamericana alude en las mismas páginas a la novela High Fidelity de Nick Hornby, cuando el personaje principal apunta que lo que realmente importa es lo que te gusta y no cómo eres. Más de tres décadas después del lanzamiento de ese libro Spotify incita otro cuestionamiento: Si el algoritmo decide lo que nos gusta, ¿en qué nos convierte eso?

“El algoritmo puede darte lo que sabe que deseas. Pero sin la percepción humana no puede darte lo que necesitas. No te animará a evolucionar… El algoritmo puede conocerte. Aterradoramente bien. Pero no puede amarte”, añade Holmes.

La rebelión aplica en algo tan anacrónico como hacerte de tu colección física de películas favoritas y series de televisión en Blu-ray.

A raíz de la noticia hace cinco años de que la cadena Fox no volvería a transmitir el capítulo de Los Simpson donde aparece Michael Jackson, retirándolo de los servicios de streaming (medida que plataformas como Netflix también han implementado con otras series) y con su música siendo censurada en algunos países, el crítico de cine Jesús Iglesias escribió que se trataba de otra prueba de que hoy más que nunca tener películas, discos y libros en físico es un gran acierto.

“Yo decido si veo o no veo el capítulo, pues lo tengo al alcance de la mano en un DVD. Yo decido si me chingo toda la filmografía de Woody Allen o todas las películas que produjo Harvey Weinstein. Yo, no corporaciones moralmente superiores que me imponen su criterio, decidiendo por mí qué es lo que no es correcto que yo vea”.

Hasta el mismo CEO de Spotify lo dijo en su malogrado tuit: “Esto ha despertado mi curiosidad sobre el concepto de vida útil larga versus vida útil corta. Si bien gran parte de lo que vemos y escuchamos rápidamente se vuelve obsoleto, hay ideas atemporales o incluso piezas musicales que pueden seguir siendo relevantes durante décadas o incluso siglos”. Claro, eso hasta el día en que alguien decida retirarlas del mundo digital.

“Desde juegos de mesa y cuadernos hasta cámaras de película instantánea, los análogos físicos que ya no necesitamos tener se han convertido de repente en posesiones sin las cuales no podemos vivir”, escribe por su parte el periodista canadiense David Sax.

“¿Por qué? Porque sin estas cosas no tenemos nada... Hay una razón por la que los tipos malos de las películas, como el villano de Ex Machina, siempre residen en búnkeres sin alma y el apartamento del héroe es un desastre encantador. Uno tiene personalidad; el otro es un autómata”.

¿El tipo de Spotify se sigue forrando los bolsillos en parte por las creaciones de artistas que no tienen para pagar la renta? ¿Nos acercamos cada vez más a un futuro distópico donde se censuran y borran de la existencia las obras artísticas que desde el adoctrinamiento unos cuantos deciden que van en contra de la moral de la época? Entonces apoya a tus artistas. Ve a las exposiciones de tus amigos; cómprales una playera de su proyecto musical; acude a una obra de teatro local. Qué dicha sería poderte decir que visites tu tienda de discos favorita, pero ante la expansiva extinción de cada una de ellas queda comprar álbumes a través de Amazon, aunque en el acto sumes a la fortuna de Jeff Bezos, otro magnate cuyo parecido a Lex Luthor es tal que francamente resulta escalofriante (una batalla a la vez).

Siempre puedes decidir de qué lado estás.

Aquí una predicción jodorowskyana: Inmortal, el hombre sin enfermedades, con un cuerpo artificial irrompible, vagando aburrido entre las estrellas, buscará de plataforma en plataforma aquel tesoro fabuloso que antaño se llamaba elegir.

“Hoy en día, con el costo de crear contenido cercano a cero, las personas pueden compartir una cantidad increíble de contenido”, publicó hace unos días Daniel Ek en la plataforma de X.

Las declaraciones del CEO de Spotify tuvieron un eco instantáneo en la industria musical y resonó especialmente en los millones de artistas que diariamente comparten sus obras a través del servicio de streaming que recientemente reportó ganancias por alrededor de un billón de dólares, en medio de un recorte del 17% de su fuerza laboral a nivel global y con una nueva política de regalías que afecta directamente a los artistas con menos reproducciones.

Ante ello, distintas personalidades, entre músicos, mánagers, fans y productores de todo el mundo alzaron la voz haciendo una apología del esfuerzo que implica realizar música, con una entrega emocional, intelectual y económica que dista mucho de ser “cercana a cero”.

