/ viernes 3 de diciembre de 2021

Colección privada | AMLO a la mitad del camino

Debo de reconocer que unas de las reglas por excelencia de AMLO para organizar y desarrollar un movimiento social, no fue, como alguien lo pudo haber imaginado, lo político-electoral. No, fue la observación de los pobres… sí, la tan angustiada y desesperada realidad de los que menos tienen, así como la urgencia de progreso a lo básico, el alimento.

Una forma audaz de considerarlos sin ambages fueron las decisiones colectivas, esas que se dan directa y sin vacilación. Luego entonces, se imprimía a ese reclamo por la vida digna la posibilidad de ser escuchados a través de un movimiento sin burocracia, que nacido del pueblo fijaría sus aspiraciones en los sueños de los propios, los de a pie… sabiduría popular que encierra mitos y leyendas que en su mayoría son superadas por la realidad.

AMLO conoce la historia de México, justo ahí, ha encontrado destino y futuro, inspiración de no repetir procesos históricos locuaces y sin sentido, y proclamar la real revolución ilustrada, que se ve en un espejo de matices, lo realmente urgente e importante, el derecho a una vida mejor.

Como ya se sabe, un verdadero gobierno de izquierda es el que logra acotar y regular la voracidad del poder económico (empresas, corporaciones, bancos, mercados) y promueve, estimula y consolida el poder social, es decir, a las comunidades, cooperativas, sindicatos, gremios, uniones ciudadanas, etcétera. Ello significa que el poder político (gobiernos y sus partidos) tiene la capacidad de autorreducirse para trasladar su poder burocrático a los ciudadanos organizados.

A la mitad de su camino, la 4T tiene programas que van en el sentido de apuntalar el poder social (Sembrando Vida o Educación para el Bienestar). Pero hablemos de casos específicos: Energía. En días pasados una excelente noticia recorrió el mundo. Por primera vez en la historia una región entera, el Sur de Australia, llegó a demanda cero de energía fósil. ¿Cómo se logró? Mediante la instalación de energía solar en 96% de los tejados de casas y edificios, más algunos pequeños generadores. Esto se llama “democracia energética”. En vez de buscar la reconversión hacia energías renovables mediante las gigantescas centrales solares y eólicas de empresas o gobiernos, se privilegian los diseños de pequeña escala (doméstica y por unidades habitacionales) que empoderan a ciudadanos y familias.

Y esta es justo la idea del programa pionero Ciudad Solar que lleva a cabo el Gobierno de la Ciudad de México de manera virtuosa, en combinación con bancos, iniciativas e instituciones nacionales e internacionales. El programa busca capacitar a mil técnicos para instalar sistemas fotovoltaicos y de calentamiento solar de agua. Las metas: 154 mil viviendas y comercios con calentadores solares y 10 mil Mipymes y hogares y 300 edificios públicos, más otros proyectos de mediana escala.

¿Qué espera la 4T para reproducir este esquema en todo el país?

Más dinero… Una cosa es apoyar empresas (con patrones y asalariados) y otra, cooperativas (donde todos son socios). El futuro del mundo sólo es factible transformando (súbita o gradualmente) las empresas monopólicas, por cooperativas ecológicas, sociales y solidarias. ¿Qué espera la 4T para corregir esta inexplicable pifia? Gobernanza.

Cada vez menos creen en esa ficción llamada democracia representativa, electoral o institucional que no es sino la fórmula que por siglos ha servido para justificar el contubernio obsceno entre el poder económico (el capital y sus mercados) y el poder político (los gobiernos y sus partidos de derecha, centro e izquierda). Se trata de una estructura obsoleta condenada a ser sustituida por una “democracia desde abajo”, participativa, radical y directa.

Todo eso y más vio el hoy presidente López Obrador, para recrear una realidad protegida y alterna, que pusiera en el centro de las cosas importantes a los olvidados, que hiciera visibles al único segmento de la población que se multiplicaba como virus mutable y altamente contagioso.

Hoy, seguramente AMLO reconoce que falta mucho, 3 ó 4 generaciones; todo para pensar en una salida lo seguramente sólida que lograse imaginar el progreso y desarrollo.

Morena y su creación ha puesto en los pobres nombres y apellidos, les ha visto y contemplado, y con ello, ha dado paso a un movimiento que permanecerá por mucho, no por infalible, sino por sui géneris. Nos vemos la próxima.

