/ domingo 22 de septiembre de 2019

Domingo de reflexión | Domingo 25 del tiempo ordinario

“No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Hoy el Señor nos propone, para nuestra reflexión, el tema sobre el peligro del dinero en nuestra vida de hombres y mujeres de fe. El dinero y los bienes materiales forman parte de los afanes y preocupaciones del ser humano en esta vida. Necesitamos el dinero para alimentarnos, vestirnos, educarnos, divertirnos, curarnos, etc., etc.; sin embargo, la palabra de Dios condena el dinero cuando, en vez de considerarlo como un medio, se le trata como un fin, poniendo en él nuestro corazón, nuestra mente y nuestra voluntad.

El punto de partida para entender esta visión evangélica es tener en cuenta dos frases bíblicas interesantes: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza” (2Cor 8,9); “el origen de todos los males es el afán del dinero” (1Tim 6,10). Como éstas, hay muchas frases en la Sagrada Escritura que nos dan la pauta para entender que, si bien es cierto el hombre requiere de los bienes de la tierra para llevar una vida armoniosa y tranquila, no por ello vamos a divinizarlos o colocarlos en primer lugar en nuestra escala de valores. En fin, veamos los textos que la palabra de Dios nos propone este domingo.

El profeta Amós se enfrentó, en su tiempo, con una serie de injusticias que estaban presentes en el pueblo de Israel. De hecho a Amós se le conoce como el profeta de la justicia social ya que él, de manera valiente, denunció abiertamente cómo los ricos se aprovechaban de las necesidades de los pobres, sin importarles su dignidad, su situación precaria: “Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo… Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan al pobre a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo…”. ¡Qué palabras tan fuertes y tan actuales hoy en día! Dios, ante esta situación tan injusta, toma partido por el débil, el mismo profeta lo señala al final de la lectura: “No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”; y en el Salmo responsorial: “Él (El Señor) levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol…”.

Jesús en el evangelio nos presenta varios asuntos en relación con la administración y el uso de los bienes materiales. Nos habla de un administrador que malgastó los bienes de su patrón, y cuando es llamado a cuentas, con astucia hace “arreglos” con los deudores a fin de granjearse la amistad de tales personas, así, una vez que fuese despedido de su trabajo, tendría “buenos amigos” que le podrían “echar la mano” para seguir llevando un tren de vida acomodado. Las cosas, al parecer, no han cambiado mucho hoy en día…

El Señor también, con frases cortas, nos invita a: ser fieles en las cosas pequeñas; administrar honestamente los bienes; y, sobre todo, nos lanza el reto: “No hay criado que pueda servir a dos amos... En resumen, no pueden servir a Dios y al dinero”. Es decir, no debemos poner en el dinero y en los bienes materiales, nuestro corazón. Debemos ser hombres y mujeres desprendidos de los bienes de la tierra, de manera que pongamos nuestro corazón, más bien, en los bienes que duran para siempre.

Oremos en la Eucaristía por nuestros gobernantes, para que las leyes que promuevan, velen, ante todo, por las personas más pobres, económicamente hablando, y así podamos tener una vida más justa, feliz, tranquila y en paz. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Amós 8,4-7

1Timoteo 2,1-8

Lucas 16,1-13

“No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Hoy el Señor nos propone, para nuestra reflexión, el tema sobre el peligro del dinero en nuestra vida de hombres y mujeres de fe. El dinero y los bienes materiales forman parte de los afanes y preocupaciones del ser humano en esta vida. Necesitamos el dinero para alimentarnos, vestirnos, educarnos, divertirnos, curarnos, etc., etc.; sin embargo, la palabra de Dios condena el dinero cuando, en vez de considerarlo como un medio, se le trata como un fin, poniendo en él nuestro corazón, nuestra mente y nuestra voluntad.

El punto de partida para entender esta visión evangélica es tener en cuenta dos frases bíblicas interesantes: “Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza” (2Cor 8,9); “el origen de todos los males es el afán del dinero” (1Tim 6,10). Como éstas, hay muchas frases en la Sagrada Escritura que nos dan la pauta para entender que, si bien es cierto el hombre requiere de los bienes de la tierra para llevar una vida armoniosa y tranquila, no por ello vamos a divinizarlos o colocarlos en primer lugar en nuestra escala de valores. En fin, veamos los textos que la palabra de Dios nos propone este domingo.

El profeta Amós se enfrentó, en su tiempo, con una serie de injusticias que estaban presentes en el pueblo de Israel. De hecho a Amós se le conoce como el profeta de la justicia social ya que él, de manera valiente, denunció abiertamente cómo los ricos se aprovechaban de las necesidades de los pobres, sin importarles su dignidad, su situación precaria: “Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo… Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan al pobre a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo…”. ¡Qué palabras tan fuertes y tan actuales hoy en día! Dios, ante esta situación tan injusta, toma partido por el débil, el mismo profeta lo señala al final de la lectura: “No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”; y en el Salmo responsorial: “Él (El Señor) levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol…”.

Jesús en el evangelio nos presenta varios asuntos en relación con la administración y el uso de los bienes materiales. Nos habla de un administrador que malgastó los bienes de su patrón, y cuando es llamado a cuentas, con astucia hace “arreglos” con los deudores a fin de granjearse la amistad de tales personas, así, una vez que fuese despedido de su trabajo, tendría “buenos amigos” que le podrían “echar la mano” para seguir llevando un tren de vida acomodado. Las cosas, al parecer, no han cambiado mucho hoy en día…

El Señor también, con frases cortas, nos invita a: ser fieles en las cosas pequeñas; administrar honestamente los bienes; y, sobre todo, nos lanza el reto: “No hay criado que pueda servir a dos amos... En resumen, no pueden servir a Dios y al dinero”. Es decir, no debemos poner en el dinero y en los bienes materiales, nuestro corazón. Debemos ser hombres y mujeres desprendidos de los bienes de la tierra, de manera que pongamos nuestro corazón, más bien, en los bienes que duran para siempre.

Oremos en la Eucaristía por nuestros gobernantes, para que las leyes que promuevan, velen, ante todo, por las personas más pobres, económicamente hablando, y así podamos tener una vida más justa, feliz, tranquila y en paz. Amén.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Amós 8,4-7

1Timoteo 2,1-8

Lucas 16,1-13

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