/ lunes 22 de abril de 2024

Paréntesis | Laura Delia, aquella tarde: reseña de una entrevista a la poeta

Del baúl de los recuerdos, la reseña de una entrevista realizada a la poeta Laura Delia Quintero (1942-2024) por Carlos Sánchez. Ahí estaba el periodista Martín Salas (1991-2022), quien dejó constancia de aquella conversación

Con la intención de trazar la historia de la literatura sonorense a través de las voces de escritores y escritoras, el ciclo Protagonistas de la literatura sonorense abrió un sendero hacia la obra poética de Laura Delia Quintero, autora de Sobre las huellas del polvo (Casa de la Cultura, 1988), Construyo tu cuerpo (ISC, 1997), Caleidoscopio de Hai-kais (La Cábula, 2005), Escrito sobre el fuego (UNISON, 2007) y Galería de Instantes (ISC, 2007).

La maestra de la Prevo y Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora fue entrevistada por el escritor y periodista Carlos Sánchez, el 11 de abril de 2007 en las instalaciones de la Biblioteca “Bartolomé Delgado de León”, al interior de la Casa de la Cultura de Sonora. El objetivo, conversar sobre la vida y trayectoria literaria de la escritora oriunda de Mazatlán, Sinaloa.

El ciclo fue organizado por el Instituto Sonorense de Cultura e inició en 2006 con dos escritores cumbres de la literatura local, los doctores Francisco González Gaxiola y Miguel Manríquez Durán.

En 2007, Laura Delia fue homenajeada en la Feria del Libro de Hermosillo, de ahí la importancia de esta voz para las letras sonorenses. A continuación se enumeran los puntos más importantes de la entrevista.

El milagro de saber leer

Era 1948. Laura Delia Quintero García vivía entonces en Mazatlán, Sinaloa. Tenía seis años cuando hizo uno de los más grandes descubrimientos de su vida. Entonces su madre trabajaba como empleada doméstica para una familia acomodada. Era raro cuando Laura Delia podía acompañarla a sus labores, la mayoría de las veces la pequeña solía quedarse en casa a matar el tiempo con lo primero que encontrara.

Un día, doña Trinidad partió a hacer sus actividades como todas las mañanas, llevó de la mano consigo a su hija. Laura Delia, como todo niño de esa edad, ante el silencio, la soledad, empezó a impacientarse. Aburrida, empezó a explorar los rincones de una habitación. Puso atención a una revista que se encontraba sobre la mesa. En su pasta se dibujaba una niña con bucles, sombrero y vestido rojo de campana, zapato negro y calcetas blancas. “La tengo aquí, todavía en mi memoria, como si la estuviera viendo” expresa Laura Delia.

El libro le pareció tan atractivo que no pudo contener las ganas de hojearlo. Era un libro de muñequitos, ahora llamados comics. Los dibujos contenían unos globos con letras que empezó a deletrear por mera curiosidad. Laura Delia cursaba por aquellos días el primer año de primaria y se sorprendió al entender lo que ahí estaba escrito. Estuvo horas descifrando los diálogos hasta que terminó la historia. La poeta cuenta el suceso como si se tratara de algo mágico, de un milagro: “Terminé con una gran alegría, con una gran satisfacción… apareció ante mí el milagro de poder leer y poder entender lo que decía un libro, cosa que para mí fue algo de magia… desde ese momento nació en mí, el hábito de la lectura…”

De Sinaloa a Sonora

Nueve años tenía Laura Delia cuando llegó a la capital de Sonora. Su salida de Mazatlán no estuvo clara para ella en ese momento, fue años después cuando supo cuáles fueron los motivos que obligaron a Doña Trini a emigrar al vecino estado del norte. Aquella colonia no era un ambiente propicio para Laura. El lugar se encontraba en las periferias de la ciudad, arriba de una loma, ahí la gente vivía a merced de las plagas y de la falta de higiene. Cuenta la maestra: “Todos los niños padecíamos de unas llagas que nos salían a consecuencia del calor y de la humedad”.

