/ domingo 28 de abril de 2024

Reflexión dominical | Quinto domingo de Pascua

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”

Hechos 9,26-31

1 Juan 3,18-24

Juan 15,1-8

Mons. Ruy Rendón L.

La imagen de la vid y los sarmientos es, sin duda, un bello ejemplo que Jesús nos ofrece en este quinto domingo de Pascua y que nos ayuda a entender la importancia de estar unidos a él, a fin de poder producir fruto abundante.

Jesús es la vid; así comienza el texto del evangelio: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador”. En seguida, hablando de los sarmientos, Jesús nos dice: “Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. Nosotros somos los sarmientos y estamos invitados a producir fruto, es decir, estamos invitados por el Señor a hacer de nuestra vida una vida positiva que contribuya para el bien de nuestro prójimo y de nosotros mismos.

La acción de podar la podemos entender como un procedimiento, un tanto doloroso, que Dios realiza en nosotros por medio de las diversas pruebas, desafíos y dificultades que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida. Habrá que descubrir, con fe, el sentido de la cruz y del sufrimiento que nos toca afrontar con frecuencia y que, en ocasiones, no alcanzamos a comprender.

Una de las enseñanzas más claras que encontramos en el evangelio de este domingo (incluso en la segunda lectura) la tenemos tomando en cuenta el verbo “permanecer”, que aparece 7 veces en el texto. En efecto, el verbo permanecer repetido varias veces nos da la clave de lectura del texto mismo. Jesús con una gran insistencia nos invita a permanecer unidos a él: permanezcan en mí y yo en ustedes”.

Pero, ¿qué significa permanecer en Jesús? ¿Qué quiere decir: el que permanece en mí… da fruto abundante”? y ¿“sin mí nada pueden hacer”? La respuesta a estas preguntas es muy sencilla. Se trata de vivir en gracia de Dios; cumplir los mandamientos; estar en comunión con Jesús; tenerlo a él como nuestro Señor; conocerlo, amarlo, imitarlo y seguirlo, como verdaderos discípulos suyos.

En la eucaristía de este domingo le pedimos a Jesús, nuestra vid verdadera, que nunca nos apartemos de él y que tengamos, ante las pruebas que nos toca vivir, aquella paciencia y fortaleza que nos hagan capaces de producir frutos abundantes. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante”

Hechos 9,26-31

1 Juan 3,18-24

Juan 15,1-8

Mons. Ruy Rendón L.

La imagen de la vid y los sarmientos es, sin duda, un bello ejemplo que Jesús nos ofrece en este quinto domingo de Pascua y que nos ayuda a entender la importancia de estar unidos a él, a fin de poder producir fruto abundante.

Jesús es la vid; así comienza el texto del evangelio: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador”. En seguida, hablando de los sarmientos, Jesús nos dice: “Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. Nosotros somos los sarmientos y estamos invitados a producir fruto, es decir, estamos invitados por el Señor a hacer de nuestra vida una vida positiva que contribuya para el bien de nuestro prójimo y de nosotros mismos.

La acción de podar la podemos entender como un procedimiento, un tanto doloroso, que Dios realiza en nosotros por medio de las diversas pruebas, desafíos y dificultades que vamos teniendo a lo largo de nuestra vida. Habrá que descubrir, con fe, el sentido de la cruz y del sufrimiento que nos toca afrontar con frecuencia y que, en ocasiones, no alcanzamos a comprender.

Una de las enseñanzas más claras que encontramos en el evangelio de este domingo (incluso en la segunda lectura) la tenemos tomando en cuenta el verbo “permanecer”, que aparece 7 veces en el texto. En efecto, el verbo permanecer repetido varias veces nos da la clave de lectura del texto mismo. Jesús con una gran insistencia nos invita a permanecer unidos a él: permanezcan en mí y yo en ustedes”.

Pero, ¿qué significa permanecer en Jesús? ¿Qué quiere decir: el que permanece en mí… da fruto abundante”? y ¿“sin mí nada pueden hacer”? La respuesta a estas preguntas es muy sencilla. Se trata de vivir en gracia de Dios; cumplir los mandamientos; estar en comunión con Jesús; tenerlo a él como nuestro Señor; conocerlo, amarlo, imitarlo y seguirlo, como verdaderos discípulos suyos.

En la eucaristía de este domingo le pedimos a Jesús, nuestra vid verdadera, que nunca nos apartemos de él y que tengamos, ante las pruebas que nos toca vivir, aquella paciencia y fortaleza que nos hagan capaces de producir frutos abundantes. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

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