/ domingo 23 de diciembre de 2018

Reflexión dominical | Cuarto domingo de Adviento

“María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”

Mons. Ruy Rendón

Reflexión:

La figura de la Santísima Virgen María sobresale en este cuarto domingo del tiempo de la espera. No sólo el profeta Isaías y Juan Bautista han sido, con sus mensajes respectivos, grandes ayudas en nuestro itinerario hacia la Navidad; también María, con un gesto singular que realiza, ilumina ahora, de un modo maravilloso, el presente adviento.

Comencemos destacando la gran promesa que Dios hace a su pueblo a través del profeta Miqueas (primera lectura). Dios le promete que de la pequeñez de una aldea nacerá el jefe de Israel: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel…”. Además, se anuncian tiempos tranquilos para el pueblo: “porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”. ¡Qué gran promesa del Señor! Promesa que él nos renueva permanentemente, porque la palabra de Dios es viva y siempre actual. No dudemos, tengamos plena confianza que Jesús, el Mesías esperado, traerá la paz a nuestros pueblos y ciudades.

El evangelio, por otra parte, nos presenta varias actitudes interesantes de María al visitar a su prima Santa Isabel. En primer lugar se dice que María “se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”; esto significa la disponibilidad de la Virgen para obrar la caridad a favor de una persona necesitada, en este caso de su prima Isabel. Al llegar a su destino, su parienta Isabel la recibe con unas palabras maravillosas muy conocidas por nosotros: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”.

Tanto María como Jesús son bendecidos por Isabel. En realidad es Dios quien los está bendiciendo: a María por ser la madre, “la llena de gracia”, y a Jesús, el Dios hecho hombre, quien está en su vientre purísimo. El texto termina con una expresión que Isabel también le dirige a María: “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. En efecto, María es dichosa, feliz, bienaventurada, porque es una mujer creyente, llena de fe y de confianza en que Dios está realizando grandes portentos en el pueblo de Israel.

María, pues, nos da ejemplo de: disponibilidad y prontitud para hacer una obra de misericordia; para compartir y llevar a Cristo a quien lo necesita; ella es una mujer de fe, alegre y de una profunda vida de oración (recordemos el cántico de María, el “Magnificat”).


Intención para la misa dominical:

En la eucaristía de este domingo le pedimos a la Santísima Virgen María que nos ayude a seguir disponiendo nuestro corazón, con el ejemplo de sus virtudes, para el nacimiento de su hijo Jesús en esta Navidad. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Textos bíblicos:

Miqueas 5,1-4

Hebreos 10,5-10

Lucas 1,39-45

“María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”

Mons. Ruy Rendón

Reflexión:

La figura de la Santísima Virgen María sobresale en este cuarto domingo del tiempo de la espera. No sólo el profeta Isaías y Juan Bautista han sido, con sus mensajes respectivos, grandes ayudas en nuestro itinerario hacia la Navidad; también María, con un gesto singular que realiza, ilumina ahora, de un modo maravilloso, el presente adviento.

Comencemos destacando la gran promesa que Dios hace a su pueblo a través del profeta Miqueas (primera lectura). Dios le promete que de la pequeñez de una aldea nacerá el jefe de Israel: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel…”. Además, se anuncian tiempos tranquilos para el pueblo: “porque la grandeza del que ha de nacer llenará la tierra y él mismo será la paz”. ¡Qué gran promesa del Señor! Promesa que él nos renueva permanentemente, porque la palabra de Dios es viva y siempre actual. No dudemos, tengamos plena confianza que Jesús, el Mesías esperado, traerá la paz a nuestros pueblos y ciudades.

El evangelio, por otra parte, nos presenta varias actitudes interesantes de María al visitar a su prima Santa Isabel. En primer lugar se dice que María “se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea”; esto significa la disponibilidad de la Virgen para obrar la caridad a favor de una persona necesitada, en este caso de su prima Isabel. Al llegar a su destino, su parienta Isabel la recibe con unas palabras maravillosas muy conocidas por nosotros: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?”.

Tanto María como Jesús son bendecidos por Isabel. En realidad es Dios quien los está bendiciendo: a María por ser la madre, “la llena de gracia”, y a Jesús, el Dios hecho hombre, quien está en su vientre purísimo. El texto termina con una expresión que Isabel también le dirige a María: “Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”. En efecto, María es dichosa, feliz, bienaventurada, porque es una mujer creyente, llena de fe y de confianza en que Dios está realizando grandes portentos en el pueblo de Israel.

María, pues, nos da ejemplo de: disponibilidad y prontitud para hacer una obra de misericordia; para compartir y llevar a Cristo a quien lo necesita; ella es una mujer de fe, alegre y de una profunda vida de oración (recordemos el cántico de María, el “Magnificat”).


Intención para la misa dominical:

En la eucaristía de este domingo le pedimos a la Santísima Virgen María que nos ayude a seguir disponiendo nuestro corazón, con el ejemplo de sus virtudes, para el nacimiento de su hijo Jesús en esta Navidad. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

Monseñor Ruy Rendón Leal. Arzobispo de Hermosillo.

Textos bíblicos:

Miqueas 5,1-4

Hebreos 10,5-10

Lucas 1,39-45

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