Cuando los sueños se empiezan a mecer y se pierden, es que buscan entre los viejos adobes de la antigua casa, con grandes corredores y de altísimos techos, historias y, se convierten ellos mismos, a su vez, como en un sueño cuidadosamente tejido con cariño, se hacen esencia de grandes vigas de mezquite o bien de palo fierro, materia que ayer brindaron cobijo y alimento al ganado, como a aquellos al pedir su venia para dar cuidado y sombra a los moradores de la casona.
Cada pitaya de madera tejida en los altos techos, sigue viviendo en las alturas y en su entorno, cubren su desnudez con el sabor y nutrientes de casa, y de esas temperaturas de la tierra caliente de la tierra agreste que en otros tiempos les vio nacer y les cuidó en su crecimiento, hoy sigue en ellos.
Pero hay que asombrarse cuando los sueños se mecen, descubren secretos largamente dormidos porque, o se les guardó o bien se “olvidaron” porque duelen…hoy están emergiendo de mis recuerdos y sé, lastimarán mi frágil existencia.
Como tropel se agolpan en mí, y allá en la cercana lejanía entre polvo y el resplandor del amanecer, me lastima una joven figura con el cabello al viento y su tierno rostro de cándida pureza que corre y corre sin alcanzar…es irregular su expresión, la cara ha perdido su lozanía para convertirse en vivo retrato del dolor y la angustia; pero no es la única que corre, a su lado también lo hace el terrible zumbido de balas y de flechas junto con el miedo que viaja en el relincho de caballos y una loca tropelada por alcanzar cada quien su objetivo.
Es muy raro, si parecía sería una bella mañana más, algo fresca por la brisa que nos acaricia, ello a pesar de un fuerte verano como al que nos tiene mi Dios acostumbrados, pero no, el portón del zaguán está cerrado con su travesaño, como presagiando dolor, ¿quién grita? Hay Dios, ¿qué pasa, qué es todo eso que araña mis entrañas?, ¡¡el portón abran el portón!! Dios, Santísima Virgen de Guadalupe…. ¿qué le pasa a Tomás? ¿dónde está, que pasaaaaa por Dios…?
El pecho parecería querer salirse por el esfuerzo en la desesperada carrera, y ella agradece en su desesperación por su juventud, pero reniega de su vestido que no le permite volar y llegar para proteger con su juventud y valentía al ser que ama y respeta, por todo lo que representa a sus 19 años.
Hay por Dios, los sueños me alteran los nervios y le arrebatan a mi existencia la tranquilidad; ¿qué son todos esos gritos, qué está pasando? En mi cerebro retumban balazos, gritos, tropel de caballos, y afuera… ¿por qué están afuera? Abran el portón, ¿Qué pasa? ¿Que se cayó quién?
Y ahí está ella, cubriendo con su valentía y su tierna juventud, aquel 7 de mayo de 1907, el cuerpo bañado en sangre de su amado padre, tan lejos y tan cerca del refugio donde buscaba proteger su vida, y ella entre el dolor y la angustia rodeada de hombres a caballo y terribles gritos, no piensa en nada, solo en él.
Regando con su vida su tierra amada, su tierra recia; un hombre recio y de temple; de carácter y benefactor de su familia, mira con orgullo la valentía de su Josefa y sabe es digna heredera de su estirpe, ella mezcla sin quererlo ver la joven sangre que mana caliente estremeciendo sus dedos, y Los Yaquis, al ver el valor de la jovencita detienen su ataque a Don Tomás, en honor al coraje de esa bella chiquilla que contra todo, corrió y corrió buscando proteger con su inocencia la vida de su padre aún a costa de la suya.
Son las 5:30 de la mañana, comenzaba el día para el grueso de la gente del rancho, y el suelo se teñía con la sangre de un hombre trabajador y de una jovencita valiente y mientras esto sucedía, las balas y las flechas seguían su viaje, sembrando temor y dolor en un rancho con más mujeres, porque los hombres estaban fuera…
Nota: Pasaje de la vida en El Rancho El Sapo, mayo 6 de 1907.
La fotografía es del archivo personal de la familia Ávila Peralta (gracias Cheffy Ávila) y es del año de 1909 en febrero y se la dedica a su prima Ramona Molina López?
Carlos M. Valenzuela Quintanar
Cronista Rancho El Sapo