Y aunque posteriormente Ek aclaró que su intención nunca fue demeritar el tiempo y los recursos en la creación de obras “significativas”, sino explorar “cómo, en este ambiente de creación constante, podemos identificar y garantizar que las ideas y obras de arte audaces, emocionantes y que cambian el mundo no se pierdan en el ruido”, el daño ya estaba hecho.

¿Mi modesta, simple y definitivamente insuficiente propuesta de rebelión? Compra discos, consume arte local y elige por ti mismo.

“En una señal del Apocalipsis, los robots escogen nuestra música por nosotros. Pero no tiene por qué ser de esa manera”, se lee en el texto “Venganza de los humanos”, que el actor y escritor estadounidense Dave Holmes escribió para Esquire.

El también editor general de la icónica revista norteamericana alude en las mismas páginas a la novela High Fidelity de Nick Hornby, cuando el personaje principal apunta que lo que realmente importa es lo que te gusta y no cómo eres. Más de tres décadas después del lanzamiento de ese libro Spotify incita otro cuestionamiento: Si el algoritmo decide lo que nos gusta, ¿en qué nos convierte eso?

“El algoritmo puede darte lo que sabe que deseas. Pero sin la percepción humana no puede darte lo que necesitas. No te animará a evolucionar… El algoritmo puede conocerte. Aterradoramente bien. Pero no puede amarte”, añade Holmes.

La rebelión aplica en algo tan anacrónico como hacerte de tu colección física de películas favoritas y series de televisión en Blu-ray.

A raíz de la noticia hace cinco años de que la cadena Fox no volvería a transmitir el capítulo de Los Simpson donde aparece Michael Jackson, retirándolo de los servicios de streaming (medida que plataformas como Netflix también han implementado con otras series) y con su música siendo censurada en algunos países, el crítico de cine Jesús Iglesias escribió que se trataba de otra prueba de que hoy más que nunca tener películas, discos y libros en físico es un gran acierto.

“Yo decido si veo o no veo el capítulo, pues lo tengo al alcance de la mano en un DVD. Yo decido si me chingo toda la filmografía de Woody Allen o todas las películas que produjo Harvey Weinstein. Yo, no corporaciones moralmente superiores que me imponen su criterio, decidiendo por mí qué es lo que no es correcto que yo vea”.

Hasta el mismo CEO de Spotify lo dijo en su malogrado tuit: “Esto ha despertado mi curiosidad sobre el concepto de vida útil larga versus vida útil corta. Si bien gran parte de lo que vemos y escuchamos rápidamente se vuelve obsoleto, hay ideas atemporales o incluso piezas musicales que pueden seguir siendo relevantes durante décadas o incluso siglos”. Claro, eso hasta el día en que alguien decida retirarlas del mundo digital.

“Desde juegos de mesa y cuadernos hasta cámaras de película instantánea, los análogos físicos que ya no necesitamos tener se han convertido de repente en posesiones sin las cuales no podemos vivir”, escribe por su parte el periodista canadiense David Sax.

“¿Por qué? Porque sin estas cosas no tenemos nada... Hay una razón por la que los tipos malos de las películas, como el villano de Ex Machina, siempre residen en búnkeres sin alma y el apartamento del héroe es un desastre encantador. Uno tiene personalidad; el otro es un autómata”.

¿El tipo de Spotify se sigue forrando los bolsillos en parte por las creaciones de artistas que no tienen para pagar la renta? ¿Nos acercamos cada vez más a un futuro distópico donde se censuran y borran de la existencia las obras artísticas que desde el adoctrinamiento unos cuantos deciden que van en contra de la moral de la época? Entonces apoya a tus artistas. Ve a las exposiciones de tus amigos; cómprales una playera de su proyecto musical; acude a una obra de teatro local. Qué dicha sería poderte decir que visites tu tienda de discos favorita, pero ante la expansiva extinción de cada una de ellas queda comprar álbumes a través de Amazon, aunque en el acto sumes a la fortuna de Jeff Bezos, otro magnate cuyo parecido a Lex Luthor es tal que francamente resulta escalofriante (una batalla a la vez).

Siempre puedes decidir de qué lado estás.

Aquí una predicción jodorowskyana: Inmortal, el hombre sin enfermedades, con un cuerpo artificial irrompible, vagando aburrido entre las estrellas, buscará de plataforma en plataforma aquel tesoro fabuloso que antaño se llamaba elegir.

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