Fue maestra de la Prevo y Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora / Foto: Cortesía | Martín Salas

El lugar era una zona conflictiva, hogar de mujeres de la vida galante y de traficantes de marihuana. Los pleitos no cesaban en aquel barrio. Tales circunstancias llevaron a la señora Trinidad a tomar esta decisión. En cuanto pudo consiguió un trabajo que costeara el transporte de ambas hacia Hermosillo. Esto no fue luego, luego. Indagó bastante con excompañeras hasta que una de ellas le dio señas de una buena oferta. Llegaron una noche en un vagón de segunda del entonces Ferrocarril del Pacífico.

La casa donde Doña Trinidad llegó para reunirse con su hija, ésta madre de Laura Deelia, y quien también se desempeñaba como empleada doméstica, era de la familia Coppel. Por fuera, en una esquina de la Calle Serdán, se levantaba el letrero Banco Coppel. Laura Delia no tardó en perderse en las calles del centro, particularmente las que rodean el Mercado Municipal. Días después encontraron otro techo en una vecindad de la colonia San Benito, a unas cuadras del Hospital General. Laura fue inscrita en la primaria Alberto Gutiérrez para que continuara sus estudios de tercer grado. Su acento cantadito, su uniforme gastado, le costaron una serie de malas pasadas por parte de sus compañeros de clase, quienes no la bajaban de “guacha”.

Así estuvo un mes, hasta que su madre decidió renunciar al empleo y cambiar de casa. Su nueva colonia, El Mariachi. Su nueva escuela, la Ignacio Ramírez, hoy CECYTES Mariachi, le brindó el calor que la anterior institución le había negado. Alejada ya de los prejuicios a los que se veía sometida por su clase social, pues todos los niños y niñas en esa escuela vestían la misma pobreza, Laura Delia concluyó con normalidad sus estudios primarios. Desde entonces, comenta la autora: “Yo estoy feliz y encantada con esta tierra”.

El tango

Desde los doce años a Laura Delia le encantaron los poemas para niños con su “sonsonetito”. Mamá Trini era una mujer allegada al arte. Le gustaba mucho la música y sobretodo cantar. En aquellos días el teatro se presentaba en pequeñas carpas que llegaban a los pueblos a hacer sus presentaciones. Laura y su madre asistían seguido a eventos de este tipo. Lo hacían desde que estaban en Mazatlán. A Doña Trini también le fascinaba el tango, era inmenso el repertorio de canciones que conocía. Esto fue algo que influyó bastante en la prepúber Laura Delia. Hechizada por su métrica y musicalidad, adoptó esta forma argentina como uno de sus géneros musicales favoritos.

En primero de secundaria hizo plática con uno de sus maestros de la entonces Escuela de Enseñanzas Especiales # 26, ahora la PREVO. Le preguntó aquel maestro sobre sus gustos musicales. Aquel señor enseguida descubrió el entusiasmo que el tango causaba en su alumna. Días después el mismo profesor llegó a su salón de clases, le mandó llamar desde la puerta, ella salió. “Mira lo que te traigo” le dijo. Era un libro de tangos. Duró semanas con ese libro en mano, memorizando, encontrando la música en sus versos, admirando sus imágenes.

Muchos años después Laura Delia se explica con estos recuerdos su inclinación hacia las letras, particularmente hacia la poesía. Fue gracias al tango:

“…eran letras muy bien escritas y sobre todo, muchos de los tangos, la mayoría de ellos fueron escritos por grandes poetas argentinos. Eso yo no lo sabía, pero lo intuía. Me encantaban las letras, como se unían las palabras unas con otras. Pienso que desde allí ya estaba ahí ese agrado, ese gusto por la musicalidad de la palabra.”

Alas de Búho

La vida profesional de Laura Delia inicia con una carrera técnica de cinco años para ser maestra de industria del vestido. Esa carrera no llevaba ciertas materias necesarias para concluir la educación básica que abarca hasta la preparatoria. Sus estudios estaban enfocados, más que nada, en preparar al alumno para el autoempleo. Quien terminaba una carrera técnica salía preparado para el trabajo industrial. Una de las opciones de Laura, por ejemplo, fue la de abrir una fábrica de ropa. Sin embargo, ella empezó a trabajar como maestra en la PREVO. Al tiempo se casó y hasta enviudó. Con hijos pequeños y sin más ayuda que su preparación, se vio en la necesidad de continuar sus estudios para así ganar más dinero.

