/ martes 16 de abril de 2019

Columna invitada | ¡Por fin la Reforma Laboral!

El miércoles pasado, a propósito de la reforma laboral, el portal de la revista Proceso publicó: “El PRI, en voz del dirigente sindical de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), Isaías González Cuevas, manifestó que 'la libertad sindical y democracia sindical corren en paralelo a lo que la vida contemporánea ha impuesto. No se puede obligar a nadie a que forme parte de una federación o sindicato… los tiempos han cambiado’, puntualizó el secretario general de la CROC desde hace 14 años”.

Detalló lo expuesto en la tribuna de San Lázaro, el posicionamiento del Diputado y coordinador del PRI, René Juárez Cisneros, quien “dio la bienvenida” a la reforma: “Ya muchos liderazgos nos dimos cuenta de que, o nos adecuamos a los tiempos de la nueva realidad o nos quedamos fuera” señaló.

La aprobación de la Ley Federal del Trabajo va a significar que las y los trabajadores tendrán democracia sindical; podrán elegir de manera personal, a través del voto libre, directo y secreto a sus representantes, afiliarse o no al sindicato que deseen.

Con 417 votos a favor, uno en contra y 29 abstenciones, se termina con 80 años de sindicalismo charro, de extorsión, de contratos de protección. Quedan atrás “historias negras” de personajes como Fidel Velázquez, Joaquín Gamboa Pascoe, Leonardo Rodríguez Alcaine, Víctor Flores Morales, Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Joaquín Hernández Galicia y otros muchos, pero muchos más.

Durante más de 80 años muchos sindicatos fueron parte del PRI, jugaron un papel primordial en favor de un sistema político corporativo que permitía enriquecerse a unos cuantos, a costa de empobrecer a la clase trabajadora.

La lucha para revertir dicho corporativismo, por fortuna no cejó, pero el control que tenía el PRI le consintió tener mayoría en los congresos locales y en el federal, lo que le permitía que ninguna iniciativa para reformar la Ley Federal del Trabajo, contraria a sus intereses, pasara.

Sin lugar a dudas, los contratos de protección patronal son uno de los ejemplos del vergonzoso papel que jugaron los sindicatos de filiación priista. Dichos “acuerdos legales” significaban contratos de trabajo de simulación legal, instrumentos de control, convenios entre la parte patronal y los líderes sindicales “charros”, pero lamentablemente con la abierta complicidad de las autoridades laborales del país. Los contratos se firmaban a nombre de los trabajadores, sin su consentimiento, y en contra de sus intereses.

Con la reforma se acabaron estos contratos. Ahora los sindicatos van a tener que someter a la votación de todos sus agremiados, qué tipo de contrato quieren y podrán discutir sus cláusulas. Además, se transforma el sistema de justicia laboral; desaparecen las juntas de conciliación y arbitraje, y se crean tribunales laborales para garantizar mayor imparcialidad, habrá tribunales especializados en el ámbito del Poder Judicial que deberán garantizar una verdadera justicia laboral, donde se tendrán que resolver los conflictos obrero-patronales.

Con esta reforma, se deberá visibilizar a los trabajadores del campo, respetar los derechos de seguridad social de las empleadas del hogar, amén de protocolos para prevenir la discriminación y atender casos de violencia y acoso sexual.

Se da cumplimiento a los acuerdos 87 y 98 de la Organización Internacional del trabajo (OIT), que se refieren a la democracia y libertad sindical, y se atiende el anexo 23 del tratado de libre comercio conocido como T-MEC, relativo al derecho de sindicalización y negociación colectiva.

Deben quedar atrás esas “negras historias” de personajes como Joaquín Gamboa Pascoe, exlíder cetemista que murió dejando una herencia a su esposa e hijos de no menos de 15.5 millones de dólares que ocultó durante años en paraísos fiscales; o del aún “líder” del Sindicato de Jubilados y Trabajadores de ex Ferrocarriles Nacionales de México, Víctor Flores, sobre quien pesan varias acusaciones en su contra y quien también tiene denuncias por “enriquecimiento inexplicable”.

La reforma laboral aprobada el miércoles pasado, no cabe duda, es una reforma histórica, un triunfo del sindicalismo democrático de nuestro país, que tuvo que enfrentar a una mafia que afirmaba era su representante y no fue otra cosa que su verdugo.

Hace unos años en la Cámara de Diputados, nadie infería que la reforma podría ser un hecho. El recinto legislativo sólo servía de foro para quejarse, para exponer cómo deberían darse los cambios a favor de las y los trabajadores; se escuchaban frases de repudio al charrismo sindical. ¿Quién se iba a imaginar?, pero al fin, llegó. En la Cuarta Transformación construimos esperanza.

