/ martes 24 de octubre de 2023

Narrativas del ser | Las místicas beguinas

En la antigua Flandes (ahora Países Bajos), en la histórica Sajonia y en la eterna París, un grupo de mujeres, rebeldes para su época, fundaron comunidades que desafiaron el status quo de la Baja Edad Media. Me refiero a las históricas beguinas, mujeres con un alto nivel espiritual que decidieron entregarle su vida a Dios en la virginidad, pero fuera de las estructuras eclesiales que consideraban corrompidas. Cultas, poetisas, místicas, ascetas profanas, mundanas, independientes y recias, estas mujeres dedicaron su vida a Dios sin ningún interventor o mediador humano. Mendicantes, rechazadas y en un estado similar a la vagabundez, vivían libres de todo régimen institucional. No eran monjas, porque no pertenecían a ninguna institución de la Iglesia. El estudio y la ayuda al prójimo regían su estilo de vida. El celibato, lo adoptaron libremente sin ningún voto religioso. No necesitaban de hombres para ejercer su espiritualidad. Algunas de ellas fueron perseguidas por los poderosos, otras aprehendidas por la Inquisición por ser disidentes del sistema hegemónico. Las beguinas trascendieron por la belleza de sus escritos y por ser una representación real de oposición a las estructuras poderosas de la época. Verdaderas feministas y visionarias que profetizaron los grandes errores de los de la iglesia que terminarían por llevar a esta institución a una división irreparable iniciada por Martín Lutero. Estas almas sencillas desafiaron a todo hombre de la época que quisiera imponerles un estilo de vida.

Las místicas beguinas, a través de sus grandes poemas, son un ejemplo que demuestra la gran influencia de la literatura para lograr emancipación y la reivindicación histórica del papel de las mujeres en la historia de la humanidad. Pero, sobre todo, éstas hermosas mujeres son maestras espirituales que, a través de su letra inspirada por Dios, nos enseñan el camino para alcanzar un nivel de contemplación que pocos seres han logrado. Por su sencillez, su pasión, su introspección y su intelecto elevaron su alma a la divinidad sin dejar de reflejar la profanidad. Su nivel místico y su capacidad de amar es envidiable para cualquier humano que busque serenidad y quietud espiritual. Las beguinas han sido recordadas como las fundadoras de la teología mística femenina y su legado debe ser redescubierto por el mundo contemporáneo que ansía desesperadamente maestros espirituales que les ayuden a superar el sentido de vacuidad existencial propio del mercantilismo y capitalismo. En este texto, querido lector, te enseñaré a a tres increíbles mujeres que te guiarán por un viaje hacia el Creador como ningún otro autor espiritual lo puede hacer, en este texto te presentaré a las tres beguinas místicas más relevantes en la historia: Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo y Margarita Porete.

El misticismo en la teología cristiana se puede entender como un estilo de fundición total de la creatura con el creador, se eleva el alma a la divinidad, al origen, al Todo. Se participa en éxtasis directamente con Dios, se pierde la noción de la otredad porque lo humano y lo divino se conectan y se unen en un éxtasis prolongado. Las místicas de la Baja Edad Media, a diferencia de la Escolástica, encuentran a Dios en la experiencia, no en la racionabilidad de la fe, “Es una Teología de la divinización que hunde sus raíces en la experiencia, pero también en una auténtica tradición cristiana que terminará por olvidarse”.

Una de sus representantes más emblemáticas es Hadewijch, oriunda de Amberes, de quien sabemos poco. La conocemos por su intenso viaje introspectivo y su elevada unión con la divinidad de su radical misticismo. Sus poemas nos han dejado una herencia para una espiritualidad libre basada en la experiencia personal con el Dios cristiano. Toda su escritura es una oda al amor –concepto traducido de Minne (amor) que para la autora hace referencia al amor místico como en encuentro del alma humana con el alma divina–. Su teología se resume en el buen amante que desea unirse al amado. Como buena creadora de belleza, la finalidad de su obra es la comunión con la divinidad a tal grado de despojarse de todo. La beguina propone un amor desmesurado, pasional, romántico y erótico que parte del despojo de la individualidad para lograr la unión con la totalidad. Sus escritos eran un escándalo para su época. Sus experiencias eróticas con Dios, redactadas con tanta belleza, fueron censuradas.

