/ domingo 10 de marzo de 2024

Lula Robles: la vida familiar y la empresarial se mezclan integralmente

La empresaria de los sombreros decretó a los diez años lo que quería ser de grande: un motor de continuidad y de crecimiento económico 

El dinero no tiene género, la empresa tampoco, por lo que, si un equipo de mujeres se hace cargo de un negocio y hace que produzca riqueza, entonces cumple con la finalidad de la empresa, no porque sean mujeres, sino porque son buenas empresarias.

Esta es parte de la filosofía que aplica la empresaria Lourdes Robles, de El Mezquite Sombreros, una empresa que por cierto fue fundada por una mujer: Victoria López Arriaga, toda una figura empresarial en Hermosillo.

El Sol de Hermosillo entabló una charla con Lourdes Robles, conocida como Lula, heredera del empuje y el talento empresarial, que además conjunta la sabiduría de su madre con la visión moderna de su propia experiencia en el mundo empresarial.

¿Cuándo supiste que querías ser empresaria?

“Me voy a remontar a mis 10 años de edad. En quinto de primaria, estando en una clase en el Colegio Lux y la maestra Berthita nos hizo una pregunta ¿Qué quieren ser de grandes? Yo le dije: ‘cuando sea grande quiero ser empresario, me gustaría vender a todo el mundo’. Exactamente lo que estamos viviendo ahorita, yo lo vi a los 10 años de edad, pero también mis juegos, nuestros juegos eran, de un grupo chamacos, entre los 6 y 10 años, jugábamos, a ver quién carga más rápido una docena de sandalias, de zapatones, de calzado, y llena primero la camioneta. Desde chiquitos sabíamos lo que hacíamos, jugábamos mientras trabajabamos”.

A los seis años, Lourdes dijo a su mamá que ella también quería sentarse frente al gerente del banco, como lo veía en ella / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


No te pierdas: Mujeres emprendedoras apuestan por digitalización en Sonora

“Y cuando estaba chiquita jugaba en el patio de mi casa a que tenía un restaurante, con mesas y comensales y tenía una caja registradora, muy feliz y contenta, y sola; imaginaba que le encargaba la caja a alguien más mientras iba al banco a hacer cambios de cheques”.

“Tuvimos el privilegio de crecer en una familia donde el negocio era parte integral de la dinámica. Desde los 10 años de edad entendí que si tienes el cliente y tienes el producto, tienes lo que quieras, como dice mi madre, es lo mismo vender un chicle que vender un misil, el proceso de la venta es el mismo. Para mi no fue trabajo, fue jugar”.

“A los seis le dije a mi mamá: ‘yo quiero sentarme donde te sientas tú’. ‘¿Ah sí y dónde me siento yo?’, me preguntó. Allá con el gerente del banco”.

“Hablar de negocios, de dinero, de empresas, nunca fue difícil, siempre fue un juego para mi. conocer al cliente, ver las tendencias, ver cómo cambian las cosas para bien o para mal, es parte de lo que hacemos”.

El Mezquite Sombreros es una empresa dirigida por mujeres en Hermosillo / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


Administración de empresas, por defaul

La empresaria colabora con Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra) en el programa de educación dual aportando sus conocimientos a los jóvenes en edad de preparatoria.

Lourdes Robles estudió administración de empresas, carrera a la accedió de manera natural por el ambiente en que creció, pero confiesa que hoy sabe que debería haber estudiado psicología y marketing que es genial.

“En el área de ventas hay un trabajo relacionado con la psicología y eso ya lo hago, siempre veo, escucho y hablo, siempre para beneficio de mi cliente, es mi fuerte, es lo que hago de manera natural. Por eso administración fue mi opción porque en esa área no soy dominante, me hacía falta”, mencionó.

Como profesional está consciente de que la actualización es fundamental y para eso aprovecha el servicio que ofrecen las cámaras empresariales. “Nunca dejamos de aprender, siempre aprovechamos los cursos y diplomados y como empresa también nos actualizamos en todo”.

