/ miércoles 19 de agosto de 2020

Lo digo como es | Desafíos de ahora y otros tiempos

Tengo más de 20 años frente a grupo en la Universidad de Sonora. Quizá nunca, como ahora, al arranque de un semestre había destinado con tanta frecuencia, una mirada hacia mis vivencias a lo largo de este tiempo como maestra universitaria.

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Y he podido recordar no sólo cómo se ha ido habitando el campus con edificios firmes y de más pisos; o cómo se han adecuado viejas áreas para la adopción de la nueva tecnología, cómo hemos pasado de lo análogo a lo digital, se han sustituido coolers primero por ruidosos aparatos de aire acondicionado y luego éstos por minisplit; se han arborizado las áreas, se abrieron el Centro de Cómputo, el Comedor Universitario, la Biblioteca Central y así pudiéramos irnos señalando cosas que reflejan el paso del tiempo y la evolución que se manifiesta en los espacios como adecuación de éstos a las nuevas realidades.

Y en todas las épocas se han discutido temas entre la autoridad universitaria, los trabajadores y académicos y el propio alumnado. Más intensas o más tenues, más justificadas o pretextadas, pero la discusión es connatural a la universalidad que pretende recrearse especialmente en un centro de educación superior.

En muchos sentidos cada época nos presenta desafíos a todas las partes involucradas en el quehacer universitario.

¿No ha sido acaso un desafío para alumnos y maestros con discapacidad desempeñar el rol que les toca? ¿O para la madre soltera que deja en brazos de la maestra al bebé mientras contesta un examen? ¿Para la joven pareja que acude a clases empujando una carriola y embarazados de la segunda criatura? ¿Para quien viaja cada fin de semana y trae coricos o va por mercancía a la tienda de los chinos y vende en el campus para pagar sus estudios y manutención en la capital?

Y así podría seguir con infinidad de referencias para destacar que esta época por supuesto que también nos trae desafíos para todos y todas quienes nos involucramos en los diferentes procesos.

Las vías de comunicación modernas permiten al ser humano acercarse en tiempos y formas antes insospechadas, y eso sin duda es bueno aunque tampoco ignoramos que de alguna manera limitan la expresión total entre los interlocutores… Las clases en línea marcan distancia pero al mismo tiempo nos meten a la intimidad de los alumnos y maestros, conocemos y revelamos en parte el entorno personal… De pronto se deja escuchar el llanto del bebé y te explicas entonces por qué la madre quita con tanta frecuencia video y audio de la transmisión, y a la distancia pero en la cercanía acompañas a alguien más que te confiesa que por ahora lo que necesita es vivir ese doloroso proceso del duelo o permites que una alumna no participe, que sólo esté de oyente porque toma clases desde la cama conectada al tanque de oxígeno. Es la nueva realidad con estos y muchos más desafíos.


Tengo más de 20 años frente a grupo en la Universidad de Sonora. Quizá nunca, como ahora, al arranque de un semestre había destinado con tanta frecuencia, una mirada hacia mis vivencias a lo largo de este tiempo como maestra universitaria.

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Y he podido recordar no sólo cómo se ha ido habitando el campus con edificios firmes y de más pisos; o cómo se han adecuado viejas áreas para la adopción de la nueva tecnología, cómo hemos pasado de lo análogo a lo digital, se han sustituido coolers primero por ruidosos aparatos de aire acondicionado y luego éstos por minisplit; se han arborizado las áreas, se abrieron el Centro de Cómputo, el Comedor Universitario, la Biblioteca Central y así pudiéramos irnos señalando cosas que reflejan el paso del tiempo y la evolución que se manifiesta en los espacios como adecuación de éstos a las nuevas realidades.

Y en todas las épocas se han discutido temas entre la autoridad universitaria, los trabajadores y académicos y el propio alumnado. Más intensas o más tenues, más justificadas o pretextadas, pero la discusión es connatural a la universalidad que pretende recrearse especialmente en un centro de educación superior.

En muchos sentidos cada época nos presenta desafíos a todas las partes involucradas en el quehacer universitario.

¿No ha sido acaso un desafío para alumnos y maestros con discapacidad desempeñar el rol que les toca? ¿O para la madre soltera que deja en brazos de la maestra al bebé mientras contesta un examen? ¿Para la joven pareja que acude a clases empujando una carriola y embarazados de la segunda criatura? ¿Para quien viaja cada fin de semana y trae coricos o va por mercancía a la tienda de los chinos y vende en el campus para pagar sus estudios y manutención en la capital?

Y así podría seguir con infinidad de referencias para destacar que esta época por supuesto que también nos trae desafíos para todos y todas quienes nos involucramos en los diferentes procesos.

Las vías de comunicación modernas permiten al ser humano acercarse en tiempos y formas antes insospechadas, y eso sin duda es bueno aunque tampoco ignoramos que de alguna manera limitan la expresión total entre los interlocutores… Las clases en línea marcan distancia pero al mismo tiempo nos meten a la intimidad de los alumnos y maestros, conocemos y revelamos en parte el entorno personal… De pronto se deja escuchar el llanto del bebé y te explicas entonces por qué la madre quita con tanta frecuencia video y audio de la transmisión, y a la distancia pero en la cercanía acompañas a alguien más que te confiesa que por ahora lo que necesita es vivir ese doloroso proceso del duelo o permites que una alumna no participe, que sólo esté de oyente porque toma clases desde la cama conectada al tanque de oxígeno. Es la nueva realidad con estos y muchos más desafíos.