/ martes 19 de marzo de 2024

Arqueología del desencanto | The Strokes, Christian Nodal y la Palestina libre

El pasado fin de semana finalizó una edición más del South By Southwest (SXSW), el festival anual de Austin, Texas que gira en torno al cine, música, conferencias, tecnología y cultura.

Yo lo defino como un tipo de Fiestas del Pitic texano y de corte más alternativo, donde diferentes recintos y plazas públicas fungen como sedes de las distintas actividades (en su edición del 2011 alrededor de 20 mil personas pudieron ver el concierto que The Strokes ofreció en un parque al sur de la ciudad y un día más tarde a The Kills en un venue con capacidad para mil 700 almas), en una programación que se extiende por lo general durante poco más de una semana.

En esta ocasión el festival se llevó a cabo del 8 al 16 de marzo y entre sus miles de protagonistas invitados destacó la presencia de Christian Nodal como uno de los artistas estelares de “The Stage”, el programa que armó la revista Billboard teniendo como escenario el Moody Amphitheater del Waterloo Park, ubicado en el centro de Austin.

Pero este texto no va de Christian Nodal, pero sí de Palestina, y un poco de Diego Luna, pero todavía no llegamos a él.

Y es que la noticia que mayor resonancia tuvo el SXSW de este año fue el boicot que encabezó un grupo de bandas irlandesas al negarse de último momento a participar en el programa musical “Music From Ireland”, en una protesta por el patrocinio al festival de parte del ejército de Estados Unidos, levantando así sus voces contra el apoyo a Israel en la guerra (masacre) contra Gaza.

Se dice que más de 60 actos del Reino Unido se sumaron al boicot, en un acto que no sólo repercutió en sus bolsillos, sino también en la oportunidad única para muchos de ellos de presentarse en uno de los festivales más importantes de todo el mundo.

Enola Gay, banda punk de Belfast, emitió un comunicado en sus redes sociales confirmando su rechazo a formar parte de la cartelera, “mientras llevan a cabo eventos militares y paneles mostrando su nueva tecnología”, presentándose en su lugar en el “Anti-SXSW Fest”, organizado en coordinación con la Coalición Austin por Palestina.

Diego Luna y la Palestina Libre

Este acto, que a todas luces parece coherente respecto al sentir de los cientos de personas que participaron en la protesta, me parece de una contundencia admirable que, al menos, abre una vez más el diálogo sobre el papel de los artistas y su poder contestatario en la incansable lucha por defender las causas justas.

Lo que me remite de inmediato a Diego Luna y a nuestro muy querido Hermosillo, ciudad donde el actor mexicano presentó el pasado 6 de marzo, a través de su asociación civil El Día Después, el proyecto “Voces Contra El Poder”, una serie de talleres que han llevado a varios estados de la república donde participan instituciones educativas y colectivos, desembocando en una puesta en escena que le da voz a periodistas y defensores de los derechos humanos y del medio ambiente para contar sus historias y transmitirlas a nuevas audiencias a través del teatro.

La función única en la capital sonorense tuvo lugar en el Teatro Emiliana de Zubeldía de la Universidad de Sonora y participaron las organizaciones SonoraTrans, Madres Buscadoras A.C., Colectivo Buscadoras Por La Paz, Caminantes Del Desierto, Golondrinas Migrantes y los Comités de Cuencas del Río Sonora; así como la periodista Reyna Haydee Ramírez, la artista Angélica Macías Mejía y estudiantes del Instituto Tecnológico de Sonora y de la Universidad Estatal de Sonora.

“Todo es parte de un mismo sistema al que nos estamos enfrentando como sociedad y nos siguen separando, nos siguen haciendo creer que esto pasa allá y pasa por algo y que son otras luchas… Queremos sumar historias que aparentemente no tienen que ver entre sí, pero que al final comparten una misma raíz y un mismo objetivo”, señaló en conferencia de prensa un día antes Gabriela Loaira, directora de El Día Después.