Hadewijch expresa el amor a Dios como una aventura, una búsqueda desmedida de la divinidad que lo supera todo: “vosotros, que, por amar al Amor, —si dixero, non satis est—, afrontáis con entereza la aventura!. El amor es un deseo de estar con el amado, pero al mismo tiempo es frustración, es tiniebla y luz, es pérdida y encuentro, es profanidad y divinidad. Para la poetiza, amar es un ideal caballeresco, sufrir para conquistar a la divinidad. Pasar por la oscuridad para encontrar la iluminación, el éxtasis. Es algo espontáneo, dinámico y cambiante que vale la pena perseguir en toda nuestra existencia. Hadewijch exclama en su intensa persecución por encontrarse con lo inteligible: “¡Ay, Amor!, dadme por amor que el amor conozca plenamente al Amor”.

Matilde de Magdeburgo, también desafió a las instituciones eclesiásticas de la Baja Edad Media, esta mística beguina nació en Sajonia en el año 1207. Proveniente de una familia noble, en 1230 abandonó su hogar para unirse a una comunidad beguina y dedicarse por completo al estudio, la oración y al servicio de los pobres.

Cuando la persecución en contra de su comunidad por parte de las autoridades de la Iglesia empeoró, se refugió en un convento en donde perfeccionó su escritura y sus escritos trascendieron hasta la actualidad, su obra La luz que fluye de la divinidad pretende superar los límites del yo para reflejar las cuestiones existenciales más profundas de una persona, al estilo de las Confesiones de San Agustín, el hilo narrativa de su autobiografía representa la insaciable búsqueda por alabar y entablar un diálogo con Dios, los sentidos de culpa y arrepiento se exacerban como en el alma del filósofo de Tagaste: “el falso consuelo nunca se alegra, lo aflige la verdadera culpa”. Además, la gran iletrada literata, lleva a Dios a las almas sencillas, lo libera de los pedantes y pretenciosos teólogos para entregárselos a los campesinos. Emancipa la idea de Dios y, a través de la nobleza de sus palabras, lo predica a los desterrados:

“Entonces me ordenó esto, de lo que una y otra vez me avergüenzo entre lágrimas, pues ante mis ojos apareció claramente mi gran indignidad, esto es, que le ordenara a una despreciable mujer escribir, desde el corazón y la boca de Dios, este libro. Así, este libro nace de Dios por medio del amor y no procede de sentidos humanos”.

El título de su gran obra define lo que es Dios para la mística, Aquél que fluye porque como dice San Pablo: “ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5:5). Dios se impregna en el alma humana, la divinidad y su gracia están desparramadas en la humanidad. Cristo está en nosotros y nosotros en Él. Dios fluye en aquellos que le aman. Matilde lo sabe y lo expresa al describir el amor de Dios como algo que: “nunca se detiene y fluye siempre sin pausa”. Fluye en cascada, es agua que sacia la sed del pecador. Dios es un río de gracia que nos limpia de la suciedad. Para la poetiza, Dios fluye como el mar con su infinita apertura oceánica. La sangre de Cristo también fluye eternamente redimiendo a la humanidad. La vida de esta santa mujer, predicadora, emblema de la mística femenina, se puede resumir en diálogo con Dios, como ella misma lo expresó: “Señor, ahora soy un alma desnuda y tú en ti mismo un Dios hermosamente engalanado. La comunión entre nosotros dos es vida eterna sin muerte”.

