Son meses de inseguridad que ronda a los candidatos y candidatas de todos los partidos, son ya varias víctimas también de todos los partidos que sufren las consecuencias de buscar un cargo de elección popular y que a alguien no le gusta.
Es por lo anterior que las autoridades electorales se han convertido en gestores de seguridad ante las diferentes fiscalías y secretarías de seguridad en todos los estados del País.
Así se juega la democracia en México, con el riesgo de perder la vida, este riesgo también se ha vuelto lamentablemente extensivo a quienes acuden a eventos políticos y que son “confundidos” en falsos retenes, lo que habla de la pérdida de autoridad en muchos rincones de nuestro país.
Ante tal escenario algunos candidatos sin embargo han rechazado la seguridad, incluso contradiciendo las sugerencias o deseos de sus jerarcas de partido. Que no quieren escoltas, que es un mal mensaje, que consideran que el pueblo los cuida, que la cosa no es para tanto, en fin, algunas buenas razones, otras más bien temerarias.
Así corren los días electorales en México ante la zozobra de lo que pueda pasar o no a un candidato, NO por sus oponentes, mas bien por las balas, por las amenazas y otros oscuros momentos a los que se enfrenan, antes era el fuego amigo, el de casa, el del exterior también, ahora el riesgo puede ser de vida o muerte, para ellos y para quienes los siguen o apoyan.
Otras y otros aspirantes a cargos de elección popular si han realizado los trámites para contar con seguridad en la compaña, sus razones tendrán y la realidad los respalda.
Nadie puede criticar a los que piden seguridad, la vida es primero, en relación a los valientes hombres y mujeres que la rechazan, también es su derecho y su consideración, sólo esperamos que tengan razón al no requerirla.
Mientras tanto, la batalla por el poder ha tomado como nunca antes un matiz de alto riesgo, de peligro real, de miedo y realidad que envuelve no sólo a los que buscan llegar, insisto también a los que les acompañan en eventos.
Así estamos perdiendo cada día nuestra imperfecta democracia nacional, muy a la mexicana, pero nunca antes como ahora tan amenazada y deteriorada, por los de adentro y por los de afuera.