/ viernes 24 de enero de 2020

Casos y cosas de la experiencia | Es contagiosa…

“A menudo se buscan cambios para permanecer como se está…” (G.T. Lampedusa)

La reunión para analizar el tema de la depresión fue frenética, pues los participantes argumentaban cosas diferentes sobre ella… decían que siempre ha existido. Otros que es una moda, pues “todos” los especialistas dicen que alguien está deprimido(a) cuando no encuentran una respuesta adecuada.

La charla subió de tono, se expusieron los argumentos y cada uno refutaba al anterior. Sin embargo, el punto común entre ellos fue el sufrimiento psicológico que experimenta quien sufre depresión; ¿existirá alguna causa específica que determine su aparición?

Las tasas de depresión están aumentando considerablemente; ¿qué hacer para abordar de forma contundente este padecimiento que genera tantos estragos en el ámbito personal, de pareja, familiar y laboral? ¿Existe alguna intervención única para abatirla?

Según el psicólogo clínico y psicoterapeuta Michael D. Yapko, las nuevas investigaciones ponen de manifiesto que “la depresión no se reduce al sufrimiento de un individuo, como si éste viviera absolutamente aislado; antes bien, se da en un contexto social, y también surge de las heridas que producen las relaciones entre las personas”.

Por lo tanto, es pertinente considerar la depresión desde una visión multidimensional, que abarca factores biológicos, psicológico-emocionales y sociales. En relación con la biología, es altamente complejo. De ahí surgen los nuevos avances de la neurociencia, la cual busca conocer y comprender los mecanismos cerebrales que subyacen a los estados anímicos y a los trastornos relacionados con el ánimo, por ejemplo la depresión.

También los genetistas y psicofarmacólogos buscan las causas de este padecimiento; los primeros están atentos a la vulnerabilidad al trastorno y los segundos se orientan a la función de la neuroquímica en las emociones. A la psicología le resulta complejo, a los profesionales del área nos ha interesado conocer de qué forma la calidad de nuestros prendamientos y su influencia en el estado de ánimo, y cómo el comportamiento puede favorecer el riesgo de padecer la depresión.

Hilary dice: “No quiero levantarme por las mañanas, ni deseo bañarme. Sólo tengo en mi cabeza esos pensamientos —malos y repetitivos— que me cansan y llegan a agotarme. En ocasiones quiero golpear a alguien o hacer algo para acabar con esto que me agobia”.

Ciertamente el profesional puede indagar en la historia personal y, por supuesto, en su forma de enfrentar la vida cotidiana, es decir, el estrés diario. Esto nos conduce a averiguar por qué unas personas se deprimen y otras no, esto sustentado en las múltiples investigaciones que se realizan actualmente en los campos de la biología y psicología, disciplinas que hacen una buena mancuerna para conocer comprender y abordar lo que sucede en la depresión.

Los fármacos pueden parecer mágicos, creo que en ocasiones abusamos de ellos pretendiendo acabar con el padecimiento o controlarlo, o pensar que sólo la psicoterapia podrá eliminar o desaparecer la depresión. No es fácil eliminar este padecimiento, porque también está presente un factor que incide fuertemente en su contagio: el entorno social, es decir, las relaciones que sostenemos con los demás.

Las relaciones que entablamos con otras personas repercuten en nuestros estados de ánimo, comportamiento y calidad de vida. Basta con observar los acontecimientos recientes: suicidios infantiles, juveniles y de adultos mayores.

Por lo general, la pretendida solución a la depresión se centra en atender los factores biológicos y psicológicos, pero sin incluir y atender los aspectos sociales. No basta cambiar nuestra bioquímica o expulsar las emociones y sentimientos que nos agobian, necesitamos trabajar en el cambio de nuestro entorno.

Cuando nos relacionamos de forma diferente con las personas de nuestro entorno familiar, social y comunitario podemos percatarnos de lo rápido que pueden cambiar las relaciones interpersonales, fortalecer esos vínculos y generar otros y mejores. Esto conduce a sanarlas y nos brinda bienestar, que será el resultado de todas esas acciones conjuntas.

La persona no mejora por casualidad o por arte de magia, el bienestar se logra con el trabajo continuo, la energía que invierte y el aprendizaje de formas nuevas de relacionarse con los demás.