La tercer mística beguina que quiero exponer en este texto es la controvertida Margarita Porete, quemada en la Place de Gréve, el 1 de junio de 1310 por la inquisición. Esta mujer parisina revolucionó la forma de entender la espiritualidad con su apoteósica escritura en su libro El espejo de las almas simples. Sus reflexiones místicas fueron consideradas errantes por los maestros de teología, por lo que la Inquisición la calificó de hereje, etiqueta que le costó la vida en la hoguera. Su obra espiritual fue redescubierta en el siglo XX, su mensaje transformador está más vigente que nunca , la autora medieval fomenta la libertad de espíritu de una Iglesia que está por encima de la ley, de un espíritu que no se turba que se encamina del amor a la nada, que se fusiona en Dios mismo. De una Iglesia mística que supera a la razón, a la estructura, a los criterios para alcanzar el sentido de la libertad, que actúa porque quiere y busca la quietud cuando lo desea. De una Iglesia que es y en consecuencia, hace. De una antropología que muere al pecado y a la naturaleza para vivir en la gracia. De creyentes mendicantes, despojados de las necesidades materiales de este mundo, que vibrantes de amor encuentran la paz en su Creador. Vacíos del yo, son miembros del Todo. El libre de espíritu alcanza el estado del no-obrar para gozarse en el amor, supera el activismo para alcanzar la serenidad en Dios, el reposo completo del alma que se convierte en nada. Porque como lo predicaba Pseudiodionisio de Areopagita en su Teología Mística: “Dios está por encima del ser”. Dios no es ni es, nuestro lenguaje ni nuestros conceptos humanos pueden definirlo, sólo podemos hablar de Él en relación con lo que conocemos, de forma analógica.

El Espejo es una experiencia personal para escalar los siete estados del alma y alcanzar la unión total con Dios. La mística emprende un viaje introspectivo, como de escalera vertical, desde la lejanía de Dios al hombre hasta la fundición en la Otredad para hacerse Uno con el Uno. El libro es una expedición de las almas perdidas hacia el país de la libertad de aquellos que, como Margarita, sienten que Dios: “estaba tan lejos de mí y yo de él, que no lograba consolarme por mí misma”, - El libro es una travesía espiritual de la autora, compartida a otros para que sigan el camino arduo pero seguro de aquella que por revelación personal encontró al Amor en la tierra. El encuentro de la mística es tan fuerte que decide abandonar la virtud, ya nada es necesario a los ojos del Amor, cuando se ama, no es necesaria la virtud porque, contrario a lo que creía el gran Aristóteles, la virtud en el camino espiritual es un medio, no un fin. La gran misión de Margarita es alcanzar el séptimo estado, el anonadamiento, renunciar a todo, inclusive a su razón y a su voluntad para descansar en la paz de la caridad plena. Ese estado es el espejo de las almas sencillas que logran una libertad total que: “no se cuida de vergüenza ni de honor, de pobreza ni de riqueza, de alegrías ni penas, de amor ni odio, de infierno ni paraíso” Con toda su sensibilidad mística, Margarita concluye que el paraíso no es otra cosa que el anonadamiento, “ver a Dios” como lo hizo el buen ladrón en la Pasión al reconocer en Cristo al Creador y estar con Él en la cruz. Jesucristo mismo enseña esa renuncia completa de la voluntad, para aceptar la nada en su oración del huerto: “Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22: 41-43). La antesala al séptimo estado predicado por la gran Margarita Porete es el abandono mismo que experimento Cristo en la cruz: “Elí, Elí, ¿lemá sactani? (es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)” (Mt 27:46-50).

La influencia teológica de estas tres mujeres apenas se redescubrió a principios del siglo XX. Sus grandes obras son la perfecta ejemplificación del sentido místico que ha tenido la religión para la humanidad. El cristianismo, contrario a lo que la mayoría piensa, es místico en sus raíces. En diversas ocasiones se ha criticado a la doctrina católica por su rigidez moral y la poca libertad espiritual que promueven sus enseñanzas, pero estas rebeldes mujeres desmienten esa acusación. Razonar sobre la fe es sólo una herramienta para tratar de comprender los misterios divinos, pero la riqueza de la practica religiosa está en la elevación del alma a lo divino, en el encuentro silencioso con aquel que nos ama, esa es la principal enseñanza que nos dejan las beguinas. Supieron amar y lo expresaron poéticamente.

