/ viernes 14 de mayo de 2021

Colección privada | La imperiosa pero necesaria constitucionalidad

El presidente López Obrador no lo sabe todo, mucho menos sabe del todo y todo no tendría por qué saber… es más, no creo que entienda la comprensión del todo y lo que le rodea.

Como político de carrera, le gana un cierto protagonismo y le sobrecoge el pecado capital de la vanidad. De ahí surgen las grandes derrotas y los saltos al vacío que no admiten la crítica ni la observación.

Lo que importa es el desafío y la confronta personal, de si se podrá salvar al mundo a través de una idea original, o sortear el destino con una jugada mágica singular que salga triunfante, no por la dedicación o el esfuerzo, sino por lo arrogante de la apuesta y los términos del desenlace. Pero a veces es imperativo hacer un alto en el camino y callar… la concepción de liderazgo recae a mi cuenta para redimensionar la importancia de mi análisis, sin exaltar fanatismos y sí, invitar a la reflexión sin censura. Luego entonces el liderazgo se ejerce mejor, cuando se aprende quedándose callado.

AMLO debería de saber, que los silencios en el momento adecuado tienen un valor fundamental, por lo que significan y por lo que proyectan. Callarse y escuchar, también forma parte de un liderazgo efectivo y más en política, que todo rebasa al fondo sobre la forma.

De tal sentido que el silencio, aunque muchas veces pasa desapercibido como herramienta de poder, también desempeña un relevante papel en la gestión de planes y objetivos, incluso en la elección más grande de la historia del país.

El presidente de la República López Obrador, debería de dar más espacio y facilitar con su contribución del silencio, a la consolidación de una forma de gobernar, digamos más productiva y no tan mediática. De lo contrario la agenda pública terminará por llevarle como en un cuello de botella, al desembocadero de decisiones inconclusas y sin falta de acción positiva; se desgastará imperceptiblemente para después no poder ni con su alter ego, que siempre le exigirá más audacia y desafío.

Lo que quiero decir es que, su tiempo se acaba, necesita tomar las decisiones correctas que, si bien no pasan por una acción ejecutiva de gobierno, sí trastoca los límites de la vida constitucional, y lo digo por la línea tan delgada que separa la seductora tentación de ser omnipresente e invadir esferas por derecho abstracto autónomas. Invadir poderes por desconocimiento no exime de su responsabilidad. Alguien tendría que recomendarle al Presidente que, por experiencias sudamericanas, ese descaro y desprecio se volverá tarde o temprano contra él. Por muchos años la separación de poderes fue la característica número uno de la República y su incipiente democracia.

Recordar justo aquí, la tentación de caudillos que vendían en la confrontación local, los sueños como espejos, de un país que luchaba y fortalecía su nacionalismo; lo cierto es que México siempre peleaba sin enemigos, sólo por un sillón presidencial.

Sobre el necesario silencio de AMLO, creo que debe moderar su participación de vez en cuando, ya que su opinión siempre tiene mucho peso y cuando la expresa, condiciona a sus colaboradores, afectando toda la estructura gubernamental. AMLO lo ve así: ¿Qué no todos los mexicanos tenemos la obligación de hacer realidad la democracia? ¿Cómo creen que me voy a quedar callado…? El Presidente debe de saber que irrumpir en las elecciones simplemente es ilegal. La Constitución y las leyes mandatan que los servidores públicos únicamente pueden hacer lo que se les ordena (los gobernados podemos hacer todo lo que no está expresamente prohibido). Y para organizar, vigilar y garantizar los comicios está el Instituto Nacional Electoral, órgano autónomo del Estado que por fortuna no depende del Gobierno.

Hoy, el Presidente no sólo ha respaldado a Salgado —por ejemplo—, sino se dispone a cumplirle la promesa de “desaparecer” el Instituto Nacional y el Tribunal Electoral. Para tal propósito cuenta con el incondicional en el Senado, Ricardo Monreal, quien anunció que prepara la iniciativa que borre del mapa al INE y como justificación: los consejeros y magistrados trabajan para “corruptos neoliberales”… si AMLO no corrige, estaría marcando el inicio de su final.

El extremo llegó cuando AMLO enarboló su cuestionable “derecho de réplica” para embestir asimismo a los que él piensa son sus adversarios. Que quede claro, nadie votó por AMLO para que haga “la democracia”, a lo único que está obligado, eso sí, es a respetar su compromiso de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de ella emanen.