Volvió a empezar la secundaria nocturna, después la preparatoria en la Universidad de Sonora. Fue la última generación que se graduó de esta escuela, por ahí en 77. En un inicio quiso estudiar Leyes, pero no alcanzó ficha. Ante la dificultad Laura Delia buscó otra carrera donde pudiera acomodarse, así fue como encontró la escuela de letras, donde todavía se estaban recibiendo estudiantes. El perfil de la carrera le prometía salir preparada como educadora de español y literatura. Como ella ya se encontraba dentro del sistema magisterial decidió incorporarse e iniciar con estos estudios.

Entrar a la escuela de letras fue un sueño para Laura Delia: “Yo nunca me hubiera imaginado que yo, Laura Delia, con treinta y siete años cumplidos, con cuatro hijos, viuda y con tanta friega encima hubiera podido estar ahí en la universidad.” Terminó la carrera a los cuarenta y dos años. Ser parte de la Facultad de Filosofía y Letras fue un sacrificio que Laura disfrutó bastante. A base de mucho tesón, de muchos esfuerzos, logró sacar a sus hijos adelante, y al mismo tiempo se convirtió en una de las plumas más representativas de la región.

El principio del placer

Tenía treinta y cinco años cuando empezó a trabajar como maestra en la PREVO, en los talleres de industria del vestido conoció a una muy buena amiga, casi hermana, con la que convivió alrededor de 25 años. Se preparaban para su jubilación, la cual, supuestamente, sería a los 30 años de servicio. Para ello se habían comprometido a conseguir una casa en Bahía de Kino. Consiguieron una estufa, un refrigerador de segunda y hasta una mata de cocos. De pronto el destino las sorprendió. Pasado el tiempo a la amiga de Laura Delia se le detectó cáncer en un seno. La noticia cayó como balde de agua fría sobre ambas. Un año después la señora murió.

La depresión invadió a Laura. Fue una muerte que le llegó “hasta la raíz”. No podía dejar que sus hijos la vieran en ese estado. Ante la represión emocional las palabras empezaron a rondar en su cabeza. Llegó el momento en que fue necesario sacarlas. Tomó una pluma y una hoja. Esa fue la primera vez que Laura Delia plasmó un texto. No sabe si lo hizo mal, si le faltó o le sobró, el caso es que escribió su primer poema, “un poema nacido de la tristeza de una pérdida irreparable”, subrayó.

¿Por qué la poesía?

La poesía es el género que se adapta más a la personalidad de Laura Delia Quintero. A su forma de sentir, pensar e interactuar. Además, gran parte de los primeros talleres literarios que tomó en la Casa de la Cultura eran de poesía. Esto no quiere decir que la maestra deje de lado la narrativa. La narrativa le ha servido como una panacea, como un salvavidas que la ha aliviado de momentos difíciles. Se ha atrevido a escribir cuento, algunos han salido por ahí “como cuenta gotas”, menciona. Uno de sus iconos narrativos es Gabriel García Márquez. Específicamente dos obras, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera: “Cuando entré a la escuela de letras no entendía de qué se trataba (Cien años de soledad) me parecía una lectura absurda, hasta tiempo después puede descubrir las maravillas del movimiento del Realismo Mágico.”

Escrito sobre el fuego

Editado por la Universidad de Sonora en 2007, ha sido el libro que ha dejado a Laura Delia un buen sabor de boca. No quiere decir que sus demás títulos no le hayan traído satisfacción: “…cuando uno pare hijos, todos le parecen bonitos…” afirma irónicamente. Ella siente que es su producción más madura, y por lo tanto, con la que más se ha sentido cómoda.

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Sonora y la literatura

Laura Delia opina que la literatura sonorense está tomando un auge que no ha tenido antes. Admira las propuestas de muchos jóvenes y no tan jóvenes que se han involucrado en este ámbito. No le gusta entrar en favoritismos, por ello no habla de la obra de algún sonorense en particular, sin embargo reconoce muchas de las producciones que han surgido los últimos años.