Corazones ardientes y románticos que buscaron a Dios en el amor, no en las normas ni en las virtudes. Rebeldes que lo arriesgaron todo para alimentar su pasión por Dios. Su libertad interior fue tanta que dejaron de lado los criterios humanos y los juicios al otro para alcanzar la verdadera visión de la caridad cristiana. La práctica de la fe para estas mujeres no se basó en la búsqueda de certezas ni en el miedo al castigo eterno, al contrario, se atrevieron a buscar el Amor por encima de todo, eran amantes incomprendidas en búsqueda de su amado divino. Estuvieron dispuestas a olvidarse de todo, de la virtud, de la moral, del mal, etc… Todo les parecía poco en comparación con experimentar el amor de Dios. ¡Que maravillosas enseñanzas tienen para los fieles católicas estas mujeres!, si tan sólo los catequistas y predicadores se dedicaran a buscar y llevar el amor de Dios, en vez de ahogar con sus juicios y criterios humanos a todos aquellos que erramos en el actuar. Si tan sólo los líderes de las instituciones se olvidarán un poco de las recompensas, las discusiones bizantinas y normas humanas y empezarán a fomentar en su alma el amor de Dios. Si tan sólo leyeran a estas tres mujeres y abrieran su corazón a las enseñanzas de almas que verdaderamente han conquistado la libertad espiritual. Si tan solo se fomentará la libertad interior y no sólo la obediencia a autoridades humanas que juegan ser dioses sin ni siquiera saberlo. Un consejo de Margarita Porete les comparto a todos los humanos que se consideren espirituales: “¡Oíd ahora con anhelo la gran perfección de las Almas anonadas de las que hablamos!”

Referencias bibliográficas

  • Amberes, H. de, & Tabuyo, M. (1999). El Lenguaje del Deseo: Poemas de Hadewijch de Amberes. Trotta.
  • Cusa, Nicolás de. Sobre la docta ignorancia. En Fernández, Clemente. Los filósofos
  • medievales II, selección de textos. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1979.
  • Eckhart, Maestro. El fruto de la nada y otros escritos. Alianza. España. 2011.
  • Pseudo Dionisio Areopagita. La Jerarquía Celestial. La Jerarquía Eclesiástica. La Teología
  • Mística. Epístolas. Losada. España. 2007.
  • Porete, M. (2015). El Espejo de las almas simples. Siruela.
  • Keul, H. (2016). La luz que fluye de la divinidad, Matilde de Magdeburgo. Herder Editorial.
  • Biblia de Navarra. (2009). . EUNSA, Ediciones Universidad de Navarra, S.A.


En la antigua Flandes (ahora Países Bajos), en la histórica Sajonia y en la eterna París, un grupo de mujeres, rebeldes para su época, fundaron comunidades que desafiaron el status quo de la Baja Edad Media. Me refiero a las históricas beguinas, mujeres con un alto nivel espiritual que decidieron entregarle su vida a Dios en la virginidad, pero fuera de las estructuras eclesiales que consideraban corrompidas. Cultas, poetisas, místicas, ascetas profanas, mundanas, independientes y recias, estas mujeres dedicaron su vida a Dios sin ningún interventor o mediador humano. Mendicantes, rechazadas y en un estado similar a la vagabundez, vivían libres de todo régimen institucional. No eran monjas, porque no pertenecían a ninguna institución de la Iglesia. El estudio y la ayuda al prójimo regían su estilo de vida. El celibato, lo adoptaron libremente sin ningún voto religioso. No necesitaban de hombres para ejercer su espiritualidad. Algunas de ellas fueron perseguidas por los poderosos, otras aprehendidas por la Inquisición por ser disidentes del sistema hegemónico. Las beguinas trascendieron por la belleza de sus escritos y por ser una representación real de oposición a las estructuras poderosas de la época. Verdaderas feministas y visionarias que profetizaron los grandes errores de los de la iglesia que terminarían por llevar a esta institución a una división irreparable iniciada por Martín Lutero. Estas almas sencillas desafiaron a todo hombre de la época que quisiera imponerles un estilo de vida.