Un microcosmos

“Nosotros consideramos que somos un país, con su presidenta, con sus secretarios de estado y cada quien tiene un papel que desempeñar. El presidente toma las decisiones finales, pero sus subordinados tienen cada uno sus responsabilidades. Tenemos que hacer que esto funcione, somos como un micro país.

El Mezquite Sombreros es una empresa familiar integrada por tres mujeres (mamá y dos hijas) y un varón (el nieto).

¿Cómo haces para equilibrar la vida familiar con la empresa?

Tú crees que existe un equilibrio, contesta a carcajadas. No existe un equilibrio, aquí no se separa una cosa de la otra, dice en tono serio, ella sigue siendo mi mamá aunque es el director.

“Hemos trabajado en capacitaciones muy profundas, emocionalmente, para superar esa parte”, tercia doña Victoria López, quien es testigo de la charla.

“No somos fáciles”, reconoce Lula. “Somos dos hermanas, Edith y yo, tenemos el mismo nivel, pero ella es la encargada de las finanzas, de los pagos. Yo soy la encargada de que el área de marketing esté funcionando, las ventas, la imagen de la empresa”.

“Hace muchos años Edith me dijo en algún momento Jamás trabajaría contigo y le respondí, no hay ningún problema, yo sí trabajaría contigo. Somos muy diferentes, somos el agua y el aceite y cada quien tiene un departamento muy definido”.

“En la pandemia cerramos este local y nos fuimos para allá (a la sucursal de la calle Mendoza), pero teníamos 8 años que no trabajabamos juntas las tres, después de la pandemia nos tuvimos que juntar y aprendimos a reorganizarnos, porque ya sabemos quién más, quién menos, quién sí, quién no y quién nunca”.

“Nos tenemos estudiados y sabemos cuál es nuestro perfil, nos conocemos de pe a pa y sabemos que sí toleramos y qué no. Después de esto, mi hermana me dijo: sí le entramos, sí es diferente”.

“El negocio tiene que funcionar, con el dinero nunca nos vamos a pelear, es lo principal, independientemente de la relación jerárquica que tenemos. Tenemos que negociar con nosotros mismos para poder hacer las cosas bien y como dicen si quieres llegar rápido, hazlo solo, pero si quieres llegar más lejos hazlo acompañado. Cómo queremos llegar más lejos lo tenemos que hacer juntas”.

En la familia y el negocio, se identifica a quién sí y a quién no, para trabajar en equipo con un mismo objetivo / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


Es un equipo mayoritario de mujeres para atender el mercado de un producto que tradicionalmente era para hombres, ¿cómo se han enfrentado a este reto?

Puede ser que ustedes (los hombres) traigan el dinero y las intenciones, pero si nosotros decimos: mmm, ¿con qué dijiste que te lo vas a combinar? (nunca les decimos que no), lo vemos y preguntamos: ¿te gustó?, ¿cuánto dijiste que cuesta?, ¿estás seguro que te lo vas a comprar? Nosotras las mujeres, al final de cuentas, tomamos la decisión que te compres eso que quieres o que no te lo compres.

Las mujeres somos un cliente muy dificil, pero si una mamá trae a su niño y este se pone un sombrero y a ella le gusta como se ve, va a querer que el marido también se pruebe uno y ella misma va buscar algo que le guste y en lugar de una sola venta, tienes tres, por la influencia de una mujer.

El trabajo con la familia se me hace muy difícil. Cuando contratas a alguien que no es de la familia esa persona se tiene que ajustar a lo que le pides que haga, pero si es alguien de la familia que tiene iniciativa, que tiene conocimiento y que quiere mejorar algo, ahí es donde se crean los conflictos difíciles, porque la persona no quiere hacer algo contra la empresa, pero el detalle está en que no todos ven los problemas del mismo modo. Esto se resuelve con pláticas entre la familia y con evidencia de que lo que se propone realmente funciona. Si la medida propuesta hace que suene la caja registradora, es que sí funciona y si no, no pasa.