De Galería de instantes Laura Delia nos compartió los siguientes poemas: Comparación, Conciliación, Nada de ti y Cómo decirte.

La reunión cerró con una sesión de preguntas por parte de los espectadores.

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Con la intención de trazar la historia de la literatura sonorense a través de las voces de escritores y escritoras, el ciclo Protagonistas de la literatura sonorense abrió un sendero hacia la obra poética de Laura Delia Quintero, autora de Sobre las huellas del polvo (Casa de la Cultura, 1988), Construyo tu cuerpo (ISC, 1997), Caleidoscopio de Hai-kais (La Cábula, 2005), Escrito sobre el fuego (UNISON, 2007) y Galería de Instantes (ISC, 2007).

La maestra de la Prevo y Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora fue entrevistada por el escritor y periodista Carlos Sánchez, el 11 de abril de 2007 en las instalaciones de la Biblioteca “Bartolomé Delgado de León”, al interior de la Casa de la Cultura de Sonora. El objetivo, conversar sobre la vida y trayectoria literaria de la escritora oriunda de Mazatlán, Sinaloa.

El ciclo fue organizado por el Instituto Sonorense de Cultura e inició en 2006 con dos escritores cumbres de la literatura local, los doctores Francisco González Gaxiola y Miguel Manríquez Durán.

En 2007, Laura Delia fue homenajeada en la Feria del Libro de Hermosillo, de ahí la importancia de esta voz para las letras sonorenses. A continuación se enumeran los puntos más importantes de la entrevista.

El milagro de saber leer

Era 1948. Laura Delia Quintero García vivía entonces en Mazatlán, Sinaloa. Tenía seis años cuando hizo uno de los más grandes descubrimientos de su vida. Entonces su madre trabajaba como empleada doméstica para una familia acomodada. Era raro cuando Laura Delia podía acompañarla a sus labores, la mayoría de las veces la pequeña solía quedarse en casa a matar el tiempo con lo primero que encontrara.

Un día, doña Trinidad partió a hacer sus actividades como todas las mañanas, llevó de la mano consigo a su hija. Laura Delia, como todo niño de esa edad, ante el silencio, la soledad, empezó a impacientarse. Aburrida, empezó a explorar los rincones de una habitación. Puso atención a una revista que se encontraba sobre la mesa. En su pasta se dibujaba una niña con bucles, sombrero y vestido rojo de campana, zapato negro y calcetas blancas. “La tengo aquí, todavía en mi memoria, como si la estuviera viendo” expresa Laura Delia.

El libro le pareció tan atractivo que no pudo contener las ganas de hojearlo. Era un libro de muñequitos, ahora llamados comics. Los dibujos contenían unos globos con letras que empezó a deletrear por mera curiosidad. Laura Delia cursaba por aquellos días el primer año de primaria y se sorprendió al entender lo que ahí estaba escrito. Estuvo horas descifrando los diálogos hasta que terminó la historia. La poeta cuenta el suceso como si se tratara de algo mágico, de un milagro: “Terminé con una gran alegría, con una gran satisfacción… apareció ante mí el milagro de poder leer y poder entender lo que decía un libro, cosa que para mí fue algo de magia… desde ese momento nació en mí, el hábito de la lectura…”

De Sinaloa a Sonora

Nueve años tenía Laura Delia cuando llegó a la capital de Sonora. Su salida de Mazatlán no estuvo clara para ella en ese momento, fue años después cuando supo cuáles fueron los motivos que obligaron a Doña Trini a emigrar al vecino estado del norte. Aquella colonia no era un ambiente propicio para Laura. El lugar se encontraba en las periferias de la ciudad, arriba de una loma, ahí la gente vivía a merced de las plagas y de la falta de higiene. Cuenta la maestra: “Todos los niños padecíamos de unas llagas que nos salían a consecuencia del calor y de la humedad”.