Llegado a su jornada final en la ciudad, el proyecto hubiera quedado sin aspavientos como un capítulo más que se sumaba a la serie de esfuerzos de parte de algunos miembros de la sociedad civil (en su gran mayoría mujeres, dicho sea de paso) por reclamar una justicia que parece no llegar nunca, a no ser porque al término de la función en cuestión un individuo en lo alto de la platea comenzó a vociferar en contra del evento como protesta debido al respaldo de éste por parte de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), conocida por su intervencionismo en países de América Latina y Asia.

Hasta ahí el acto pudo haber causado cierto respeto, sólo que el discurso se fue dirigiendo cada vez más en contra de los participantes “por venir a decirnos de manera engañosa que las luchas de cada uno no tienen que ver con las de los otros” (?).

David Foster Wallace, cuando hablaba acerca de las lecturas de su obra que estaba obligado a dar en las librerías del territorio estadounidense, mencionaba que había intentado de todo para escaparse de la sesión de preguntas y respuestas con el público que tendía a expresarse con cierta agresividad acerca de su escritura: “Del estilo, '¿No crees que este final fue débil?'. Y una parte de uno dice: 'Bueno, ¿qué tal si vamos a cenar y lo hablamos?'. No te acercas simplemente a alguien con una pregunta como esa”, apuntó alguna vez en una entrevista con Charlie Rose.

Así que este tipo relativamente joven que irrumpió en la función, después de arruinar la jornada y los días de trabajo previo, y tras declararse en contra del imperialismo y clamar por una Palestina libre, se dio la media vuelta y se marchó sin más, y una parte de ti quiso decirle: “¿Por qué no bajas con los organizadores y platicas al respecto?”.

Y estereotipos aparte, puedo visualizarlo perfectamente yéndose tras su acto de protesta directamente por una caguama a La Verbena o metiéndose a su cuchitril para prender un porro muy satisfecho de sí mismo con un libro de Bukowski a sus pies, o en el peor de los casos uno de Bolaño.

Y por supuesto que puedo equivocarme. Realmente quiero equivocarme. Y puedo ser realmente aquí yo el mayor de los cretinos. En cuyo caso, ¿por qué no vamos por un café y lo discutimos?

El pasado fin de semana finalizó una edición más del South By Southwest (SXSW), el festival anual de Austin, Texas que gira en torno al cine, música, conferencias, tecnología y cultura.

Yo lo defino como un tipo de Fiestas del Pitic texano y de corte más alternativo, donde diferentes recintos y plazas públicas fungen como sedes de las distintas actividades (en su edición del 2011 alrededor de 20 mil personas pudieron ver el concierto que The Strokes ofreció en un parque al sur de la ciudad y un día más tarde a The Kills en un venue con capacidad para mil 700 almas), en una programación que se extiende por lo general durante poco más de una semana.

En esta ocasión el festival se llevó a cabo del 8 al 16 de marzo y entre sus miles de protagonistas invitados destacó la presencia de Christian Nodal como uno de los artistas estelares de “The Stage”, el programa que armó la revista Billboard teniendo como escenario el Moody Amphitheater del Waterloo Park, ubicado en el centro de Austin.

Pero este texto no va de Christian Nodal, pero sí de Palestina, y un poco de Diego Luna, pero todavía no llegamos a él.

Y es que la noticia que mayor resonancia tuvo el SXSW de este año fue el boicot que encabezó un grupo de bandas irlandesas al negarse de último momento a participar en el programa musical “Music From Ireland”, en una protesta por el patrocinio al festival de parte del ejército de Estados Unidos, levantando así sus voces contra el apoyo a Israel en la guerra (masacre) contra Gaza.

Se dice que más de 60 actos del Reino Unido se sumaron al boicot, en un acto que no sólo repercutió en sus bolsillos, sino también en la oportunidad única para muchos de ellos de presentarse en uno de los festivales más importantes de todo el mundo.

Enola Gay, banda punk de Belfast, emitió un comunicado en sus redes sociales confirmando su rechazo a formar parte de la cartelera, “mientras llevan a cabo eventos militares y paneles mostrando su nueva tecnología”, presentándose en su lugar en el “Anti-SXSW Fest”, organizado en coordinación con la Coalición Austin por Palestina.