Las místicas beguinas, a través de sus grandes poemas, son un ejemplo que demuestra la gran influencia de la literatura para lograr emancipación y la reivindicación histórica del papel de las mujeres en la historia de la humanidad. Pero, sobre todo, éstas hermosas mujeres son maestras espirituales que, a través de su letra inspirada por Dios, nos enseñan el camino para alcanzar un nivel de contemplación que pocos seres han logrado. Por su sencillez, su pasión, su introspección y su intelecto elevaron su alma a la divinidad sin dejar de reflejar la profanidad. Su nivel místico y su capacidad de amar es envidiable para cualquier humano que busque serenidad y quietud espiritual. Las beguinas han sido recordadas como las fundadoras de la teología mística femenina y su legado debe ser redescubierto por el mundo contemporáneo que ansía desesperadamente maestros espirituales que les ayuden a superar el sentido de vacuidad existencial propio del mercantilismo y capitalismo. En este texto, querido lector, te enseñaré a a tres increíbles mujeres que te guiarán por un viaje hacia el Creador como ningún otro autor espiritual lo puede hacer, en este texto te presentaré a las tres beguinas místicas más relevantes en la historia: Hadewijch de Amberes, Matilde de Magdeburgo y Margarita Porete.

El misticismo en la teología cristiana se puede entender como un estilo de fundición total de la creatura con el creador, se eleva el alma a la divinidad, al origen, al Todo. Se participa en éxtasis directamente con Dios, se pierde la noción de la otredad porque lo humano y lo divino se conectan y se unen en un éxtasis prolongado. Las místicas de la Baja Edad Media, a diferencia de la Escolástica, encuentran a Dios en la experiencia, no en la racionabilidad de la fe, “Es una Teología de la divinización que hunde sus raíces en la experiencia, pero también en una auténtica tradición cristiana que terminará por olvidarse”.

Una de sus representantes más emblemáticas es Hadewijch, oriunda de Amberes, de quien sabemos poco. La conocemos por su intenso viaje introspectivo y su elevada unión con la divinidad de su radical misticismo. Sus poemas nos han dejado una herencia para una espiritualidad libre basada en la experiencia personal con el Dios cristiano. Toda su escritura es una oda al amor –concepto traducido de Minne (amor) que para la autora hace referencia al amor místico como en encuentro del alma humana con el alma divina–. Su teología se resume en el buen amante que desea unirse al amado. Como buena creadora de belleza, la finalidad de su obra es la comunión con la divinidad a tal grado de despojarse de todo. La beguina propone un amor desmesurado, pasional, romántico y erótico que parte del despojo de la individualidad para lograr la unión con la totalidad. Sus escritos eran un escándalo para su época. Sus experiencias eróticas con Dios, redactadas con tanta belleza, fueron censuradas.

Hadewijch expresa el amor a Dios como una aventura, una búsqueda desmedida de la divinidad que lo supera todo: “vosotros, que, por amar al Amor, —si dixero, non satis est—, afrontáis con entereza la aventura!. El amor es un deseo de estar con el amado, pero al mismo tiempo es frustración, es tiniebla y luz, es pérdida y encuentro, es profanidad y divinidad. Para la poetiza, amar es un ideal caballeresco, sufrir para conquistar a la divinidad. Pasar por la oscuridad para encontrar la iluminación, el éxtasis. Es algo espontáneo, dinámico y cambiante que vale la pena perseguir en toda nuestra existencia. Hadewijch exclama en su intensa persecución por encontrarse con lo inteligible: “¡Ay, Amor!, dadme por amor que el amor conozca plenamente al Amor”.

Matilde de Magdeburgo, también desafió a las instituciones eclesiásticas de la Baja Edad Media, esta mística beguina nació en Sajonia en el año 1207. Proveniente de una familia noble, en 1230 abandonó su hogar para unirse a una comunidad beguina y dedicarse por completo al estudio, la oración y al servicio de los pobres.

Cuando la persecución en contra de su comunidad por parte de las autoridades de la Iglesia empeoró, se refugió en un convento en donde perfeccionó su escritura y sus escritos trascendieron hasta la actualidad, su obra La luz que fluye de la divinidad pretende superar los límites del yo para reflejar las cuestiones existenciales más profundas de una persona, al estilo de las Confesiones de San Agustín, el hilo narrativa de su autobiografía representa la insaciable búsqueda por alabar y entablar un diálogo con Dios, los sentidos de culpa y arrepiento se exacerban como en el alma del filósofo de Tagaste: “el falso consuelo nunca se alegra, lo aflige la verdadera culpa”. Además, la gran iletrada literata, lleva a Dios a las almas sencillas, lo libera de los pedantes y pretenciosos teólogos para entregárselos a los campesinos. Emancipa la idea de Dios y, a través de la nobleza de sus palabras, lo predica a los desterrados:

“Entonces me ordenó esto, de lo que una y otra vez me avergüenzo entre lágrimas, pues ante mis ojos apareció claramente mi gran indignidad, esto es, que le ordenara a una despreciable mujer escribir, desde el corazón y la boca de Dios, este libro. Así, este libro nace de Dios por medio del amor y no procede de sentidos humanos”.

