/ viernes 24 de septiembre de 2021

Democracia y debate | 2 + 2 = 5

No, definitivamente no somos Finlandia, nunca lo fuimos y equivocadamente en algún momento alguien pretendió que lo fuéramos, al comparar los resultados educativos de este país con los de México, en particular en lectoescritura y matemáticas.

Cada país tiene sus particularidades determinadas por su localización geográfica, su historia, y las características propias de la identidad, por lo tanto, tratar de igualarnos en cuestiones educativas es un error.

Sin embargo, tener como referente los resultados de pruebas internacionales para reflexionar cómo estamos en comparación al resto del mundo no es equivocado, es una herramienta más para buscar un objetivo que parece inalcanzable y que es la excelencia educativa.

México se encontraba previo a la pandemia en los últimos lugares de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, (OCDE), hoy es posible, sumando la crisis sanitaria que estamos viviendo que estemos considerablemente peor.

Un ciclo escolar completo se ha perdido y el segundo está en camino de perderse, salvo las afortunadas escuelas que tienen modelos presenciales o mixtos, donde poco a poco son más los niños y niñas que se integran a las aulas, retomando lo más importante en el hecho educativo que es la convivencia con sus iguales, con sus maestros y con la vida misma, dando así incluso un respiro en sus hogares (donde estos existan), donde la crisis tanto laboral, económica se viene incrementando, con este virus que no deja de lastimarnos.

Volviendo a la educación y en particular a la educación primaria, es necesario que las niñas y los niños se sigan incorporando a la regularidad académica, no podemos ni imaginar cuántos años, cuántas generaciones hemos perdido, soñamos con la bandera blanca, nos ilusionamos en búsqueda de la excelencia y de golpe estamos donde nunca nos imaginamos, pero esto no termina apenas comienza, será muy cuesta arriba el recuperarnos, o acaso el reinventarnos, procurar nuevos modelos como se intentaron en casa y ahora de forma mixta. Estudiantes con necesidades especiales prácticamente no tuvieron oportunidades, la infraestructura está muy deteriorada, el personal docente cansado y las familias con miedo.

Continuar la vuelta, seguir impulsando la reactivación en las limitadas condiciones en las que nos encontramos es lo único que podemos hacer y debemos hacer, siguiendo los controles sanitarios que ya sabemos, venciendo los miedos y con esperanza, todo esto, en lo que las vacunas llegan a todos, pero incluso cuando lleguen, las cuentas ya no nos van a salir, los quebrados los habremos olvidado y leer nos será más complicado. Casi todo en lo que estamos involucrados como seres humanos ahora es distinto, y quien diga lo contrario tiene la suerte o el infortunio de vivir en Marte.

Las cosas nunca volverán a ser las mismas, pero las escuelas deben intentarlo, para que 2 + 2 vuelva a ser 4, sin importar que no seamos Finlandia.


No, definitivamente no somos Finlandia, nunca lo fuimos y equivocadamente en algún momento alguien pretendió que lo fuéramos, al comparar los resultados educativos de este país con los de México, en particular en lectoescritura y matemáticas.

Cada país tiene sus particularidades determinadas por su localización geográfica, su historia, y las características propias de la identidad, por lo tanto, tratar de igualarnos en cuestiones educativas es un error.

Sin embargo, tener como referente los resultados de pruebas internacionales para reflexionar cómo estamos en comparación al resto del mundo no es equivocado, es una herramienta más para buscar un objetivo que parece inalcanzable y que es la excelencia educativa.

México se encontraba previo a la pandemia en los últimos lugares de los países miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, (OCDE), hoy es posible, sumando la crisis sanitaria que estamos viviendo que estemos considerablemente peor.

Un ciclo escolar completo se ha perdido y el segundo está en camino de perderse, salvo las afortunadas escuelas que tienen modelos presenciales o mixtos, donde poco a poco son más los niños y niñas que se integran a las aulas, retomando lo más importante en el hecho educativo que es la convivencia con sus iguales, con sus maestros y con la vida misma, dando así incluso un respiro en sus hogares (donde estos existan), donde la crisis tanto laboral, económica se viene incrementando, con este virus que no deja de lastimarnos.

Volviendo a la educación y en particular a la educación primaria, es necesario que las niñas y los niños se sigan incorporando a la regularidad académica, no podemos ni imaginar cuántos años, cuántas generaciones hemos perdido, soñamos con la bandera blanca, nos ilusionamos en búsqueda de la excelencia y de golpe estamos donde nunca nos imaginamos, pero esto no termina apenas comienza, será muy cuesta arriba el recuperarnos, o acaso el reinventarnos, procurar nuevos modelos como se intentaron en casa y ahora de forma mixta. Estudiantes con necesidades especiales prácticamente no tuvieron oportunidades, la infraestructura está muy deteriorada, el personal docente cansado y las familias con miedo.

Continuar la vuelta, seguir impulsando la reactivación en las limitadas condiciones en las que nos encontramos es lo único que podemos hacer y debemos hacer, siguiendo los controles sanitarios que ya sabemos, venciendo los miedos y con esperanza, todo esto, en lo que las vacunas llegan a todos, pero incluso cuando lleguen, las cuentas ya no nos van a salir, los quebrados los habremos olvidado y leer nos será más complicado. Casi todo en lo que estamos involucrados como seres humanos ahora es distinto, y quien diga lo contrario tiene la suerte o el infortunio de vivir en Marte.

Las cosas nunca volverán a ser las mismas, pero las escuelas deben intentarlo, para que 2 + 2 vuelva a ser 4, sin importar que no seamos Finlandia.