Lorenia Valles es diputada federal por Morena



El miércoles pasado, a propósito de la reforma laboral, el portal de la revista Proceso publicó: “El PRI, en voz del dirigente sindical de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), Isaías González Cuevas, manifestó que 'la libertad sindical y democracia sindical corren en paralelo a lo que la vida contemporánea ha impuesto. No se puede obligar a nadie a que forme parte de una federación o sindicato… los tiempos han cambiado’, puntualizó el secretario general de la CROC desde hace 14 años”.

Detalló lo expuesto en la tribuna de San Lázaro, el posicionamiento del Diputado y coordinador del PRI, René Juárez Cisneros, quien “dio la bienvenida” a la reforma: “Ya muchos liderazgos nos dimos cuenta de que, o nos adecuamos a los tiempos de la nueva realidad o nos quedamos fuera” señaló.

La aprobación de la Ley Federal del Trabajo va a significar que las y los trabajadores tendrán democracia sindical; podrán elegir de manera personal, a través del voto libre, directo y secreto a sus representantes, afiliarse o no al sindicato que deseen.

Con 417 votos a favor, uno en contra y 29 abstenciones, se termina con 80 años de sindicalismo charro, de extorsión, de contratos de protección. Quedan atrás “historias negras” de personajes como Fidel Velázquez, Joaquín Gamboa Pascoe, Leonardo Rodríguez Alcaine, Víctor Flores Morales, Elba Esther Gordillo, Carlos Romero Deschamps, Joaquín Hernández Galicia y otros muchos, pero muchos más.

Durante más de 80 años muchos sindicatos fueron parte del PRI, jugaron un papel primordial en favor de un sistema político corporativo que permitía enriquecerse a unos cuantos, a costa de empobrecer a la clase trabajadora.

La lucha para revertir dicho corporativismo, por fortuna no cejó, pero el control que tenía el PRI le consintió tener mayoría en los congresos locales y en el federal, lo que le permitía que ninguna iniciativa para reformar la Ley Federal del Trabajo, contraria a sus intereses, pasara.

Sin lugar a dudas, los contratos de protección patronal son uno de los ejemplos del vergonzoso papel que jugaron los sindicatos de filiación priista. Dichos “acuerdos legales” significaban contratos de trabajo de simulación legal, instrumentos de control, convenios entre la parte patronal y los líderes sindicales “charros”, pero lamentablemente con la abierta complicidad de las autoridades laborales del país. Los contratos se firmaban a nombre de los trabajadores, sin su consentimiento, y en contra de sus intereses.

Con la reforma se acabaron estos contratos. Ahora los sindicatos van a tener que someter a la votación de todos sus agremiados, qué tipo de contrato quieren y podrán discutir sus cláusulas. Además, se transforma el sistema de justicia laboral; desaparecen las juntas de conciliación y arbitraje, y se crean tribunales laborales para garantizar mayor imparcialidad, habrá tribunales especializados en el ámbito del Poder Judicial que deberán garantizar una verdadera justicia laboral, donde se tendrán que resolver los conflictos obrero-patronales.

Con esta reforma, se deberá visibilizar a los trabajadores del campo, respetar los derechos de seguridad social de las empleadas del hogar, amén de protocolos para prevenir la discriminación y atender casos de violencia y acoso sexual.

Se da cumplimiento a los acuerdos 87 y 98 de la Organización Internacional del trabajo (OIT), que se refieren a la democracia y libertad sindical, y se atiende el anexo 23 del tratado de libre comercio conocido como T-MEC, relativo al derecho de sindicalización y negociación colectiva.

Deben quedar atrás esas “negras historias” de personajes como Joaquín Gamboa Pascoe, exlíder cetemista que murió dejando una herencia a su esposa e hijos de no menos de 15.5 millones de dólares que ocultó durante años en paraísos fiscales; o del aún “líder” del Sindicato de Jubilados y Trabajadores de ex Ferrocarriles Nacionales de México, Víctor Flores, sobre quien pesan varias acusaciones en su contra y quien también tiene denuncias por “enriquecimiento inexplicable”.

La reforma laboral aprobada el miércoles pasado, no cabe duda, es una reforma histórica, un triunfo del sindicalismo democrático de nuestro país, que tuvo que enfrentar a una mafia que afirmaba era su representante y no fue otra cosa que su verdugo.

Hace unos años en la Cámara de Diputados, nadie infería que la reforma podría ser un hecho. El recinto legislativo sólo servía de foro para quejarse, para exponer cómo deberían darse los cambios a favor de las y los trabajadores; se escuchaban frases de repudio al charrismo sindical. ¿Quién se iba a imaginar?, pero al fin, llegó. En la Cuarta Transformación construimos esperanza.

Lorenia Valles es diputada federal por Morena



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