El título de su gran obra define lo que es Dios para la mística, Aquél que fluye porque como dice San Pablo: “ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5:5). Dios se impregna en el alma humana, la divinidad y su gracia están desparramadas en la humanidad. Cristo está en nosotros y nosotros en Él. Dios fluye en aquellos que le aman. Matilde lo sabe y lo expresa al describir el amor de Dios como algo que: “nunca se detiene y fluye siempre sin pausa”. Fluye en cascada, es agua que sacia la sed del pecador. Dios es un río de gracia que nos limpia de la suciedad. Para la poetiza, Dios fluye como el mar con su infinita apertura oceánica. La sangre de Cristo también fluye eternamente redimiendo a la humanidad. La vida de esta santa mujer, predicadora, emblema de la mística femenina, se puede resumir en diálogo con Dios, como ella misma lo expresó: “Señor, ahora soy un alma desnuda y tú en ti mismo un Dios hermosamente engalanado. La comunión entre nosotros dos es vida eterna sin muerte”.

La tercer mística beguina que quiero exponer en este texto es la controvertida Margarita Porete, quemada en la Place de Gréve, el 1 de junio de 1310 por la inquisición. Esta mujer parisina revolucionó la forma de entender la espiritualidad con su apoteósica escritura en su libro El espejo de las almas simples. Sus reflexiones místicas fueron consideradas errantes por los maestros de teología, por lo que la Inquisición la calificó de hereje, etiqueta que le costó la vida en la hoguera. Su obra espiritual fue redescubierta en el siglo XX, su mensaje transformador está más vigente que nunca , la autora medieval fomenta la libertad de espíritu de una Iglesia que está por encima de la ley, de un espíritu que no se turba que se encamina del amor a la nada, que se fusiona en Dios mismo. De una Iglesia mística que supera a la razón, a la estructura, a los criterios para alcanzar el sentido de la libertad, que actúa porque quiere y busca la quietud cuando lo desea. De una Iglesia que es y en consecuencia, hace. De una antropología que muere al pecado y a la naturaleza para vivir en la gracia. De creyentes mendicantes, despojados de las necesidades materiales de este mundo, que vibrantes de amor encuentran la paz en su Creador. Vacíos del yo, son miembros del Todo. El libre de espíritu alcanza el estado del no-obrar para gozarse en el amor, supera el activismo para alcanzar la serenidad en Dios, el reposo completo del alma que se convierte en nada. Porque como lo predicaba Pseudiodionisio de Areopagita en su Teología Mística: “Dios está por encima del ser”. Dios no es ni es, nuestro lenguaje ni nuestros conceptos humanos pueden definirlo, sólo podemos hablar de Él en relación con lo que conocemos, de forma analógica.

El Espejo es una experiencia personal para escalar los siete estados del alma y alcanzar la unión total con Dios. La mística emprende un viaje introspectivo, como de escalera vertical, desde la lejanía de Dios al hombre hasta la fundición en la Otredad para hacerse Uno con el Uno. El libro es una expedición de las almas perdidas hacia el país de la libertad de aquellos que, como Margarita, sienten que Dios: “estaba tan lejos de mí y yo de él, que no lograba consolarme por mí misma”, - El libro es una travesía espiritual de la autora, compartida a otros para que sigan el camino arduo pero seguro de aquella que por revelación personal encontró al Amor en la tierra. El encuentro de la mística es tan fuerte que decide abandonar la virtud, ya nada es necesario a los ojos del Amor, cuando se ama, no es necesaria la virtud porque, contrario a lo que creía el gran Aristóteles, la virtud en el camino espiritual es un medio, no un fin. La gran misión de Margarita es alcanzar el séptimo estado, el anonadamiento, renunciar a todo, inclusive a su razón y a su voluntad para descansar en la paz de la caridad plena. Ese estado es el espejo de las almas sencillas que logran una libertad total que: “no se cuida de vergüenza ni de honor, de pobreza ni de riqueza, de alegrías ni penas, de amor ni odio, de infierno ni paraíso” Con toda su sensibilidad mística, Margarita concluye que el paraíso no es otra cosa que el anonadamiento, “ver a Dios” como lo hizo el buen ladrón en la Pasión al reconocer en Cristo al Creador y estar con Él en la cruz. Jesucristo mismo enseña esa renuncia completa de la voluntad, para aceptar la nada en su oración del huerto: “Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22: 41-43). La antesala al séptimo estado predicado por la gran Margarita Porete es el abandono mismo que experimento Cristo en la cruz: “Elí, Elí, ¿lemá sactani? (es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)” (Mt 27:46-50).