Diego Luna y la Palestina Libre

Este acto, que a todas luces parece coherente respecto al sentir de los cientos de personas que participaron en la protesta, me parece de una contundencia admirable que, al menos, abre una vez más el diálogo sobre el papel de los artistas y su poder contestatario en la incansable lucha por defender las causas justas.

Lo que me remite de inmediato a Diego Luna y a nuestro muy querido Hermosillo, ciudad donde el actor mexicano presentó el pasado 6 de marzo, a través de su asociación civil El Día Después, el proyecto “Voces Contra El Poder”, una serie de talleres que han llevado a varios estados de la república donde participan instituciones educativas y colectivos, desembocando en una puesta en escena que le da voz a periodistas y defensores de los derechos humanos y del medio ambiente para contar sus historias y transmitirlas a nuevas audiencias a través del teatro.

La función única en la capital sonorense tuvo lugar en el Teatro Emiliana de Zubeldía de la Universidad de Sonora y participaron las organizaciones SonoraTrans, Madres Buscadoras A.C., Colectivo Buscadoras Por La Paz, Caminantes Del Desierto, Golondrinas Migrantes y los Comités de Cuencas del Río Sonora; así como la periodista Reyna Haydee Ramírez, la artista Angélica Macías Mejía y estudiantes del Instituto Tecnológico de Sonora y de la Universidad Estatal de Sonora.

“Todo es parte de un mismo sistema al que nos estamos enfrentando como sociedad y nos siguen separando, nos siguen haciendo creer que esto pasa allá y pasa por algo y que son otras luchas… Queremos sumar historias que aparentemente no tienen que ver entre sí, pero que al final comparten una misma raíz y un mismo objetivo”, señaló en conferencia de prensa un día antes Gabriela Loaira, directora de El Día Después.

Llegado a su jornada final en la ciudad, el proyecto hubiera quedado sin aspavientos como un capítulo más que se sumaba a la serie de esfuerzos de parte de algunos miembros de la sociedad civil (en su gran mayoría mujeres, dicho sea de paso) por reclamar una justicia que parece no llegar nunca, a no ser porque al término de la función en cuestión un individuo en lo alto de la platea comenzó a vociferar en contra del evento como protesta debido al respaldo de éste por parte de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), conocida por su intervencionismo en países de América Latina y Asia.

Hasta ahí el acto pudo haber causado cierto respeto, sólo que el discurso se fue dirigiendo cada vez más en contra de los participantes “por venir a decirnos de manera engañosa que las luchas de cada uno no tienen que ver con las de los otros” (?).

David Foster Wallace, cuando hablaba acerca de las lecturas de su obra que estaba obligado a dar en las librerías del territorio estadounidense, mencionaba que había intentado de todo para escaparse de la sesión de preguntas y respuestas con el público que tendía a expresarse con cierta agresividad acerca de su escritura: “Del estilo, '¿No crees que este final fue débil?'. Y una parte de uno dice: 'Bueno, ¿qué tal si vamos a cenar y lo hablamos?'. No te acercas simplemente a alguien con una pregunta como esa”, apuntó alguna vez en una entrevista con Charlie Rose.

Así que este tipo relativamente joven que irrumpió en la función, después de arruinar la jornada y los días de trabajo previo, y tras declararse en contra del imperialismo y clamar por una Palestina libre, se dio la media vuelta y se marchó sin más, y una parte de ti quiso decirle: “¿Por qué no bajas con los organizadores y platicas al respecto?”.

Y estereotipos aparte, puedo visualizarlo perfectamente yéndose tras su acto de protesta directamente por una caguama a La Verbena o metiéndose a su cuchitril para prender un porro muy satisfecho de sí mismo con un libro de Bukowski a sus pies, o en el peor de los casos uno de Bolaño.

Y por supuesto que puedo equivocarme. Realmente quiero equivocarme. Y puedo ser realmente aquí yo el mayor de los cretinos. En cuyo caso, ¿por qué no vamos por un café y lo discutimos?

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