¿Como mujeres, es difícil llevar adelante la empresa?

Nunca hemos pensado que somos mujeres, siempre hemos pensado que somos empresarios, la empresa no tiene género, jamás lo ha tenido, si pensáramos que somos mujeres, nos debilitamos, no entenderíamos cuál es nuestro propósito, y el propósito aquí es ganar dinero. Las empresas no tienen género, como el dinero, aquí el que produce come, el que no produce no come. Hace muchos años que lo entendimos.

Cuando tenía como 18 años, me di cuenta de algo: veía a los hippies y mi madre me decía mira qué a gusto viven, pero el hippie tenía que vender aretes y collares, incienso y comida vegetariana para poder comer, no me vengas con que el hippie vive muy agusto.

Hace doce años, el Banco Mundial estuvo dando muchos créditos para las mujeres. Las mujeres tenemos un fuerte arraigo hacia la familia, si yo como, come mi hijo, si yo trabajo, come mi hijo. Los hombres tienen un desprendimiento hacia la familia, si se divorcian, basta que cumplan la pensión y la mujer tendrá que sacar la casta.

Mi abuelo, papá de Victoria, nos decía: “ustedes como mujeres tienen que trabajar mucho, tienen que hacer el doble, su palabra (para la gente) no vale, vale la palabra del hombre, aunque no la cumpla, y si la mujer quiere hacer valer su palabra tiene que demostrar el doble de la capacidad del hombre. Nosotros los hombres, nos largamos con la wera de la esquina, nos enfermamos o nos morimos y ¿quién saca adelante a la familia? la mujer”.

Este era un rol femenino, pero ahora conozco varios hombres que se han hecho cargo de sus familias, de sus hijos, sin sus mujeres.

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Entendemos que los roles de las mujeres y de los hombres son diferentes y debe haber un equilibrio, no una confrontación para que la familia funcione. El papel de la mujer es impulsar al varón para que este pueda cumplir bien con su papel de ser proveedor de la familia.

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El dinero no tiene género, la empresa tampoco, por lo que, si un equipo de mujeres se hace cargo de un negocio y hace que produzca riqueza, entonces cumple con la finalidad de la empresa, no porque sean mujeres, sino porque son buenas empresarias.

Esta es parte de la filosofía que aplica la empresaria Lourdes Robles, de El Mezquite Sombreros, una empresa que por cierto fue fundada por una mujer: Victoria López Arriaga, toda una figura empresarial en Hermosillo.

El Sol de Hermosillo entabló una charla con Lourdes Robles, conocida como Lula, heredera del empuje y el talento empresarial, que además conjunta la sabiduría de su madre con la visión moderna de su propia experiencia en el mundo empresarial.

¿Cuándo supiste que querías ser empresaria?

“Me voy a remontar a mis 10 años de edad. En quinto de primaria, estando en una clase en el Colegio Lux y la maestra Berthita nos hizo una pregunta ¿Qué quieren ser de grandes? Yo le dije: ‘cuando sea grande quiero ser empresario, me gustaría vender a todo el mundo’. Exactamente lo que estamos viviendo ahorita, yo lo vi a los 10 años de edad, pero también mis juegos, nuestros juegos eran, de un grupo chamacos, entre los 6 y 10 años, jugábamos, a ver quién carga más rápido una docena de sandalias, de zapatones, de calzado, y llena primero la camioneta. Desde chiquitos sabíamos lo que hacíamos, jugábamos mientras trabajabamos”.

A los seis años, Lourdes dijo a su mamá que ella también quería sentarse frente al gerente del banco, como lo veía en ella / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


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“Y cuando estaba chiquita jugaba en el patio de mi casa a que tenía un restaurante, con mesas y comensales y tenía una caja registradora, muy feliz y contenta, y sola; imaginaba que le encargaba la caja a alguien más mientras iba al banco a hacer cambios de cheques”.

