/ viernes 30 de octubre de 2020

Siete Cerros y la fantasmagórica silueta que deambula por el camino a la Costa

"A la altura de Siete Cerros alcancé a distinguir una silueta; tenía un color gris que resaltaba de los fondos negros", relata el narrador de esta historia

A principios de la década de los 90 trabajaba haciendo cobranza para una empresa, la mayoría del trabajo era aquí en la ciudad de Hermosillo, pero había papeles o cobros que teníamos que ir a hacer a la Calle 12 o el Poblado Miguel Alemán como le conocen ahora, por lo general yo era el que hacía esos viajes, la mayoría de mis compañeros, por no decir ninguno, no querían hacer el recorrido y dar la vuelta por los campos buscando a la gente pero a mí me gustaba, de alguna manera me dejaba salir de la rutina, ya tenía poco más de un año realizando mis viajes habituales a los campos, cada semana o al menos cada quince días salía en el pick up de la empresa pasadas las ocho de la mañana y por lo general estaba de regreso en la ciudad a las siete de la tarde.

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En una ocasión se me hizo tarde para regresar y recuerdo que en cierto punto del camino me pareció que estaba más oscuro que de costumbre, no había nada diferente en realidad, tal vez yo estaba más cansado de lo normal, no lo sé, pero sí me parecía que todo estaba muy negro y no podía distinguir nada que no fuera la carretera, ni siquiera las estrellas, a la altura de Siete Cerros alcancé a distinguir una silueta; tenía un color gris que resaltaba de los fondos negros, en ese momento no pude describir si ésta iba o venía, sólo fue hasta que me acerqué lo suficiente y que bajé la velocidad que me percaté que era un ser extraño, por más esfuerzo que hice no recuerdo haber distinguido mucho de eso, no supe si era hombre o mujer, no distinguí del todo su complexión o su vestimenta, sólo recuerdo que llevaba ropas de color gris, del rostro no recuerdo mucho tampoco, sólo los ojos, ojos negros sobre dos esferas blancas, no pasé a gran velocidad pero al querer ver aquello por el retrovisor recuerdo que no pude, ya no había nada.

No le di mucha importancia a lo sucedido, le platiqué a mi esposa pero a final de cuentas no era la gran cosa, pudo haber sido alguien caminando en medio de la nada, pidiendo aventón, tampoco pensé mucho en el asunto, pasaron unas semanas y yo continuaba con mi trabajo, con mis viajes cortos al poblado, durante ese tiempo y las veces que pasé por Siete Cerros a una hora considerable recordé historias que había escuchado del lugar, recordé que mi papá me contó que en ese lugar había un tesoro enterrado, pero que no se sabía exactamente dónde y que nadie lo había encontrado, también alguna vez escuché que se aparece una señora vestida de blanco, o que merodean fantasmas Seris, recordé y me empezó a dar miedo, no sé si me sugestioné pero al poco tiempo de eso volví a ver la silueta, exactamente igual que la primera vez, primero a la distancia, percibiendo una forma humana, de la misma manera que antes no percibí mucho, pero sí distinguí los ojos, la mirada que parecía seguir el pick up de mi trabajo mientras avanzaba, noté cómo me miraba y en esta ocasión noté algo más, noté que no tenía pies, esta vez no bajé la velocidad, y de igual manera que la vez anterior no vi nada por el espejo retrovisor, a pesar de llevar el vidrio abajo y escuchar el fuerte sonido del viento que entraba por la ventana, podía escuchar claramente los latidos de mi corazón, estaba asustado y en las siguientes ocasiones me daba miedo pasar por Siete Cerros.

Foto: Cortesía | Pixabay

Después de eso cada que iba invitaba a un primo para no ir solo, primero con el pretexto de que el viaje era aburrido y quería llevar compañía para platicar, pero al final terminé platicándole la experiencia, él estuvo varias veces conmigo y me convenció de regresar algunas veces ya tarde para ver si veíamos la aparición, pero nunca sucedió, mientras mi primo viajó conmigo no vimos nada, eso me tranquilizó un poco durante las siguientes veces que recorrí ese trayecto solo de noche.

Pasó el tiempo y una vez más venia tarde en mi regreso, ya no pensaba en lo sucedido, ni en el ser que había visto antes, pasaba por el tramo de Siete Cerros con cierta tranquilidad, esta vez no noté diferencia en el trayecto, sólo lo vi, vi la figura gris parada a un lado del camino, en un principio no me asusté, quería saber de una vez por todas qué era, quería distinguirlo, obviamente sin detenerme, no bajé mi velocidad, pero puse particular atención en la silueta de este ser, en sus ropas grises que parecían quedarle flojas, y una vez más vi los ojos negros, vi cómo me seguían mientras pasaba, y cuando lo pasé, al voltear por el espejo retrovisor algo era diferente, los ojos estaban en el espejo, mi corazón empezó a latir muy fuerte, pegué un grito y aceleré, aceleré como si me viniera siguiendo, pero más bien era como si viniera en la caja del pick up, avancé y en un parpadeo los ojos ya no estaban en el espejo, no quería voltear para atrás, pensé en ese momento que era peligroso y podría chocar al desviar la mirada del camino, tampoco me iba a detener a ver qué estaba pasando o a que se me pasara el susto, manejé rápido el resto del camino hasta llegar a la ciudad y todo ese tramo sentí como que me faltaba el aire, no fue la última vez que viajé a hacer cobranza a la Calle 12, pero esa fue la última vez que vi ese ser en Siete Cerros, esos ojos.

