La ingesta de bebidas alcohólicas es una práctica común en múltiples culturas, ya que al ser elaboradas a base de diferentes cereales y alimentos, se presume que genera beneficios para el organismo, siempre y cuando se realice de forma correcta.
Uno de los temas más estudiados por los especialistas en ciencias es su combinación con los antibióticos y el impacto que esta mezcla produce en la salud humana.
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Al respecto, Fernando Ayala Zavala, investigador del Laboratorio de Tecnologías Emergentes del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), mencionó que al consumir alcohol mientras se está en un tratamiento con antibióticos, será el hígado el que tenga más impacto.
Explicó que el órgano realiza un mayor esfuerzo para procesar ambos compuestos, por lo que perjudica al cuerpo ante la infección o el padecimiento que se tiene, lo cual interfiere en la recuperación, además de aumentar el riesgo de contraer complicaciones en la salud.
Añadió que la mezcla de alcohol y antibióticos podría generar efectos secundarios como mareos, náuseas, vómitos, dolor abdominal, sudores fríos, palpitaciones y hasta cambios en la presión arterial.
Aunado a esto, también es capaz de aumentar el riesgo de tener un daño hepático y de disminuir la capacidad del cuerpo para combatir la enfermedad o infección que se está tratando.
Debido a esta situación, el investigador del CIAD, resaltó la importancia de seguir las instrucciones que los médicos y especialistas brindan en cuanto a la dosis y duración del tratamiento, así como abstenerse de consumir bebidas embriagantes en ese periodo.
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Se debe esperar al menos 24 horas después de finalizar el tratamiento antes de beber alcohol, expuso, esto porque el fármaco puede mantenerse en el sistema durante varias horas tras ser ingerido.
“La recuperación de la salud es lo más importante; priorizar el bienestar y resistir la tentación del alcohol mientras se toman antibióticos es esencial para evitar complicaciones y garantizar una recuperación rápida y efectiva”, externó.
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