Después del año 1900, Hermosillo se convirtió en una localidad con más de 10 mil habitantes, que en su mayoría residían alrededor del Cerro de la Campana y la Plaza Zaragoza, como en el caso de Liliana Grijalva Carpio quien todavía recuerda hasta el aroma de los naranjos que había en esa zona hace 92 años.
La hermosillense nació en un domicilio de la calle Bravo, a dos cuadras de la Catedral Metropolitana de la ciudad, fue en ese sector donde pasó parte de su infancia y adolescencia, la cual recuerda con gran cariño acompañada de su familia y vecinos.
“En esa época Hermosillo era un puño de gente, todos se conocían”, platicó, las calles principales tenían tierra, no existían las carreteras, circulaban muy pocos vehículos y el aroma de los naranjos inundaba la localidad debido a los múltiples huertos alrededor.
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Además el Río Sonora corría constantemente, la presa todavía no se construía y el nivel del agua llegaba a subir tanto durante su cauce que era un espectáculo para todos en la comunidad, aunque por los riesgos no solía acudir de forma regular.
El incendio de Palacio de Gobierno marcó a muchos
Uno de los recuerdos que más perduran en su mente, compartió, es el incendio del Palacio de Gobierno que ocurrió el 11 de junio de 1948, cuando comenzó a quemarse el Chalet Salcido, ubicado en la calle Doctor Paliza y Galeana. El viento de ese momento propagó una bola de fuego hasta el inmueble gubernamental.
“Nos dieron raite en un carrito, íbamos dando la vuelta por la calle del bulevar Hidalgo, en el Palacio Municipal, íbamos viendo por la Comonfort cuando vimos salir las llamas por el reloj, por ahí estaban saliendo el fuego”, comentó Liliana Grijalva de 92 años.
Durante ese momento tenía alrededor de 17 años, dijo, pero recuerda muy bien cómo la población llegaba al lugar para ayudar a las personas y a rescatar lo que se pudiera del interior, como documentos e inmobiliario.
“El reloj era como de lámina brillosa y la cúpula de madera, muy bonita, por ahí empezaron a salir las llamas”, mencionó, “en ese momento no había bomberos, yo estuve ahí un rato, luego me jalaron a mi casa, mi mamá, no quiso que estuviera ahí porque había mucha gente que estaba ayudando”.
Debido a que no se contaba con personal de bomberos, narró que los de Nogales tuvieron que viajar ese día hacia Hermosillo, pero llegaron tarde a la ciudad debido a que no existía la carretera, sino que era un camino de terracería.
Se vivía un ambiente tranquilo y seguro
Así era Hermosillo en esa época, pocas calles estaban pavimentadas, recordó Liliana Grijalva, casi no había carros, podías andar en la calle sola y no te pasaba nada, “nadie te faltaba el respeto, todo el mundo te respetaba, era una cosa bonita, la Plaza Zaragoza olía tan bonito, las calles, el Río Sonora era muy bonito, todo”.
En su barrio todos se conocían, los Grijalva, Zamora, Hoeffer, todas las niñas de la cuadra jugaban al Carnaval, el cual veían y hasta llegaban a participar, contó, éste iniciaba en el Parque Madero y recorría la calle Serdán hasta una gasolinera, después regresaba por la Serdán hacia el Parque Madero nuevamente.
“Era muy curioso, los chamacos ricos se juntaban con los pobres, había unos jóvenes Ruibal que eran muy amigos del Cuervito Zamora ahí jugaban en la Plaza Zaragoza, Enriquito Hoeffer también”, recordó.
“Los desfiles salían del Parque Madero, donde está el monumento a Jesús Garcia, por toda la Serdán, hasta una curva y luego a Palacio de Gobierno, el Carnaval también, había una gasolinera en un triángulo donde estaba la cantina La Bohemia, y terminaba otra vez en el monumento a Jesús García”, detalló.
Además de los carnavales, añadió que en el Palacio de Gobierno se realizaban los tradicionales bailes de Blanco y Negro, donde participaban jóvenes de distintas partes de Sonora y México, incluso de Tucson y Phoenix, Arizona.
“Como vivíamos a la vuelta de Palacio, veíamos que ponían unas barandas blancas en la puerta, como las de hoy, para que por ahí entraran las embajadoras, eran muy bonitas, muy elegantes, nosotras nos quedamos viendo estos vestidos elegantes”, abundó.
Los bailes se desarrollaban en el patio del Palacio, en esa época las orquestas que estaban vigentes eran la de los Hermanos Bobadilla, de Elías Rojo y cerca de los años 50 se empezó a formar la orquesta de Manuel García, precisó.
Las escuelas de la memoria: la Leona Vicario y "La Prevo"
Sobre el sector educativo, resaltó que no había muchas escuelas, las niñas en su sector acudían a la escuela Leona Vicario o a la Prevo que estaba por la calle Serdán en ese entonces.
“Cuando era niña no había muchas escuelas, ni estaba la Unison, sólo estaba la escuela del maestro Heriberto Aja, la particular, la del profesor Enrique García Sánchez, que yo recuerde otra particular no, pero estaba el Colegio Lux y la Prevo por la Serdán, y la Leona Vicario”.
“También estaba el Colegio Gámez, del profesor Antonio Gámez, ahí le decían a los muchachos los ‘Hielos’, no sé porqué, pero estaba en la calle Comonfort en ese momento, entre los años 40 y 50, el profesor Antonio Gámez salía en los desfiles en un caballo y sus alumnos vestidos en estilo militar”, agregó.
El día que se casó, 27 de mayo de 1950, sólo tenía tres opciones de iglesias, la parroquia del Carmen, Candelaria en Villa de Seris y la Catedral Metropolitana, donde contrajo nupcias, además estaba en construcción la iglesia de Fátima en la San Benito.
Fue entre 1950 y 1960 cuando incrementó considerablemente la población de Hermosillo, de 43 mil 516 habitantes pasaron a ser 97 mil 978 en esa década de acuerdo al Inegi, con ello llegaba la modernización de la ciudad y el desarrollo urbano se fortalecía.
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Las colonias como La Apolo comenzaban a formarse, la Universidad de Sonora crecía en oferta educativa, incluso comenzaban a transitar camiones para el transporte público que volvían más rápida a la localidad.
Para la década de 1990, Hermosillo ya contaba con una población de 406 mil 417 personas, se habilitaban los centros comerciales y negocios, colocando al municipio entre los principales de la región Noroeste de México, dejando atrás la vieja ciudad que gozó Liliana Grijalva y de la que aún quedan vestigios de pie como el barrio donde vivió en el hoy Centro Histórico de la capital sonorense.
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