Fue maestra de la Prevo y Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora / Foto: Cortesía | Martín Salas

El lugar era una zona conflictiva, hogar de mujeres de la vida galante y de traficantes de marihuana. Los pleitos no cesaban en aquel barrio. Tales circunstancias llevaron a la señora Trinidad a tomar esta decisión. En cuanto pudo consiguió un trabajo que costeara el transporte de ambas hacia Hermosillo. Esto no fue luego, luego. Indagó bastante con excompañeras hasta que una de ellas le dio señas de una buena oferta. Llegaron una noche en un vagón de segunda del entonces Ferrocarril del Pacífico.

La casa donde Doña Trinidad llegó para reunirse con su hija, ésta madre de Laura Deelia, y quien también se desempeñaba como empleada doméstica, era de la familia Coppel. Por fuera, en una esquina de la Calle Serdán, se levantaba el letrero Banco Coppel. Laura Delia no tardó en perderse en las calles del centro, particularmente las que rodean el Mercado Municipal. Días después encontraron otro techo en una vecindad de la colonia San Benito, a unas cuadras del Hospital General. Laura fue inscrita en la primaria Alberto Gutiérrez para que continuara sus estudios de tercer grado. Su acento cantadito, su uniforme gastado, le costaron una serie de malas pasadas por parte de sus compañeros de clase, quienes no la bajaban de “guacha”.

Así estuvo un mes, hasta que su madre decidió renunciar al empleo y cambiar de casa. Su nueva colonia, El Mariachi. Su nueva escuela, la Ignacio Ramírez, hoy CECYTES Mariachi, le brindó el calor que la anterior institución le había negado. Alejada ya de los prejuicios a los que se veía sometida por su clase social, pues todos los niños y niñas en esa escuela vestían la misma pobreza, Laura Delia concluyó con normalidad sus estudios primarios. Desde entonces, comenta la autora: “Yo estoy feliz y encantada con esta tierra”.

El tango

Desde los doce años a Laura Delia le encantaron los poemas para niños con su “sonsonetito”. Mamá Trini era una mujer allegada al arte. Le gustaba mucho la música y sobretodo cantar. En aquellos días el teatro se presentaba en pequeñas carpas que llegaban a los pueblos a hacer sus presentaciones. Laura y su madre asistían seguido a eventos de este tipo. Lo hacían desde que estaban en Mazatlán. A Doña Trini también le fascinaba el tango, era inmenso el repertorio de canciones que conocía. Esto fue algo que influyó bastante en la prepúber Laura Delia. Hechizada por su métrica y musicalidad, adoptó esta forma argentina como uno de sus géneros musicales favoritos.

En primero de secundaria hizo plática con uno de sus maestros de la entonces Escuela de Enseñanzas Especiales # 26, ahora la PREVO. Le preguntó aquel maestro sobre sus gustos musicales. Aquel señor enseguida descubrió el entusiasmo que el tango causaba en su alumna. Días después el mismo profesor llegó a su salón de clases, le mandó llamar desde la puerta, ella salió. “Mira lo que te traigo” le dijo. Era un libro de tangos. Duró semanas con ese libro en mano, memorizando, encontrando la música en sus versos, admirando sus imágenes.

Muchos años después Laura Delia se explica con estos recuerdos su inclinación hacia las letras, particularmente hacia la poesía. Fue gracias al tango:

“…eran letras muy bien escritas y sobre todo, muchos de los tangos, la mayoría de ellos fueron escritos por grandes poetas argentinos. Eso yo no lo sabía, pero lo intuía. Me encantaban las letras, como se unían las palabras unas con otras. Pienso que desde allí ya estaba ahí ese agrado, ese gusto por la musicalidad de la palabra.”

Alas de Búho

La vida profesional de Laura Delia inicia con una carrera técnica de cinco años para ser maestra de industria del vestido. Esa carrera no llevaba ciertas materias necesarias para concluir la educación básica que abarca hasta la preparatoria. Sus estudios estaban enfocados, más que nada, en preparar al alumno para el autoempleo. Quien terminaba una carrera técnica salía preparado para el trabajo industrial. Una de las opciones de Laura, por ejemplo, fue la de abrir una fábrica de ropa. Sin embargo, ella empezó a trabajar como maestra en la PREVO. Al tiempo se casó y hasta enviudó. Con hijos pequeños y sin más ayuda que su preparación, se vio en la necesidad de continuar sus estudios para así ganar más dinero.