La influencia teológica de estas tres mujeres apenas se redescubrió a principios del siglo XX. Sus grandes obras son la perfecta ejemplificación del sentido místico que ha tenido la religión para la humanidad. El cristianismo, contrario a lo que la mayoría piensa, es místico en sus raíces. En diversas ocasiones se ha criticado a la doctrina católica por su rigidez moral y la poca libertad espiritual que promueven sus enseñanzas, pero estas rebeldes mujeres desmienten esa acusación. Razonar sobre la fe es sólo una herramienta para tratar de comprender los misterios divinos, pero la riqueza de la practica religiosa está en la elevación del alma a lo divino, en el encuentro silencioso con aquel que nos ama, esa es la principal enseñanza que nos dejan las beguinas. Supieron amar y lo expresaron poéticamente.

Corazones ardientes y románticos que buscaron a Dios en el amor, no en las normas ni en las virtudes. Rebeldes que lo arriesgaron todo para alimentar su pasión por Dios. Su libertad interior fue tanta que dejaron de lado los criterios humanos y los juicios al otro para alcanzar la verdadera visión de la caridad cristiana. La práctica de la fe para estas mujeres no se basó en la búsqueda de certezas ni en el miedo al castigo eterno, al contrario, se atrevieron a buscar el Amor por encima de todo, eran amantes incomprendidas en búsqueda de su amado divino. Estuvieron dispuestas a olvidarse de todo, de la virtud, de la moral, del mal, etc… Todo les parecía poco en comparación con experimentar el amor de Dios. ¡Que maravillosas enseñanzas tienen para los fieles católicas estas mujeres!, si tan sólo los catequistas y predicadores se dedicaran a buscar y llevar el amor de Dios, en vez de ahogar con sus juicios y criterios humanos a todos aquellos que erramos en el actuar. Si tan sólo los líderes de las instituciones se olvidarán un poco de las recompensas, las discusiones bizantinas y normas humanas y empezarán a fomentar en su alma el amor de Dios. Si tan sólo leyeran a estas tres mujeres y abrieran su corazón a las enseñanzas de almas que verdaderamente han conquistado la libertad espiritual. Si tan solo se fomentará la libertad interior y no sólo la obediencia a autoridades humanas que juegan ser dioses sin ni siquiera saberlo. Un consejo de Margarita Porete les comparto a todos los humanos que se consideren espirituales: “¡Oíd ahora con anhelo la gran perfección de las Almas anonadas de las que hablamos!”

Referencias bibliográficas

  • Amberes, H. de, & Tabuyo, M. (1999). El Lenguaje del Deseo: Poemas de Hadewijch de Amberes. Trotta.
  • Cusa, Nicolás de. Sobre la docta ignorancia. En Fernández, Clemente. Los filósofos
  • medievales II, selección de textos. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1979.
  • Eckhart, Maestro. El fruto de la nada y otros escritos. Alianza. España. 2011.
  • Pseudo Dionisio Areopagita. La Jerarquía Celestial. La Jerarquía Eclesiástica. La Teología
  • Mística. Epístolas. Losada. España. 2007.
  • Porete, M. (2015). El Espejo de las almas simples. Siruela.
  • Keul, H. (2016). La luz que fluye de la divinidad, Matilde de Magdeburgo. Herder Editorial.
  • Biblia de Navarra. (2009). . EUNSA, Ediciones Universidad de Navarra, S.A.


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