Nos vemos la próxima.

Hasta entonces.

El presidente López Obrador no lo sabe todo, mucho menos sabe del todo y todo no tendría por qué saber… es más, no creo que entienda la comprensión del todo y lo que le rodea.

Como político de carrera, le gana un cierto protagonismo y le sobrecoge el pecado capital de la vanidad. De ahí surgen las grandes derrotas y los saltos al vacío que no admiten la crítica ni la observación.

Lo que importa es el desafío y la confronta personal, de si se podrá salvar al mundo a través de una idea original, o sortear el destino con una jugada mágica singular que salga triunfante, no por la dedicación o el esfuerzo, sino por lo arrogante de la apuesta y los términos del desenlace. Pero a veces es imperativo hacer un alto en el camino y callar… la concepción de liderazgo recae a mi cuenta para redimensionar la importancia de mi análisis, sin exaltar fanatismos y sí, invitar a la reflexión sin censura. Luego entonces el liderazgo se ejerce mejor, cuando se aprende quedándose callado.

AMLO debería de saber, que los silencios en el momento adecuado tienen un valor fundamental, por lo que significan y por lo que proyectan. Callarse y escuchar, también forma parte de un liderazgo efectivo y más en política, que todo rebasa al fondo sobre la forma.

De tal sentido que el silencio, aunque muchas veces pasa desapercibido como herramienta de poder, también desempeña un relevante papel en la gestión de planes y objetivos, incluso en la elección más grande de la historia del país.

El presidente de la República López Obrador, debería de dar más espacio y facilitar con su contribución del silencio, a la consolidación de una forma de gobernar, digamos más productiva y no tan mediática. De lo contrario la agenda pública terminará por llevarle como en un cuello de botella, al desembocadero de decisiones inconclusas y sin falta de acción positiva; se desgastará imperceptiblemente para después no poder ni con su alter ego, que siempre le exigirá más audacia y desafío.

Lo que quiero decir es que, su tiempo se acaba, necesita tomar las decisiones correctas que, si bien no pasan por una acción ejecutiva de gobierno, sí trastoca los límites de la vida constitucional, y lo digo por la línea tan delgada que separa la seductora tentación de ser omnipresente e invadir esferas por derecho abstracto autónomas. Invadir poderes por desconocimiento no exime de su responsabilidad. Alguien tendría que recomendarle al Presidente que, por experiencias sudamericanas, ese descaro y desprecio se volverá tarde o temprano contra él. Por muchos años la separación de poderes fue la característica número uno de la República y su incipiente democracia.

Recordar justo aquí, la tentación de caudillos que vendían en la confrontación local, los sueños como espejos, de un país que luchaba y fortalecía su nacionalismo; lo cierto es que México siempre peleaba sin enemigos, sólo por un sillón presidencial.

Sobre el necesario silencio de AMLO, creo que debe moderar su participación de vez en cuando, ya que su opinión siempre tiene mucho peso y cuando la expresa, condiciona a sus colaboradores, afectando toda la estructura gubernamental. AMLO lo ve así: ¿Qué no todos los mexicanos tenemos la obligación de hacer realidad la democracia? ¿Cómo creen que me voy a quedar callado…? El Presidente debe de saber que irrumpir en las elecciones simplemente es ilegal. La Constitución y las leyes mandatan que los servidores públicos únicamente pueden hacer lo que se les ordena (los gobernados podemos hacer todo lo que no está expresamente prohibido). Y para organizar, vigilar y garantizar los comicios está el Instituto Nacional Electoral, órgano autónomo del Estado que por fortuna no depende del Gobierno.

Hoy, el Presidente no sólo ha respaldado a Salgado —por ejemplo—, sino se dispone a cumplirle la promesa de “desaparecer” el Instituto Nacional y el Tribunal Electoral. Para tal propósito cuenta con el incondicional en el Senado, Ricardo Monreal, quien anunció que prepara la iniciativa que borre del mapa al INE y como justificación: los consejeros y magistrados trabajan para “corruptos neoliberales”… si AMLO no corrige, estaría marcando el inicio de su final.

El extremo llegó cuando AMLO enarboló su cuestionable “derecho de réplica” para embestir asimismo a los que él piensa son sus adversarios. Que quede claro, nadie votó por AMLO para que haga “la democracia”, a lo único que está obligado, eso sí, es a respetar su compromiso de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de ella emanen.

Nos vemos la próxima.

Hasta entonces.

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