Volvió a empezar la secundaria nocturna, después la preparatoria en la Universidad de Sonora. Fue la última generación que se graduó de esta escuela, por ahí en 77. En un inicio quiso estudiar Leyes, pero no alcanzó ficha. Ante la dificultad Laura Delia buscó otra carrera donde pudiera acomodarse, así fue como encontró la escuela de letras, donde todavía se estaban recibiendo estudiantes. El perfil de la carrera le prometía salir preparada como educadora de español y literatura. Como ella ya se encontraba dentro del sistema magisterial decidió incorporarse e iniciar con estos estudios.

Entrar a la escuela de letras fue un sueño para Laura Delia: “Yo nunca me hubiera imaginado que yo, Laura Delia, con treinta y siete años cumplidos, con cuatro hijos, viuda y con tanta friega encima hubiera podido estar ahí en la universidad.” Terminó la carrera a los cuarenta y dos años. Ser parte de la Facultad de Filosofía y Letras fue un sacrificio que Laura disfrutó bastante. A base de mucho tesón, de muchos esfuerzos, logró sacar a sus hijos adelante, y al mismo tiempo se convirtió en una de las plumas más representativas de la región.

El principio del placer

Tenía treinta y cinco años cuando empezó a trabajar como maestra en la PREVO, en los talleres de industria del vestido conoció a una muy buena amiga, casi hermana, con la que convivió alrededor de 25 años. Se preparaban para su jubilación, la cual, supuestamente, sería a los 30 años de servicio. Para ello se habían comprometido a conseguir una casa en Bahía de Kino. Consiguieron una estufa, un refrigerador de segunda y hasta una mata de cocos. De pronto el destino las sorprendió. Pasado el tiempo a la amiga de Laura Delia se le detectó cáncer en un seno. La noticia cayó como balde de agua fría sobre ambas. Un año después la señora murió.

La depresión invadió a Laura. Fue una muerte que le llegó “hasta la raíz”. No podía dejar que sus hijos la vieran en ese estado. Ante la represión emocional las palabras empezaron a rondar en su cabeza. Llegó el momento en que fue necesario sacarlas. Tomó una pluma y una hoja. Esa fue la primera vez que Laura Delia plasmó un texto. No sabe si lo hizo mal, si le faltó o le sobró, el caso es que escribió su primer poema, “un poema nacido de la tristeza de una pérdida irreparable”, subrayó.

¿Por qué la poesía?

La poesía es el género que se adapta más a la personalidad de Laura Delia Quintero. A su forma de sentir, pensar e interactuar. Además, gran parte de los primeros talleres literarios que tomó en la Casa de la Cultura eran de poesía. Esto no quiere decir que la maestra deje de lado la narrativa. La narrativa le ha servido como una panacea, como un salvavidas que la ha aliviado de momentos difíciles. Se ha atrevido a escribir cuento, algunos han salido por ahí “como cuenta gotas”, menciona. Uno de sus iconos narrativos es Gabriel García Márquez. Específicamente dos obras, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera: “Cuando entré a la escuela de letras no entendía de qué se trataba (Cien años de soledad) me parecía una lectura absurda, hasta tiempo después puede descubrir las maravillas del movimiento del Realismo Mágico.”

Escrito sobre el fuego

Editado por la Universidad de Sonora en 2007, ha sido el libro que ha dejado a Laura Delia un buen sabor de boca. No quiere decir que sus demás títulos no le hayan traído satisfacción: “…cuando uno pare hijos, todos le parecen bonitos…” afirma irónicamente. Ella siente que es su producción más madura, y por lo tanto, con la que más se ha sentido cómoda.

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Sonora y la literatura

Laura Delia opina que la literatura sonorense está tomando un auge que no ha tenido antes. Admira las propuestas de muchos jóvenes y no tan jóvenes que se han involucrado en este ámbito. No le gusta entrar en favoritismos, por ello no habla de la obra de algún sonorense en particular, sin embargo reconoce muchas de las producciones que han surgido los últimos años.

De Galería de instantes Laura Delia nos compartió los siguientes poemas: Comparación, Conciliación, Nada de ti y Cómo decirte.

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