Hasta entonces.

Debo de reconocer que unas de las reglas por excelencia de AMLO para organizar y desarrollar un movimiento social, no fue, como alguien lo pudo haber imaginado, lo político-electoral. No, fue la observación de los pobres… sí, la tan angustiada y desesperada realidad de los que menos tienen, así como la urgencia de progreso a lo básico, el alimento.

Una forma audaz de considerarlos sin ambages fueron las decisiones colectivas, esas que se dan directa y sin vacilación. Luego entonces, se imprimía a ese reclamo por la vida digna la posibilidad de ser escuchados a través de un movimiento sin burocracia, que nacido del pueblo fijaría sus aspiraciones en los sueños de los propios, los de a pie… sabiduría popular que encierra mitos y leyendas que en su mayoría son superadas por la realidad.

AMLO conoce la historia de México, justo ahí, ha encontrado destino y futuro, inspiración de no repetir procesos históricos locuaces y sin sentido, y proclamar la real revolución ilustrada, que se ve en un espejo de matices, lo realmente urgente e importante, el derecho a una vida mejor.

Como ya se sabe, un verdadero gobierno de izquierda es el que logra acotar y regular la voracidad del poder económico (empresas, corporaciones, bancos, mercados) y promueve, estimula y consolida el poder social, es decir, a las comunidades, cooperativas, sindicatos, gremios, uniones ciudadanas, etcétera. Ello significa que el poder político (gobiernos y sus partidos) tiene la capacidad de autorreducirse para trasladar su poder burocrático a los ciudadanos organizados.

A la mitad de su camino, la 4T tiene programas que van en el sentido de apuntalar el poder social (Sembrando Vida o Educación para el Bienestar). Pero hablemos de casos específicos: Energía. En días pasados una excelente noticia recorrió el mundo. Por primera vez en la historia una región entera, el Sur de Australia, llegó a demanda cero de energía fósil. ¿Cómo se logró? Mediante la instalación de energía solar en 96% de los tejados de casas y edificios, más algunos pequeños generadores. Esto se llama “democracia energética”. En vez de buscar la reconversión hacia energías renovables mediante las gigantescas centrales solares y eólicas de empresas o gobiernos, se privilegian los diseños de pequeña escala (doméstica y por unidades habitacionales) que empoderan a ciudadanos y familias.

Y esta es justo la idea del programa pionero Ciudad Solar que lleva a cabo el Gobierno de la Ciudad de México de manera virtuosa, en combinación con bancos, iniciativas e instituciones nacionales e internacionales. El programa busca capacitar a mil técnicos para instalar sistemas fotovoltaicos y de calentamiento solar de agua. Las metas: 154 mil viviendas y comercios con calentadores solares y 10 mil Mipymes y hogares y 300 edificios públicos, más otros proyectos de mediana escala.

¿Qué espera la 4T para reproducir este esquema en todo el país?

Más dinero… Una cosa es apoyar empresas (con patrones y asalariados) y otra, cooperativas (donde todos son socios). El futuro del mundo sólo es factible transformando (súbita o gradualmente) las empresas monopólicas, por cooperativas ecológicas, sociales y solidarias. ¿Qué espera la 4T para corregir esta inexplicable pifia? Gobernanza.

Cada vez menos creen en esa ficción llamada democracia representativa, electoral o institucional que no es sino la fórmula que por siglos ha servido para justificar el contubernio obsceno entre el poder económico (el capital y sus mercados) y el poder político (los gobiernos y sus partidos de derecha, centro e izquierda). Se trata de una estructura obsoleta condenada a ser sustituida por una “democracia desde abajo”, participativa, radical y directa.

Todo eso y más vio el hoy presidente López Obrador, para recrear una realidad protegida y alterna, que pusiera en el centro de las cosas importantes a los olvidados, que hiciera visibles al único segmento de la población que se multiplicaba como virus mutable y altamente contagioso.

Hoy, seguramente AMLO reconoce que falta mucho, 3 ó 4 generaciones; todo para pensar en una salida lo seguramente sólida que lograse imaginar el progreso y desarrollo.

Morena y su creación ha puesto en los pobres nombres y apellidos, les ha visto y contemplado, y con ello, ha dado paso a un movimiento que permanecerá por mucho, no por infalible, sino por sui géneris. Nos vemos la próxima.

Hasta entonces.

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