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Lo he platicado a veces a manera de anécdota, algunos me creen, algunos se ríen conmigo y no sé qué piensan en realidad, pero yo les dejo este relato, este relato que igual hay muchos, pero siempre son muy interesantes de escuchar.

A principios de la década de los 90 trabajaba haciendo cobranza para una empresa, la mayoría del trabajo era aquí en la ciudad de Hermosillo, pero había papeles o cobros que teníamos que ir a hacer a la Calle 12 o el Poblado Miguel Alemán como le conocen ahora, por lo general yo era el que hacía esos viajes, la mayoría de mis compañeros, por no decir ninguno, no querían hacer el recorrido y dar la vuelta por los campos buscando a la gente pero a mí me gustaba, de alguna manera me dejaba salir de la rutina, ya tenía poco más de un año realizando mis viajes habituales a los campos, cada semana o al menos cada quince días salía en el pick up de la empresa pasadas las ocho de la mañana y por lo general estaba de regreso en la ciudad a las siete de la tarde.

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En una ocasión se me hizo tarde para regresar y recuerdo que en cierto punto del camino me pareció que estaba más oscuro que de costumbre, no había nada diferente en realidad, tal vez yo estaba más cansado de lo normal, no lo sé, pero sí me parecía que todo estaba muy negro y no podía distinguir nada que no fuera la carretera, ni siquiera las estrellas, a la altura de Siete Cerros alcancé a distinguir una silueta; tenía un color gris que resaltaba de los fondos negros, en ese momento no pude describir si ésta iba o venía, sólo fue hasta que me acerqué lo suficiente y que bajé la velocidad que me percaté que era un ser extraño, por más esfuerzo que hice no recuerdo haber distinguido mucho de eso, no supe si era hombre o mujer, no distinguí del todo su complexión o su vestimenta, sólo recuerdo que llevaba ropas de color gris, del rostro no recuerdo mucho tampoco, sólo los ojos, ojos negros sobre dos esferas blancas, no pasé a gran velocidad pero al querer ver aquello por el retrovisor recuerdo que no pude, ya no había nada.

No le di mucha importancia a lo sucedido, le platiqué a mi esposa pero a final de cuentas no era la gran cosa, pudo haber sido alguien caminando en medio de la nada, pidiendo aventón, tampoco pensé mucho en el asunto, pasaron unas semanas y yo continuaba con mi trabajo, con mis viajes cortos al poblado, durante ese tiempo y las veces que pasé por Siete Cerros a una hora considerable recordé historias que había escuchado del lugar, recordé que mi papá me contó que en ese lugar había un tesoro enterrado, pero que no se sabía exactamente dónde y que nadie lo había encontrado, también alguna vez escuché que se aparece una señora vestida de blanco, o que merodean fantasmas Seris, recordé y me empezó a dar miedo, no sé si me sugestioné pero al poco tiempo de eso volví a ver la silueta, exactamente igual que la primera vez, primero a la distancia, percibiendo una forma humana, de la misma manera que antes no percibí mucho, pero sí distinguí los ojos, la mirada que parecía seguir el pick up de mi trabajo mientras avanzaba, noté cómo me miraba y en esta ocasión noté algo más, noté que no tenía pies, esta vez no bajé la velocidad, y de igual manera que la vez anterior no vi nada por el espejo retrovisor, a pesar de llevar el vidrio abajo y escuchar el fuerte sonido del viento que entraba por la ventana, podía escuchar claramente los latidos de mi corazón, estaba asustado y en las siguientes ocasiones me daba miedo pasar por Siete Cerros.

Foto: Cortesía | Pixabay

Después de eso cada que iba invitaba a un primo para no ir solo, primero con el pretexto de que el viaje era aburrido y quería llevar compañía para platicar, pero al final terminé platicándole la experiencia, él estuvo varias veces conmigo y me convenció de regresar algunas veces ya tarde para ver si veíamos la aparición, pero nunca sucedió, mientras mi primo viajó conmigo no vimos nada, eso me tranquilizó un poco durante las siguientes veces que recorrí ese trayecto solo de noche.

Pasó el tiempo y una vez más venia tarde en mi regreso, ya no pensaba en lo sucedido, ni en el ser que había visto antes, pasaba por el tramo de Siete Cerros con cierta tranquilidad, esta vez no noté diferencia en el trayecto, sólo lo vi, vi la figura gris parada a un lado del camino, en un principio no me asusté, quería saber de una vez por todas qué era, quería distinguirlo, obviamente sin detenerme, no bajé mi velocidad, pero puse particular atención en la silueta de este ser, en sus ropas grises que parecían quedarle flojas, y una vez más vi los ojos negros, vi cómo me seguían mientras pasaba, y cuando lo pasé, al voltear por el espejo retrovisor algo era diferente, los ojos estaban en el espejo, mi corazón empezó a latir muy fuerte, pegué un grito y aceleré, aceleré como si me viniera siguiendo, pero más bien era como si viniera en la caja del pick up, avancé y en un parpadeo los ojos ya no estaban en el espejo, no quería voltear para atrás, pensé en ese momento que era peligroso y podría chocar al desviar la mirada del camino, tampoco me iba a detener a ver qué estaba pasando o a que se me pasara el susto, manejé rápido el resto del camino hasta llegar a la ciudad y todo ese tramo sentí como que me faltaba el aire, no fue la última vez que viajé a hacer cobranza a la Calle 12, pero esa fue la última vez que vi ese ser en Siete Cerros, esos ojos.

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Lo he platicado a veces a manera de anécdota, algunos me creen, algunos se ríen conmigo y no sé qué piensan en realidad, pero yo les dejo este relato, este relato que igual hay muchos, pero siempre son muy interesantes de escuchar.

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