Ricardo Herrera Gorbach: Uno nunca deja de jugar

A Ricardo Herrera, el Gorbach, la seducción de la plástica le vino en la infancia, escribe Carlos Sánchez en esta edición de Visual Blog

L. Carlos Sánchez | Colaborador

  · martes 25 de agosto de 2020

Cortesía | ISC

La mirada habita en una órbita distinta. Más allá. El pincel traduce entonces lo que el pensamiento dicta o crea. La referencia es la nostalgia o la melancolía. Quizá el recuerdo de una tarde en bicicleta.

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A Ricardo Herrera, el Gorbach, la seducción de la plástica le vino en la infancia, ante la invitación que le hiciera su padre, de oficio escenógrafo, en el sótano del Museo y Biblioteca de la Universidad de Sonora.

El Gorbach recuerda ese momento como el evento crucial. Le maravilló llenar el trazo de esa palmera que su padre le dispuso. La palmera luego formaría parte del escenario para una puesta en escena.

Pienso en tu mirada desde la calle, le digo al pintor, como un ente totalmente urbano, ¿de qué manera ha influido la urbe para tu trabajo?, le inquiero. Y responde:

“Lo de callejero lo traigo desde chico, porque me tocó nacer en el 79, casi toda la década de los ochenta, que fue mi niñez, era cosa de todos los días moverme por la calle porque era donde encontraba el juego, en el Paloverde de esos tiempos en los que no había pavimento y se podía andar descalzo, en el que uno se podía mojar en las zanjas y luego esta cuestión de los baldíos que eran los paraísos donde uno fantaseaba. Ya más de grande seguí en la calle porque me gusta un montón andar en bicicleta; estaba recapitulando para ver en qué había sido bueno de chamaco y creo que en la bicicleta fue en una de las actividades que más destaqué: hacíamos rampas y me gustaba brincar y el andar en tribu buscando espacios alternativos para practicar el bicicrós. Ya después en la calle siendo yo más grande, en estas migraciones que se generan con los compañeros de adolescencia en esta cuestión de ir a buscar la fiesta, mi mirada desde la calle es importante porque por ahí inicia la cadena de valores, desde la persona más frágil que circula; esta cuestión de los artistas callejeros siempre los he observado con muchísimo respeto, en general, me sé mover en la calle, digamos que le entiendo a la dinámica”.

—En tu propuesta hay una estética y estilo por demás definido, y siempre una historia que subyace, y encuentro allí historias de tristeza.

—Tal vez más que tristeza podría ser nostalgia, nostalgia por volver a esa zona de confort de la niñez, quizá tenga que ver con este ejercicio de recurrir a ese mundo de inspiración que no es ya tan cercano o tal vez también los personajes que construyo, muchos en ocasiones están en escena, los concibo como actores escénicos y la melancolía creo es una de mis características más prevalentes.

—Quizá no sea una apuesta consciente. Y también es recurrente que tu propuesta plástica me genera un desgarramiento.

Cortesía | ISC

—Entonces creo que mi trabajo está cumpliendo su objetivo, porque tampoco mi intención es hacer preciosismo, algo que sea eternamente feliz, sino más bien como ese ejercicio de esfuerzo en el que no hay gozo sin llanto.

—Y el estilo: ¿Cómo se edifica?

—He venido trabajando con un proceso de construcción en series. He presentado más de diez exposiciones individuales, en cada una de esas exposiciones me he esforzado porque desde la pintura número uno, hasta la última del compendio, busco que haya un factor que homologue la temática en congruencia con el discurso que estoy proponiendo. En algún momento llegué a pintar distinto a lo que propongo ahora abordando otras temáticas y estilos, pero en cada una me di a la tarea de no renunciar al proceso de trabajo hasta no poner el candado final a cada serie, quizá eso me ha ayudado y eso se puede encontrar también en el proyecto que estoy armando actualmente.

Si pintara realmente lo que sueño.

—Tu pintura es también onírica, la recurrencia de los sueños.

—Pero no los sueños en sí, más bien el acto de la ensoñación provocada, como este esfuerzo fantasioso, porque si pintara realmente lo que sueño pues serían cosas más arbitrarias, digamos que lo que hago tiene que ver más con la vigilia, no meramente con los sueños o un ejercicio provocado.

—La fantasía también siempre presente en tu plástica, desde la gama de colores.

—Te contaré un poco sobre el meollo de mi paleta: a lo largo de mi experiencia con los colores, siempre he dicho que mi pintor favorito número uno es Paul Klee, es un regocijo, y tanto en el color como en la línea, este pintor que decía que dibujar era sacar a pasear una línea, y jugar con la línea, pero el punto con la paleta es que cuando yo iba a comprar material recorrí casi todas las papelerías de arte de la ciudad, y en el Ley Kino había una papelería de arte, y cuando iba, el señor que atendía era muy buen conversador y le encantaba compartirme sus experiencias. Yo veía que tenía esta gama de colores tradicionales que son los primarios, muy intensos, y que casi no me atraen. Pero entonces hay también en los acrílicos una gama de colores pasteles. Yo me inclinaba más por esos tonos turquesa, me gustaba mucho los violetas atenuados, apastelados, acuarelados, pero me acuerdo que el señor me decía: Paleta europea, ¿no? Porque ya me conocía, y ese término existe, el de paleta europea, y siento que eso tiene que ver con lo que hago, y aparte el color que casi no utilizo es el verde bandera, no lo uso, ni el rojo, y es como si no pensara cuando lo aplico, pero siempre me rodeo abundante cantidad de material porque de repente lo que hago cuando elijo el color se emparenta con la acción de un percusionista que está en una batería y entonces empiezo a ver distinto los colores y los pigmentos. Otra cosa es que soy poco ortodoxo respecto a las técnicas, a veces combino materiales que según la academia no debería de combinarse, y esa mixtura tal vez desemboca en la riqueza que se pudiera apreciar cromática.

Cortesía | ISC

—Si hay tantas vertientes en el arte, ¿por qué eliges la pintura?

—Creo que tiene que ver en esto que te digo de la herencia genética de mi padre, mi padre pintaba, hacía escenografía, mi padre falleció cuando yo tenía cinco años, yo me acuerdo que tenía como cuatro años y me llevaba al sótano de Museo y Biblioteca porque allí hacían las escenografías, entonces tengo esa imagen muy fresca donde estaba mi padre pintando un telón de fondo en el piso y me dice: Mijo, ayúdame a pintar esta palmera; la palmera estaba trazada, recuerdo que yo agarré la brocha y pinté la palmera y mi padre me dijo, Gracias, te quedó muy bonito.

Carlos Sánchez

(Las Pilas, Hermosillo, 1970)

Escritor y periodista, autor de varios libros en diversos géneros: cuento, crónica, dramaturgia, relato y novela. Imparte talleres de escritura creativa en diversos penales de la entidad.