“El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”.

Buen fin de semana.

“A menudo se buscan cambios para permanecer como se está…” (G.T. Lampedusa)

La reunión para analizar el tema de la depresión fue frenética, pues los participantes argumentaban cosas diferentes sobre ella… decían que siempre ha existido. Otros que es una moda, pues “todos” los especialistas dicen que alguien está deprimido(a) cuando no encuentran una respuesta adecuada.

La charla subió de tono, se expusieron los argumentos y cada uno refutaba al anterior. Sin embargo, el punto común entre ellos fue el sufrimiento psicológico que experimenta quien sufre depresión; ¿existirá alguna causa específica que determine su aparición?

Las tasas de depresión están aumentando considerablemente; ¿qué hacer para abordar de forma contundente este padecimiento que genera tantos estragos en el ámbito personal, de pareja, familiar y laboral? ¿Existe alguna intervención única para abatirla?

Según el psicólogo clínico y psicoterapeuta Michael D. Yapko, las nuevas investigaciones ponen de manifiesto que “la depresión no se reduce al sufrimiento de un individuo, como si éste viviera absolutamente aislado; antes bien, se da en un contexto social, y también surge de las heridas que producen las relaciones entre las personas”.

Por lo tanto, es pertinente considerar la depresión desde una visión multidimensional, que abarca factores biológicos, psicológico-emocionales y sociales. En relación con la biología, es altamente complejo. De ahí surgen los nuevos avances de la neurociencia, la cual busca conocer y comprender los mecanismos cerebrales que subyacen a los estados anímicos y a los trastornos relacionados con el ánimo, por ejemplo la depresión.

También los genetistas y psicofarmacólogos buscan las causas de este padecimiento; los primeros están atentos a la vulnerabilidad al trastorno y los segundos se orientan a la función de la neuroquímica en las emociones. A la psicología le resulta complejo, a los profesionales del área nos ha interesado conocer de qué forma la calidad de nuestros prendamientos y su influencia en el estado de ánimo, y cómo el comportamiento puede favorecer el riesgo de padecer la depresión.

Hilary dice: “No quiero levantarme por las mañanas, ni deseo bañarme. Sólo tengo en mi cabeza esos pensamientos —malos y repetitivos— que me cansan y llegan a agotarme. En ocasiones quiero golpear a alguien o hacer algo para acabar con esto que me agobia”.

Ciertamente el profesional puede indagar en la historia personal y, por supuesto, en su forma de enfrentar la vida cotidiana, es decir, el estrés diario. Esto nos conduce a averiguar por qué unas personas se deprimen y otras no, esto sustentado en las múltiples investigaciones que se realizan actualmente en los campos de la biología y psicología, disciplinas que hacen una buena mancuerna para conocer comprender y abordar lo que sucede en la depresión.

Los fármacos pueden parecer mágicos, creo que en ocasiones abusamos de ellos pretendiendo acabar con el padecimiento o controlarlo, o pensar que sólo la psicoterapia podrá eliminar o desaparecer la depresión. No es fácil eliminar este padecimiento, porque también está presente un factor que incide fuertemente en su contagio: el entorno social, es decir, las relaciones que sostenemos con los demás.

Las relaciones que entablamos con otras personas repercuten en nuestros estados de ánimo, comportamiento y calidad de vida. Basta con observar los acontecimientos recientes: suicidios infantiles, juveniles y de adultos mayores.

Por lo general, la pretendida solución a la depresión se centra en atender los factores biológicos y psicológicos, pero sin incluir y atender los aspectos sociales. No basta cambiar nuestra bioquímica o expulsar las emociones y sentimientos que nos agobian, necesitamos trabajar en el cambio de nuestro entorno.

Cuando nos relacionamos de forma diferente con las personas de nuestro entorno familiar, social y comunitario podemos percatarnos de lo rápido que pueden cambiar las relaciones interpersonales, fortalecer esos vínculos y generar otros y mejores. Esto conduce a sanarlas y nos brinda bienestar, que será el resultado de todas esas acciones conjuntas.

La persona no mejora por casualidad o por arte de magia, el bienestar se logra con el trabajo continuo, la energía que invierte y el aprendizaje de formas nuevas de relacionarse con los demás.

“El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional”.

Buen fin de semana.

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