“Tuvimos el privilegio de crecer en una familia donde el negocio era parte integral de la dinámica. Desde los 10 años de edad entendí que si tienes el cliente y tienes el producto, tienes lo que quieras, como dice mi madre, es lo mismo vender un chicle que vender un misil, el proceso de la venta es el mismo. Para mi no fue trabajo, fue jugar”.

“A los seis le dije a mi mamá: ‘yo quiero sentarme donde te sientas tú’. ‘¿Ah sí y dónde me siento yo?’, me preguntó. Allá con el gerente del banco”.

“Hablar de negocios, de dinero, de empresas, nunca fue difícil, siempre fue un juego para mi. conocer al cliente, ver las tendencias, ver cómo cambian las cosas para bien o para mal, es parte de lo que hacemos”.

El Mezquite Sombreros es una empresa dirigida por mujeres en Hermosillo / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


Administración de empresas, por defaul

La empresaria colabora con Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra) en el programa de educación dual aportando sus conocimientos a los jóvenes en edad de preparatoria.

Lourdes Robles estudió administración de empresas, carrera a la accedió de manera natural por el ambiente en que creció, pero confiesa que hoy sabe que debería haber estudiado psicología y marketing que es genial.

“En el área de ventas hay un trabajo relacionado con la psicología y eso ya lo hago, siempre veo, escucho y hablo, siempre para beneficio de mi cliente, es mi fuerte, es lo que hago de manera natural. Por eso administración fue mi opción porque en esa área no soy dominante, me hacía falta”, mencionó.

Como profesional está consciente de que la actualización es fundamental y para eso aprovecha el servicio que ofrecen las cámaras empresariales. “Nunca dejamos de aprender, siempre aprovechamos los cursos y diplomados y como empresa también nos actualizamos en todo”.

Un microcosmos

“Nosotros consideramos que somos un país, con su presidenta, con sus secretarios de estado y cada quien tiene un papel que desempeñar. El presidente toma las decisiones finales, pero sus subordinados tienen cada uno sus responsabilidades. Tenemos que hacer que esto funcione, somos como un micro país.

El Mezquite Sombreros es una empresa familiar integrada por tres mujeres (mamá y dos hijas) y un varón (el nieto).

¿Cómo haces para equilibrar la vida familiar con la empresa?

Tú crees que existe un equilibrio, contesta a carcajadas. No existe un equilibrio, aquí no se separa una cosa de la otra, dice en tono serio, ella sigue siendo mi mamá aunque es el director.

“Hemos trabajado en capacitaciones muy profundas, emocionalmente, para superar esa parte”, tercia doña Victoria López, quien es testigo de la charla.

“No somos fáciles”, reconoce Lula. “Somos dos hermanas, Edith y yo, tenemos el mismo nivel, pero ella es la encargada de las finanzas, de los pagos. Yo soy la encargada de que el área de marketing esté funcionando, las ventas, la imagen de la empresa”.

“Hace muchos años Edith me dijo en algún momento Jamás trabajaría contigo y le respondí, no hay ningún problema, yo sí trabajaría contigo. Somos muy diferentes, somos el agua y el aceite y cada quien tiene un departamento muy definido”.

“En la pandemia cerramos este local y nos fuimos para allá (a la sucursal de la calle Mendoza), pero teníamos 8 años que no trabajabamos juntas las tres, después de la pandemia nos tuvimos que juntar y aprendimos a reorganizarnos, porque ya sabemos quién más, quién menos, quién sí, quién no y quién nunca”.

“Nos tenemos estudiados y sabemos cuál es nuestro perfil, nos conocemos de pe a pa y sabemos que sí toleramos y qué no. Después de esto, mi hermana me dijo: sí le entramos, sí es diferente”.

