/ martes 4 de enero de 2022

Democracia y debate | Buenos deseos

Todos queremos lo mejor, para nosotros mismos y para quienes nos acompañan en nuestra aventura de vida, todos deseamos que nos pasen cosas que consideramos buenas, todos queremos sentirnos bien, o por lo menos mucho mejor que antes, por lo que existe la tradición y casi obligación de hacer “Buenos deseos”, cada que un año termina e inicia otro.

Pero, pero, pero… (como dice mi litigante hijo Patricio a sus tres añitos), pero esos deseos se quedan en eso, en “deseos”, que se van olvidando con el paso del tiempo. Nos encontramos centrados con la carga emocional del momento, de terminar un ciclo y comenzar otro, soñamos que así como por arte de magia terminaremos una noche y amaneceremos otro día como lo deseamos horas antes, como lo imaginamos, en el paso de un año para el otro, nos prometernos cosas que sabemos que no vamos a cumplir, porque llevamos años prometiendo lo mismo, porque sabemos de antemano que esas promesas llenas de emoción y compartidas en voz alta con nuestra familia y amigos son una especie de complicidad momentánea donde se permite un poco de todo.

Recordemos cada cual ese momento, esa comida o cena donde despedimos un año y damos la bienvenida al siguiente respirando profundo y soñando que ahora sí, que este año será, que por fin se lograra, así un año y otro y otro, lo vamos llenando de deseos, de “Buenos deseos”.

Sin embargo, sabiendo que no vamos a cumplir estos deseos, también sabemos que son necesarios, no podríamos soportar la realidad con toda su crudeza si no buscáramos y encontráramos espacios para soñar, pera desear, para intentar.

Nuestra naturaleza es así, nuestro cerebro nos llena de fuerza ante los escenarios más complicados y es el combustible que nuestro motor (corazón), requiere para salir adelante.

Así que bienvenidos entonces todos los grandes y buenos deseos que nos dan la fuerza de arrancar de nuevo, ahora por lo menos intentemos que sea suficiente para que dure todo un año, para que alcancen a llegar a la siguiente noche vieja, para de nuevo retomarlos, abrazarlos y volver a decir “ahora sí”.

El virus no se ha marchado, los conflictos no han terminado, la paz no ha llegado, la democracia no se ha consolidado, la felicidad sigue siendo un espacio momentáneo, pero… pero… pero… los deseos son inagotables, así como casi siempre inalcanzables. Podemos llenarnos de deseos para enfrentar los días por venir.

Estamos en los primeros días de este 2022, deseo que tus deseos sean suficientes para transitar cada día del año con mucha fuerza, con mucha fe y con gran esperanza.


Todos queremos lo mejor, para nosotros mismos y para quienes nos acompañan en nuestra aventura de vida, todos deseamos que nos pasen cosas que consideramos buenas, todos queremos sentirnos bien, o por lo menos mucho mejor que antes, por lo que existe la tradición y casi obligación de hacer “Buenos deseos”, cada que un año termina e inicia otro.

Pero, pero, pero… (como dice mi litigante hijo Patricio a sus tres añitos), pero esos deseos se quedan en eso, en “deseos”, que se van olvidando con el paso del tiempo. Nos encontramos centrados con la carga emocional del momento, de terminar un ciclo y comenzar otro, soñamos que así como por arte de magia terminaremos una noche y amaneceremos otro día como lo deseamos horas antes, como lo imaginamos, en el paso de un año para el otro, nos prometernos cosas que sabemos que no vamos a cumplir, porque llevamos años prometiendo lo mismo, porque sabemos de antemano que esas promesas llenas de emoción y compartidas en voz alta con nuestra familia y amigos son una especie de complicidad momentánea donde se permite un poco de todo.

Recordemos cada cual ese momento, esa comida o cena donde despedimos un año y damos la bienvenida al siguiente respirando profundo y soñando que ahora sí, que este año será, que por fin se lograra, así un año y otro y otro, lo vamos llenando de deseos, de “Buenos deseos”.

Sin embargo, sabiendo que no vamos a cumplir estos deseos, también sabemos que son necesarios, no podríamos soportar la realidad con toda su crudeza si no buscáramos y encontráramos espacios para soñar, pera desear, para intentar.

Nuestra naturaleza es así, nuestro cerebro nos llena de fuerza ante los escenarios más complicados y es el combustible que nuestro motor (corazón), requiere para salir adelante.

Así que bienvenidos entonces todos los grandes y buenos deseos que nos dan la fuerza de arrancar de nuevo, ahora por lo menos intentemos que sea suficiente para que dure todo un año, para que alcancen a llegar a la siguiente noche vieja, para de nuevo retomarlos, abrazarlos y volver a decir “ahora sí”.

El virus no se ha marchado, los conflictos no han terminado, la paz no ha llegado, la democracia no se ha consolidado, la felicidad sigue siendo un espacio momentáneo, pero… pero… pero… los deseos son inagotables, así como casi siempre inalcanzables. Podemos llenarnos de deseos para enfrentar los días por venir.

Estamos en los primeros días de este 2022, deseo que tus deseos sean suficientes para transitar cada día del año con mucha fuerza, con mucha fe y con gran esperanza.