“El negocio tiene que funcionar, con el dinero nunca nos vamos a pelear, es lo principal, independientemente de la relación jerárquica que tenemos. Tenemos que negociar con nosotros mismos para poder hacer las cosas bien y como dicen si quieres llegar rápido, hazlo solo, pero si quieres llegar más lejos hazlo acompañado. Cómo queremos llegar más lejos lo tenemos que hacer juntas”.

En la familia y el negocio, se identifica a quién sí y a quién no, para trabajar en equipo con un mismo objetivo / Foto: Kimberly Ortega | El Sol de Hermosillo


Es un equipo mayoritario de mujeres para atender el mercado de un producto que tradicionalmente era para hombres, ¿cómo se han enfrentado a este reto?

Puede ser que ustedes (los hombres) traigan el dinero y las intenciones, pero si nosotros decimos: mmm, ¿con qué dijiste que te lo vas a combinar? (nunca les decimos que no), lo vemos y preguntamos: ¿te gustó?, ¿cuánto dijiste que cuesta?, ¿estás seguro que te lo vas a comprar? Nosotras las mujeres, al final de cuentas, tomamos la decisión que te compres eso que quieres o que no te lo compres.

Las mujeres somos un cliente muy dificil, pero si una mamá trae a su niño y este se pone un sombrero y a ella le gusta como se ve, va a querer que el marido también se pruebe uno y ella misma va buscar algo que le guste y en lugar de una sola venta, tienes tres, por la influencia de una mujer.

El trabajo con la familia se me hace muy difícil. Cuando contratas a alguien que no es de la familia esa persona se tiene que ajustar a lo que le pides que haga, pero si es alguien de la familia que tiene iniciativa, que tiene conocimiento y que quiere mejorar algo, ahí es donde se crean los conflictos difíciles, porque la persona no quiere hacer algo contra la empresa, pero el detalle está en que no todos ven los problemas del mismo modo. Esto se resuelve con pláticas entre la familia y con evidencia de que lo que se propone realmente funciona. Si la medida propuesta hace que suene la caja registradora, es que sí funciona y si no, no pasa.

¿Como mujeres, es difícil llevar adelante la empresa?

Nunca hemos pensado que somos mujeres, siempre hemos pensado que somos empresarios, la empresa no tiene género, jamás lo ha tenido, si pensáramos que somos mujeres, nos debilitamos, no entenderíamos cuál es nuestro propósito, y el propósito aquí es ganar dinero. Las empresas no tienen género, como el dinero, aquí el que produce come, el que no produce no come. Hace muchos años que lo entendimos.

Cuando tenía como 18 años, me di cuenta de algo: veía a los hippies y mi madre me decía mira qué a gusto viven, pero el hippie tenía que vender aretes y collares, incienso y comida vegetariana para poder comer, no me vengas con que el hippie vive muy agusto.

Hace doce años, el Banco Mundial estuvo dando muchos créditos para las mujeres. Las mujeres tenemos un fuerte arraigo hacia la familia, si yo como, come mi hijo, si yo trabajo, come mi hijo. Los hombres tienen un desprendimiento hacia la familia, si se divorcian, basta que cumplan la pensión y la mujer tendrá que sacar la casta.

Mi abuelo, papá de Victoria, nos decía: “ustedes como mujeres tienen que trabajar mucho, tienen que hacer el doble, su palabra (para la gente) no vale, vale la palabra del hombre, aunque no la cumpla, y si la mujer quiere hacer valer su palabra tiene que demostrar el doble de la capacidad del hombre. Nosotros los hombres, nos largamos con la wera de la esquina, nos enfermamos o nos morimos y ¿quién saca adelante a la familia? la mujer”.

Este era un rol femenino, pero ahora conozco varios hombres que se han hecho cargo de sus familias, de sus hijos, sin sus mujeres.

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Entendemos que los roles de las mujeres y de los hombres son diferentes y debe haber un equilibrio, no una confrontación para que la familia funcione. El papel de la mujer es impulsar al varón para que este pueda cumplir bien con su papel de ser proveedor de la familia.

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